Mis alumnos de Alepo me han ayudado a disfrutar de las cosas simples de la vida

Mis alumnos de Alepo me han ayudado a disfrutar de las cosas simples de la vida

A pesar de la trágica realidad, tratamos de llevar una especie de vida normal. Hemos aprendido a valorar las cosas pequeñas de la vida, esas que normalmente damos por sentado. Lo único positivo de la guerra es que la gente mantiene relaciones muy sólidas con sus seres queridos y vive el momento.

UNICEF / Khuder Al-Issa

Alepo: Hoy en día vemos el nombre de esta ciudad siria en una serie de noticias horribles que parece que nunca acaba. ¿Cómo puede alguien vivir y trabajar allí? ¿Cómo viven los niños de Alepo?

En este post, Basma Ourafli, nuestra compañera de UNICEF, nos enseña cómo es el día a día de la ciudad y cómo era antes de la guerra. Este relato, que parece una novela de terror, es la descripción de Alepo.

Antes era profesora de inglés y siempre me ha encantado escuchar las historias de mis alumnos. Desde que me uní a UNICEF el año pasado he tenido la oportunidad de hablar con niños a los que nunca habría conocido.

Muchos de estos niños estaban agradecidos de poder contarme sus historias: me describieron cómo lidian con la realidad de esta horrible guerra.

La vida en Alepo es muy difícil. Al principio era complicado ser consciente de la situación. Pero, con el tiempo, hemos aprendido a vivir con ello.

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Un padre y su hijo llenan botellas con agua que se ha acumulado en el cráter que ha dejado una bomba. En Alepo es difícil encontrar agua potable.

Antes de la guerra teníamos agua y electricidad suficientes. Actualmente dependemos de las velas. Normalmente sólo hay electricidad durante un par de horas al día (y hay días en los que no hay nada de electricidad).

La situación del agua es parecida. Antes de la guerra podíamos abrir el grifo en cualquier momento, pero ahora el agua es valiosísima. Todas las familias de Alepo tienen un depósito de agua y cuando se acaba tienen que improvisar. Si entras en una cocina cualquiera de Alepo te encontrarás botellas, cuencos y cazos llenos de agua.

Es increíble lo bien que estos niños sobrellevan la ansiedad. A lo mejor no piensan tanto en el futuro como los adultos.

Salir de casa es peligroso por los continuos disparos y bombardeos. Antes de la guerra podía quedar con mis amigos fuera de casa: charlábamos, nos reíamos y nos poníamos al día. Ahora tengo que quedarme en casa. La mayor parte del tiempo no tenemos ni idea de lo que va a pasar al día siguiente.

Recuerdo lo que pasó después del ramadán del año pasado, justo cuando terminó el periodo de ayuno. Ya había anochecido cuando empezó el tiroteo. Teníamos miedo y no sabíamos si correr o no. Lo único que podía pensar era: "¿Estaré viva mañana?".

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No hay lugares seguros en Alepo.

A mediados de septiembre los niños tuvieron unos días de vacaciones por el Eid al-Fitr, la fiesta que marca el fin del ramadán. Pero, en vez de jugar con sus familias y ponerse ropa nueva, tuvieron que esperar largas colas bajo el sol abrasador para coger agua.

Fue entonces cuando volvió a haber tiroteos. Fue horrible, hubo muchos muertos y heridos. No hay lugares seguros para los niños en Alepo.

Resulta desgarrador ver a niños y familias sin casa vagando por las calles: viven en mezquitas, en colegios o en autobuses destartalados.

Es increíble lo bien que estos niños sobrellevan la ansiedad. A lo mejor no piensan tanto en el futuro como los adultos.

Hemos aprendido a valorar las cosas pequeñas de la vida, esas que normalmente damos por sentado. Valoramos cada momento.

A finales de octubre pude experimentar el horror máximo que esta guerra ha supuesto para los niños. El día empezó como cualquier día de trabajo. A las ocho de la mañana, mis compañeros de UNICEF me informaron de que se había producido un ataque cerca del colegio Hatem Attai.

Fuimos de inmediato al hospital Razi, uno de los dos hospitales que siguen funcionando en Alepo. Nos temíamos lo peor. No hay nada que pueda prepararte para ver un hospital de una zona de guerra. Vi a gente llorar porque acababa de perder a su familia y vi a gente cubierta de sangre.

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El cuaderno de Lamar, una niña de 11 años. Iba de camino al colegio con su hermana. Desde el comienzo de la guerra siria hace cinco años, UNICEF lleva registrados más de 4000 ataques a colegios (aunque estén protegidos por la ley internacional).

El médico jefe nos dijo que dos niños no habían sobrevivido al ataque y que otros dos seguían en la UCI.

Cuando entramos en la UCI, un grupo de médicos y enfermeros intentaban revivir a un niño pequeño con un desfibrilador. El monitor cardíaco mostraba una línea horizontal. Un pitido continuo reflejaba la verdad de la terrible situación.

Me quedé en una esquina sujetando una cámara de fotos: No me podía mover, estaba petrificada por lo que acababa de ver. El niño estaba muerto, le había visto morir. Tenía que salir de allí.

Fui a la entrada del hospital y me encontré con el padre del niño que estaba esperando noticias. Jamás olvidaré su expresión: una mezcla de esperanza y miedo. Me alejé más, no podía soportar mirarle a los ojos ni estar cerca de él cuando se enterase.

Mientras bajábamos las escaleras y nos dirigíamos al sótano sabía que estaba a punto de ver algo horrible de nuevo: a los dos niños muertos sobre una cama del hospital.

En Alepo hemos visto secuestros, peleas y estamos asediados permanentemente. Todos hemos tratado de mantener la calma. Antes nos decíamos constantemente: "Se acabará este año, seguro". Pero hemos dejado de hacerlo.

A pesar de la trágica realidad, tratamos de llevar una especie de vida normal. Vamos a bodas y a graduaciones, estamos contentos e incluso llevamos pequeños negocios.

He empezado a recibir clases de violín y sé que muchas otras personas también han empezado a tocar otros instrumentos. Hemos aprendido a valorar las cosas pequeñas de la vida, esas que normalmente damos por sentado. Valoramos cada momento.

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Basma Ourafli tocando el violín.

La parte positiva de la guerra es que la gente que vive en Alepo tiene relaciones muy sólidas con sus seres queridos. Pasamos mucho tiempo juntos: ¡hablamos, escuchamos música e incluso tejemos juntos!

Ahora también leemos más. Yo he preferido leer sólo historias positivas. No hay ningún motivo para leer más tragedias cuando lo único que ves cuando miras por la ventana son las trágicas consecuencias de la guerra.

Este post fue publicado originalmente en la edición alemana de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.