La innovación: ¿y eso qué es?

La innovación: ¿y eso qué es?

Es paradójico que contemos con científicos que venden patentes internacionales o valorados en el exterior pero falle la traslación de esos avances a las empresas españolas. Ni las empresas saben cómo acceder a estas universidades o centros tecnológicos, ni éstos saben cómo hacer llegar a los empresarios lo que pueden hacer por ellos.

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Foto: ISTOCK

Desde hace meses observo que un nuevo mantra, una nueva palabra de moda se ha instalado en el vocabulario político. Término compartido e incluido en los programas de diferentes partidos y que hizo su aparición estelar durante las pasadas campañas electorales. Bienvenida sea la puesta en el tapete de la necesidad de cambiar la manera de hacer las cosas, mejorar y modernizar nuestro sector productivo. Es un primer paso. Aunque a veces me pregunto, ¿realmente alguien sabe de qué hablamos cuando mencionamos la innovación?

En las políticas industriales, las empresas son los actores finales, aquellos que van a desarrollar las medidas que influirán de forma directa en la manera de hacer, las relaciones laborales y la estrategia a seguir, por ello, es fundamental contar con su colaboración y su concienciación. Sin embargo, las políticas públicas sirven para guiar e incentivar determinadas variables y herramientas que pueden ser claves para un país. Tenemos ejemplos claros de territorios sin apenas recursos naturales propios que han conseguido desarrollarse con un modelo basado en el conocimiento y la innovación.

En este caso, se trata de pasar de una posición pasiva a una activa en la que puedes invertir en mejoras del clima competitivo. Hasta ahora parecíamos contentarnos con generar empleo y actividad económica con la burbuja inmobiliaria o aprovechar los vaivenes del turismo internacional, sin apoyar otro tipo de actividades más estables. Lo hemos dejado en manos de decisiones individuales, un número de empresas o algunas autonomías que apostaron por ir en esta dirección. Esto también es una política social, algo que incide de manera directa en la vida de las personas, en su bienestar laboral y, finalmente, en las posibilidades de contar con una renta disponible acorde con un país avanzado.

La I+D+i es innovación tecnológica, pero también innovación social o cambios organizativos. Está ligado a un cambio cultural y educativo, que potencie y valore la creatividad y las soluciones novedosas. Y en España, la creatividad no es un problema.

Durante las últimas semanas estamos hablando de la reforma laboral. Cierto es, necesitamos cambiar y avanzar en muchos aspectos pero no olvidemos que muchas empresas no pueden pagar sueldos más altos a sus trabajadores porque no dan beneficios. En el fondo, lo que subyace es un problema de productividad. Por tanto, la solución es compleja y requiere de una visión en su conjunto. ¿Influye en esto la innovación? De manera exponencial. Pero por supuesto, requiere inversión, y ahí las pymes tienen menos disponibilidad de recursos.

¿Qué he aprendido durante más de 15 años trabajando con empresas de todo tipo? Que las empresas innovadoras son altamente exportadoras y existe una fuerte vinculación con la internacionalización, en dos sentidos: por un lado, consiguen diferenciarse de la competencia y patentar sus avances, creando demanda internacional; por otro lado, cuando una empresa se enfrenta a un mercado extranjero, tiene que idear nuevos productos o adaptaciones que satisfagan las necesidades de estos consumidores.

Es prioritario que cale en el pensamiento de los empresarios que la innovación no solo afecta a la industria o las actividades científicas. ¿Quién ha dicho que en el turismo, la hostelería o el comercio no se puede ser innovador?

Además, conseguir implicar a los empleados en el proceso creativo e innovador no solo les motiva, aumentando la satisfacción y la realización de los trabajadores, sino que aumenta las posibilidades de contar con nuevas ideas aplicables a la propia empresa. Este tipo de empresas puede pagar salarios más altos porque son más productivas pero, al mismo tiempo, el trabajador se convierte en una pieza valorada, no reemplazable, ya que el talento se aprecia y se quiere evitar la rotación.

Es paradójico que contemos con científicos que venden patentes internacionales o valorados en el exterior pero falle la traslación de esos avances a las empresas españolas. Ni las empresas saben cómo acceder a estas universidades o centros tecnológicos, ni éstos saben cómo hacer llegar a los empresarios lo que pueden hacer por ellos. Me consta que ya hay planes públicos para solventar este problema y tratar de tender puentes. Aprovechemos los recursos existentes.

Esta semana presenté una iniciativa legislativa para profundizar en estos aspectos y potenciar la I+D+i, así como nuestros sectores tradicionales. Es prioritario que cale en el pensamiento de los empresarios que la innovación no solo afecta a la industria o las actividades científicas. ¿Quién ha dicho que en el turismo, la hostelería o el comercio no se puede ser innovador? Por no hablar de la revolución tecnológica que estamos viviendo y que afectará a todos los sectores.

Una de las propuestas es la creación de un programa para fomentar la base de pymes innovadoras, similar al programa PIPE del ICEX. Este programa consiguió aumentar de forma considerable el número de pymes exportadoras desde sus inicios. Sería análogo y complementario a los apoyos europeos para fomentar la I+D+i entre las empresas europeas. Apuesta clara y definitiva por un modelo que aumente el valor añadido

Este compromiso, finalmente, debe estar alejado de las campañas electorales o de los cambios en los gobiernos, al igual que otros temas como la educación. Debe ser un compromiso firme con el progreso económico y empresarial.

Este post fue publicado originalmente en el blog de la autora