Los 'millennials' asexuales: una realidad que incomoda, pero no sorprende

Los 'millennials' asexuales: una realidad que incomoda, pero no sorprende

Evidentemente, el sexo vende; sería una estupidez defender lo contrario. Sin embargo, a medida que siguen apareciendo plataformas digitales hasta de debajo de las piedras, el contenido sexualizado es cada vez más accesible y predominante. Se ha sobreexpuesto el concepto del sexo. Para algunos, quizá hasta haya perdido la emoción...

Couple engaged in sexual intercourse on bedB2M Productions via Getty Images

Hace unos días, salieron a la luz los resultados de un estudio que revelaba que los millennials (es decir, las personas nacidas durante las dos últimas décadas del siglo XX) practican menos sexo que las generaciones anteriores. El estudio, que se realizó en Estados Unidos, genera agitación a nivel mundial mientras los jóvenes de 18 a 34 años se consuelan durante este periodo de sequía.

Como el uso de los medios digitales se sigue disparando, utilizamos el teléfono móvil mucho más que nunca y, como consecuencia, pasamos menos tiempo entregándonos a las interacciones personales reales. Como dijo en su programa el cómico y presentador inglés James Corden: "¿Me estás diciendo que los niños que se pasan el día por ahí jugando a Pokémon Go y viendo series en Netflix no van a echar un polvo?". Con la posibilidad de tener un rollo de una noche a un movimiento de dedo, quizás vivamos en "una época menos sexual de lo que solía ser".

Las redes sociales han revolucionado la forma de interactuar con los demás, especialmente a nivel íntimo. Cada vez recurrimos más a aplicaciones para ligar o a páginas web para encontrar pareja, aunque los informes afirman que un tercio de los usuarios nunca llegan a tener una cita con alguien a quien han conocido por internet y que el 87% de las relaciones que empiezan en Tinder terminan después de un mes.

Claramente algo no va bien. ¿Somos unos escépticos? ¿Unos románticos? ¿Unos mojigatos?

Cuando nuestros padres eran jóvenes, corrían los 70: la era de la liberación en la que el punto de partida era "sexo, drogas y rock and roll". Ahora, en vez de eso, tenemos Tinder, selfies y recetas cuquis con aguacate.

La cuestión es que las cosas eran totalmente diferentes cuando los miembros de la generación del baby boom (los nacidos durante las dos décadas posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial) se encontraban en el mismo grupo de edad que tienen ahora los millennials. Para muchos de ellos, eran los setenta; la era de la liberación en la que el punto de partida era "sexo, drogas y rock and roll". Ahora, en vez de eso, tenemos Tinder, selfies y recetas cuquis con aguacate.

Incluso salimos menos por la noche; hasta el punto de que algunos de los locales de Gran Bretaña que más tiempo llevaban en pie se han visto obligados a cerrar. Una millennial confesó al periódico The Guardian el pasado mes de marzo que ella y sus amigas preferían "un plan tranquilo" en vez de salir a darlo todo a la pista de baile.

¿Somos súper tranquilos? ¿O vagos? ¿O sosos hasta decir basta?

Todo esto, según la revista Glamour, es la guinda que corona una montaña de inseguridades provocadas por el estado de nuestra vida laboral y la falta de estabilidad económica.

Este estado mental tan poco optimista es lo que los psicólogos denominan "crisis de los 25". Excelente.

Así que menos sexo, menos socialización y más ansiedad. Somos vegetales adolescentes.

¿Cómo ha podido pasar esto?

En el año 2016, el sexo se embellece a través de infinidad de plataformas como nunca antes se había hecho. Desde las escenas sugerentes en el cine hasta los famosos ligeros de ropa que acaparan las portadas de las revistas: está por todas partes. Antes, ver cuerpos desnudos en una pantalla era un tabú; ahora, lo llaman Juego de Tronos.

Evidentemente, el sexo vende; sería una estupidez defender lo contrario. Sin embargo, a medida que siguen apareciendo plataformas digitales hasta de debajo de las piedras, el contenido sexualizado es cada vez más accesible y predominante. Se ha sobreexpuesto el concepto del sexo. Para algunos, quizá hasta haya perdido la emoción; como para Sam Wei, de 26 años, que confesó la semana pasada al periódico The Washington Post que para ella "ya no había nada mágico en el sexo". A riesgo de sonar como una canción de Robbie Williams: ¿ha muerto el romanticismo?

No solo es que veamos la omnipresencia del sexo en sí mismo, sino que encima solo vemos sexo perfecto. Las comedias románticas, las modelos de Victoria's Secret, el culo de Orlando Bloom...

Esto acentúa las inseguridades en torno al sexo y hace que nuestras percepciones acaben saturadas por los medios de comunicación; inevitablemente nos comparamos con los gráciles cuerpos, las bandas sonoras seductoras y las escenas románticas que forman parte de nuestra cultura.

Para los usuarios de las aplicaciones para ligar, estas seguridades se ven intensificadas por el anticipo al rechazo. No es de extrañar que, según una encuesta de la que se hace eco el periódico Daily Mail, la mayoría de los usuarios varones de Tinder tengan la autoestima baja.

¿Es posible que las expectativas idealizadas y poco realistas estén desanimando a nuestros pobres y asexuales millennials?

Quizá la culpa sea nuestra. El doctor Jean Twenge la apoda "generación yo" en su último libro, en el que acusa a los millennials de ser poco comprometidos, narcisistas y desconfiados, al contrario de sus predecesores de la generación del baby boom.

¿Superficiales? [se hace una selfie] ¿Nosotros? [ajusta el contraste] Qué va... [selecciona el filtro Valencia].

Las redes sociales nos han hecho sin duda más conscientes de nuestra apariencia y, lo que es más importante, de cómo nos presentamos estéticamente.

Instagram nos permite restaurar nuestras vidas mientras que Snapchat nos anima a hacernos fotos añadiendo filtros para mejorarlas.

¿Es posible que estemos menos interesados en el sexo porque estamos más interesados en nosotros mismos?

Una pregunta interesante... seguiré reflexionando sobre ella después de hacerme otra foto con el filtro del perrito.

Este post fue publicado originalmente en la edición de Reino Unido de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.