El cielo de Madrid

El cielo de Madrid

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Hay objetos, personas, miradas, paisajes o cielos que son literatura en sí mismos. El de Madrid es uno de esos cielos. En primavera o en otoño, con lluvia o con sol, con frío o con calor. El cielo de Madrid es literatura en estado puro. Como lo es un cuadro de Antonio López (por citar un ejemplo) y como también lo es (por citar, en esta ocasión, un ejemplo asociado al cine) el plano que recoge ese trabajo del pintor en uno de los fotogramas de Víctor Erice.

En el cielo de Madrid caben todas las historias, todas las pieles, todos los misterios, todos los enigmas, todos los secretos, todas las fantasías. Y también, no hay lugar aquí para la duda, caben en la propia ciudad: bajo la luz de la nieve o bajo la luz insinuante de esos esos largos y cálidos veranos. En Madrid, siempre ocurren cosas. Historias tristes, alegres, morbosas, tiernas, nocturnas, diurnas, salvajes, felices, enigmáticas, melancólicas, desesperadas, desgarradas, fantásticas, imposibles...

Todas las historias tienen cabida en una ciudad que tantos fotógrafos, pintores, artistas, cantantes, músicos, cineastas, poetas y novelistas han trazado con mano firme

Historias de amores y desamores. De príncipes y mendigos. De seres anónimos y seres que dejaron huella con esos trabajos relacionados con cualquier manifestación artística. De sexo fugaz y de ese otro sexo que une dos cuerpos durante toda una vida. Nadie se queda fuera de sus límites, de sus contornos, de su imponente magnitud.

Todas las historias tienen cabida en una ciudad que tantos fotógrafos, pintores, artistas, cantantes, músicos, cineastas, poetas y novelistas han trazado con mano firme, con conocimiento de causa, con sabiduría. Resaltando su esplendor y su decadencia, su grandeza y su miseria, sus atrevimientos y sus miedos. El mapa que conforma su razón de ser. El mapa que conforma un itinerario o cientos de ellos. Ese mapa que, en cierta forma, nos atrapa y nos pertenece a todos.

Madrid, como apunta sabiamente Francisco Umbral en estas páginas, más que una ciudad, es una disculpa para escribir

Y aquí están -gracias a la editorial Alfaguara y al minucioso trabajo de Antón Casariego, Martín Casariego y Fernando R. Lafuente-, recogidos en 'Escrito en el cielo', este libro de impecable factura, muchos de esos escritores que dedicaron buena parte de su obra a reflejar los anhelos y las frustraciones de una ciudad. Los logros y las derrotas. Los sueños y los quebraderos de cabeza de tantos seres anónimos que, en una época u otra, caminan por sus calles, por sus plazas, por sus teatros, por sus cafés, por sus acueductos, por sus barrios más céntricos y por los otros, los de la periferia. Bajo ese cielo que señalaba más arriba y que es, sin duda, uno de los más hermosos del mundo. Con la luminosidad del día. O la propia luminosidad de las estrellas, ese cielo nocturno que es una cara B igual de importante y significativa que la otra.

Madrid, como apunta sabiamente Francisco Umbral en estas páginas, más que una ciudad, es una disculpa para escribir. Aquí, en este bellísimo libro de fotografías y textos, está la prueba. Adentrarse en él, en el libro, es hacerlo en una ciudad que es más que una ciudad. Es adentrarse en una ciudad que son muchas ciudades. En una ciudad que es historia, y laberinto, y fugacidad. Sólo hay que dejarse llevar. Y mantener alerta todos los sentidos.