Ganas de hablar de la Mae West de Mendicutti

Ganas de hablar de la Mae West de Mendicutti

Vengo a reivindicar aquí la riqueza de la literatura de este escritor pendiente de descubrir por muchos lectores y cuya puesta en valor se ve lastrada por los prejuicios que aún hoy pesan sobre la literatura gay y de humor. Estoy convencido de que Mendicutti es uno de los mejores escritores que hay en este país.

He tomado prestado para este artículo sobre el escritor Eduardo Mendicutti el título de su novela Ganas de hablar, sin duda una de sus mejores y más originales obras, el monólogo de un hombre que se dedica a hacer la manicura a las señoras bien de La Algaida, nombre de ficción que recibe Sanlúcar (Aracataca quizás se convirtió en Macondo de la mano de García Márquez y Úbeda se transmutó en Mágina con Muñoz Molina), la ciudad donde nació el escritor hace 67 años. Sólo por esa novela Mendicutti merecería, de pleno derecho, estar en la Real Academia de la Lengua. Quizás ser gay no le facilita la tarea. Porque sino es esa, ¿cuál es la razón por la que no ocupa uno de los sillones de la Academia uno de los más elegantes literatos en lengua española?

Y es que Mendicutti es un escritor singular que ha escrito obras como Mae West y yo, dedicada a su próstata, que en la novela recibe el nombre de la actriz y es su principal interlocutor en la obra; Otra vida para vivirla contigo, la radiografía de una historia de amor "real" que el autor vivió en su ciudad natal y que acabó como acaban todas las historias de amor... Una novela en la que el escritor lleva a cabo un impresionante ejercicio de nudismo emocional para mostrarnos hasta la última gota de sangre que corre por sus venas y todo un catálogo de sus "debilidades".

California, obra dividida en dos partes: la primera transcurre en Estados Unidos y la segunda, treinta años después en Madrid, donde encontramos a un personaje totalmente diferente del alocado joven que conocimos al inicio; El ángel descuidado narra una historia de amor en un seminario entre dos jóvenes contada desde el futuro; Los novios búlgaros es una novela que propone una mirada llena de ironía y humor hacia los amores "desiguales", una mirada cómplice y compasiva dirigida hacia quienes se dejan arrastrar, por el amor y el deseo, a realizar actos que en frío resultarían auténticas locuras. El palomo cojo es la historia de un despertar a la vida y a la sexualidad y Duelo en Marilyn City es una clásica novela de aventuras en el oeste americano, transformada en una historia de vaqueros gays... Y así podríamos seguir, novela a novela, desvelando el rico universo mendicuttiano.

Pero lo que yo vengo a reivindicar aquí es la riqueza de la literatura de este enorme escritor, todavía, me temo, pendiente de descubrir por muchos lectores, y cuya puesta en valor se ve lastrada, desde mi punto de vista, por los prejuicios que aún hoy pesan como una losa sobre la literatura de temática gay y sobre la literatura que tiene como base el humor. Estoy convencido de que Mendicutti es uno de los mejores escritores que hay en este país, pero no estoy seguro de que tenga el reconocimiento que merece la calidad y la originalidad de su obra literaria.

Diecisiete novelas y algunos cuentos, junto a cientos de artículos publicados en El Mundo o la revista Zero, avalan una carrera longeva y rica, obsesivamente centrada en mostrarnos los más secretos rincones de su alma, su vida y sus emociones. Mendicutti convierte cada novela en un ejercicio de impudor que no parece corresponderse con un hombre que en persona muestra una timidez casi enfermiza. Sin embargo, creo que por eso mismo el autor usa la literatura -o la literatura le usa a él- para poder expresarse, para poder contar todo aquello que el ciudadano Mendicutti sería incapaz de decir y que eso, en el fondo, es el motor que mantiene en marcha y bien engrasada la maquinaria de su literatura y su creatividad.

En los últimos meses he releído muchas de sus novelas y es evidente que, si algo le caracteriza y le diferencia de otros autores de su generación, es el sentido del humor, algo que no está bien visto en este país nuestro de dramas y tragedias. Aquí lo que triunfa es lo truculento, lo dramático, lo terrible, lo sombrío... Por eso, sobre un escritor que con cada nueva obra nos hace reír o sonreír (además de reflexionar, por supuesto), cae de manera fulminante la larga sombra de la superficialidad. Aquí se valora más la novela negra, obras llenas de asesinatos, crímenes o dramas existenciales, que novelas que dirigen una mirada llena de comprensión, ironía y humor hacia el ser humano, condoliéndose con él de sus debilidades.

Mendicutti elabora sus novelas con un rico vocabulario -Ganas de hablar sería en ese sentido su obra cumbre- y con una exquisita cocina, para obsequiarnos con una lectura relativamente fácil en apariencia, pero tras la que se adivinan muchos meses de duro trabajo para construir una maquinaria perfecta que va haciendo avanzar la acción de manera que el esfuerzo queda oculto al lector, que sólo tiene que entregarse al disfrute, a la acción y a la reflexión de los personajes mendicuttianos.

Unos personajes absolutamente fascinantes como el locuaz y creativo Cigala de Ganas de hablar; el hilarantemente atormentado Ernesto Méndez de Otra vida... o el diletante Carlos que protagoniza California. Las novelas de Mendicutti son envolventes, fascinantes e intensas, además de originales. Protagonizadas por personajes que casi siempre van en pos de algo -el amor, casi siempre, o el nombre en una calle- y que nunca logran alcanzar del todo o, finalmente, lo pierden. Siempre hay un poco de amargura en esos finales imperfectos, pero el uso del humor logra siempre de algún modo suavizar el drama y poner una luz al final del túnel.

Hace tres años, dentro del programa del Festival Visible, organizamos un homenaje a Mendicutti en la sede del Instituto Cervantes de Madrid. Él acababa de publicar Mae West y yo, una novela dedicada a su tumorada próstata. Él quizás pensaba que le organizábamos este homenaje porque iba a morir, pero esa posibilidad nunca pasó por mi cabeza. Al final del acto, Mendicutti lloró como un niño. Daba alegría y pena a la vez, verle tan emocionado. Quizás pensó que era una despedida. Yo, por el contrario, creí que seguiría viviendo y escribiendo cada día mejor, por eso merecía ese homenaje. Eso es efectivamente lo que ha sucedido y su, hasta ahora, última novela, Otra vida para vivirla contigo, es la mejor prueba de cuanto digo.