¡No me sale, es imposible, mamáaaaaa!

¡No me sale, es imposible, mamáaaaaa!

En el verano los niños tienen que seguir manteniendo una rutina de tareas, que no pierdan el ritmo de tener obligaciones, estar sentados un rato, resolver ejercicios, repasar los contenidos del año. Ellos te dirán que están cansados del cole y que ahora están de vacaciones... no cedas.

En el verano los niños tienen que seguir manteniendo una rutina de tareas, que no pierdan el ritmo de tener obligaciones, el tener que estar sentados un rato, resolver ejercicios, repasar los contenidos del año. Ellos te dirán que están cansados del cole y que ahora están de vacaciones... no cedas. En vacaciones se puede tener tiempo para todo si se organizan.

Pídeles que hagan sus deberes por la mañana, que lean (es importantísimo inculcarles el hábito de la lectura), y explícales que una vez que cumplan con las mini-obligaciones tendrán todo el día para disfrutar de sus juegos.

En su cabeza, el período de vacaciones incluye ocio y nada más. La piscina, los amigos, bicicletas, dormir, no tener horarios, etc. Por eso, con más frecuencia, escucharás esta famosa frase, querrán salir corriendo a jugar, y hacer deberes es una barrera que les impide hacer lo que desean.

"No me sale, es que es imposible, mamá no puedo, de verdad, lo he intentado todo". Esta frase, tan típica de los niños, estresa a más de un padre o madre. ¿Por qué pronuncian los niños y adolescentes tanto esta frase? Porque cada vez que lo hacen, los adultos les damos la solución.

Este "lo he intentado todo y es imposible" se debe a dos motivos. El primero, la impaciencia y el querer evitar a toda costa emociones negativas.

Qué típica y normal es la impaciencia, porque vivimos en una sociedad en la que tenemos de todo y de forma inmediata. Lo que yo he acuñado 'prontomanía', la obsesión por lo inmediato. Así que cuando los niños no alcanzan lo que desean en el momento en el que ellos lo deciden, sienten frustración y se cansan. Lo quieren todo y lo quieren ya. Y los padres, o la mayoría de los padres, como no quieren que sus hijos sufran, se desmotiven o lo pasen mal, tienden a satisfacer sus necesidades enseguida.

Grave error. Los niños tienen que saber lidiar con la frustración, se la van a encontrar muchas veces en la vida, está a la vuelta de la esquina. Tiene que ser una emoción familiar para ellos, porque de no ser así, también tirarán la toalla a la primera de cambio, en cuanto no consigan el trabajo que desean o la pareja que les parece atractiva. No aprenderán a luchar, a esforzarse, a plantearse las cosas desde diferentes puntos de vista, porque estarán acostumbrados a saciar sus necesidades enseguida.

Los padres también son un mal modelo de impaciencia. Piensa en cuando vas conduciendo, ¿cuánto tiempo tardas en pitarle al coche de delante cuando el semáforo se pone en verde y el de delante tarda segundos más que tú en reaccionar? ¿Cuánto tiempo tardas en impacientarte si la persona de la cola del supermercado no encuentra el dinero justo, o se despista buscando el DNI para entregarlo con la tarjeta de crédito? Y así cientos de ejemplos.

Los niños son como esponjas, si perciben que todo tiene que ser inmediato y que los padres se muestran contrariados cuando las cosas no ocurren ya, lo interiorizan como patrones de comportamiento, y también reaccionan con agresividad, ira y malos modos cuando su respuesta y el momento en el tiempo no coinciden.

El segundo motivo por el que los niños pronuncian esta frase, es por la falta de costumbre con una función cerebral tan básica como es pensar. Pensar... la definición de la RAE dice en sus tres acepciones: 1. Imaginar, considerar o discurrir; 2. Reflexionar, examinar con cuidado algo para formar dictamen; y 3. Intentar o formar ánimo de hacer algo. Para cada una de las tres necesita el niño tiempo. Si le solucionas su problema sobre la marcha con tal de que no sufra, nunca aprenderá a pensar.

Permite que tu hijo piense, que tenga incertidumbre dándole vueltas a las posibles alternativas, incluso que se aburra. La creatividad y la solución a problemas surgen cuando el cerebro piensa en otra dirección a la que está acostumbrado. Y el momento ideal para que esto ocurra es el del aburrimiento.

Cuando un niño está aburrido primero se queja. Si no se le socorre de "su gran problema de aburrimiento" seguirá quejándose un poco más para comprobar tus límites. Si aún así no le prestas atención, comprobarás cómo en menos de 15 minutos ha inventado algo con lo que jugar, ha buscado otra solución alternativa o le sigue dando vueltas al problema inicial. Sólo necesita tiempo, pero como para ti es incómodo oír sus quejas, adelantas lo que él tiene que hallar por sí mismo.

Si la solución que busca está relacionada con una tarea escolar y al final de la tarde te dice que le ha dado mil vueltas y que no hay manera, pídele por favor que te explique los procedimientos, porque puede ser cierto que no encuentre la solución, pero dile que quieres ver cómo ha pensado y en qué. Si ves que no ha hecho nada, que no lo ha intentado, es preferible que vaya al colegio sin la solución y que se enfrente a las consecuencias de "no pensar". Si tú le das la solución sin que se haya esforzado, aprenderá que siempre le vas a dar una salida y su cerebro se acomodará.

En cambio, si te das cuenta que se ha esforzado, que lo ha trabajado, que ha hecho anotaciones, que lo ha intentado, trata de que su esfuerzo tenga un premio. Siéntate con él, ayúdale a pensar y trata de llegar a la solución. Aprenderá que cuando se esfuerza y pone de su parte, se alcanzan los objetivos. Trata de valorar su rendimiento y actitud más que el resultado.