'Los olvidados' Estudios Buñuel

'Los olvidados' Estudios Buñuel

Hace unos días, visité los míticos Estudios Buñuel, o mejor dicho, lo que queda de ellos. Al observar los escombros a los que han sido reducidos, y las máquinas excavadoras trabajando sin descanso, pensé, con cierta nostalgia, que había finalizado una época importante para el cine y la televisión en España.

PEDRO ESTEPA

Cuando el timón que rige una sociedad es el dinero por encima de todo, esa sociedad ha perdido sus valores. La educación, la cultura y la historia desaparecen en favor de la supremacía de la plata. Esa es la reflexión que me vino a la cabeza al acercarme a la Avenida de Burgos nº5, en Madrid.

Hace unos días, visité los míticos Estudios Buñuel, o mejor dicho, lo que queda de ellos. Al observar los escombros a los que han sido reducidos, y las máquinas excavadoras trabajando sin descanso, pensé, con cierta nostalgia, que había finalizado una época importante para el cine y la televisión en España. Con melancolía, no por haber vivido la época dorada de los estudios, sino por todos aquellos profesionales que dedicaron su existencia a desarrollar su carrera en aquel espacio.

Puedo decir que he tenido la suerte de realizar una de las últimas grabaciones en los Buñuel. Antes de que sus puertas echaran el cierre, pude rememorar aquellos tiempos de la mano del decorador Gil Parrondo para el documental Bienvenido Mr. Heston. Y me regaló unos testimonios inéditos en el lugar donde trabajó, mano a mano, con el productor Samuel Bronston. Juntos recorrimos los platós donde se levantaron impresionantes decorados y, aunque me confesó estar un poco despistado -han transcurrido más de 50 años-, se sintió feliz por poder recordar una de las mejores etapas de su vida.

Los Estudios Buñuel nacieron con otro nombre: los Estudios Cinematográficos Chamartín. Una construcción que fue diseñada por uno de los arquitectos más representativos del racionalismo español, Rafael Bergamín. Tras seis años de obras, se inauguró el 17 de abril de 1941. Emergió, de esta forma, un extenso complejo de 32.000 metros cuadrados y cinco platós.

Desde entonces, comenzó una imparable producción de películas hasta que, en 1959, Samuel Bronston los adquirió por 80 millones de pesetas. El productor ruso los rebautizó con su nombre: Estudios Bronston. Y empezaron las superproducciones, inimaginables hasta el momento en nuestro país: Rey de Reyes, El Cid, Cincuenta y cinco días en Pekín o La caída del Imperio Romano.

A partir de 1960 se inicia una potente producción cinematográfica que sin duda influyó en la forma de hacer cine en España. Los grandes presupuestos con los que contaba Bronston y los excelentes técnicos que provenían de Estados Unidos, permitieron a nuestros profesionales adquirir una mayor formación en el quehacer cinematográfico. Aprendieron otra forma de hacer cine que, más tarde, aplicarían en otras películas.

Pero el poderío de Samuel Bronston fue perdiendo vigor, hasta tal punto que, en 1972, los estudios cerraron y el Banco Exterior de España los embargó. Es en ese momento cuando se teme por su posible demolición. Los Estudios Bronston ocupaban un suculento terreno para los constructores ávidos de capital, pero la directora general de Cinematografía, Pilar Miró, logró salvar el núcleo central de los platós mediante un acuerdo de compraventa con el Banco Exterior de España.

TVE llevó a cabo una gran rehabilitación de las instalaciones para reconvertirlas a la producción de televisión. Pilar Miró era consciente de la importancia de este centro audiovisual para nuestro país. Los estudios contaban con el plató de televisión más grande de Europa, el denominado L3, con más de 2.000 metros cuadrados. Así surgieron los nuevos Estudios Buñuel.

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1988 fue la fecha de inicio de inolvidables programas de televisión como Un, dos, tres... responda otra vez, Martes y trece, ¿Qué apostamos?, o producciones dramáticas como El Quijote, de Manuel Gutiérrez Aragón. Allí se han grabado innumerables series y programas que todavía se mantienen vivos en el imaginario colectivo. Y es que el ser humano necesita, reclama, que le cuenten historias, que le hagan soñar y viajar a lugares desconocidos.

"La realidad, sin imaginación, es la mitad de realidad", decía el maestro Luis Buñuel. No le faltaba razón.

Parece ser que esta máxima la aplicaron los directivos de Radio Televisión Española al pie de la letra hace unos años. Se quitaron la chaqueta de Giorgio Armani, se remangaron la camisa y se pusieron manos a la obra (nunca mejor dicho). Elaboraron un plan de venta y consiguieron comprador. ¿A cualquier precio?

Aunque nunca sepamos con certeza cómo se gestionó y qué intereses ocultos había realmente, la inmobiliaria Pryconsa se hizo con el contrato. El diario digital El Confidencial lo explica: "Se ha cerrado como un mal negocio para las arcas de Radio Televisión Española. Las últimas cuentas oficiales de 2014, remitidas por RTVE al Registro Mercantil, así lo atestiguan. La Corporación ha registrado una baja en sus inversiones inmobiliarias por un valor de 89,8 millones de euros que, según aclara, se corresponde principalmente con la venta de estos estudios. Un edificio destinado a la producción propia con más de 10.000 metros cuadrados, que la tele vendió por 35,2 millones de euros para hacer caja y equilibrar su balance. Es decir, por menos de la mitad de su valor en libros".

El fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos, ya hablaba de la regeneración de una España decadente y corrupta. Para ello, estaba seguro de que esta renovación debía basarse, no sólo en la economía, sino también, y sobre todo, en la educación, la cultura y los valores éticos y morales. ¿Quizá esa sociedad de la que hablaba el pedagogo se asemeja a la de hoy en día?

"Cabezas no llenas, sino bien estructuradas", decía Giner de los Ríos. Esta reflexión formaba parte del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, que pretendía estimular la curiosidad de la persona hacia el conocimiento y el desarrollo del pensamiento, planteando cuestiones, contrastando puntos de vista y aprendiendo a razonar con rigor.

Si me paro a meditar sobre esta idea, llego a la conclusión de que la regeneración de los Estudios Buñuel no debería haberse basado sólo en la economía -como ha ocurrido-, sino también en la transmisión del saber y la cultura de nuestro país a través de la defensa y mantenimiento del patrimonio. Su demolición significa cercenar una parte importante de nuestra historia cinematográfica y televisiva.

La venta de este amplio terreno ha servido para la construcción de una urbanización de lujo que pocos pueden permitirse. Eso sí, se llamará Calanda Homes. Descanse en paz, señor Buñuel.