'Me too' y Confucio

'Me too' y Confucio

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Le atribuyen a Confucio esta sentencia: "Cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo". Pues eso está ocurriendo.

Me explico: desde siempre, cuando las mujeres eran sexualmente atacadas o acosadas, callaban. Quizá alguna no, pero la mayoría, sí. Callaban tanto si las violaba el novio como si era el marido (bueno, si era este último no podía considerarse violación sino débito conyugal). Callaban tanto si las sobaba o agredía un compañero, el jefe, un primo, el cura, el vecino, como si eran desconocidos en el metro o en la calle.

Las mujeres intentaban zafarse, escapar, buscar estrategias de "camuflaje". En algunos casos y por diversas razones (cansancio, pesimismo, fatalismo, oportunismo) "se dejaban hacer". Pero rara vez se oponían frontalmente, rara vez "armaban un escándalo" y rarísima vez denunciaban.

Hemos alcanzado cotas de igualdad y de libertad insospechadas hace pocos años. Pero continuamos soportando lacras repugnantes e injustas en todos los ámbitos de la vida.

¿Por qué? Por miedo a las represalias, por vergüenza, porque sabían que nadie iba a creerlas ni apoyaras... Incluso por el convencimiento fuertemente interiorizado de que "así son las cosas", "así va el mundo": a los hombres les tocaba hacer la mili y las mujeres tenían que atender la casa, cuidar de todos los demás miembros de la familia y apañárselas para que, con suerte, no les pasara nada "irreparable". Seguro que muchas hubieran preferido la mili a cambio de vivir tranquilas y despreocupadas, a cambio de llegar a casa y sentarse a esperar que les pusieran la cena, a cambio de salir y entrar a su antojo...

Hemos avanzando y seguiremos haciéndolo. Hemos alcanzado cotas de igualdad y de libertad insospechadas hace pocos años. Pero continuamos soportando lacras repugnantes e injustas en todos los ámbitos de la vida. Y, concretamente, seguimos siendo acosadas y pagando "débitos". El conyugal, quizá menos (aunque no creo que su desaparición legal haya acabado con su práctica) pero otros débitos, otras horcas caudinas campan en la universidad, en las oficinas, en los estudios de televisión, en los sets de rodaje, en los grandes almacenes, en los supermercados... allá donde hay hombres con poder, siempre se encuentra alguno que abusa. E incluso cuando no tienen poder, también lo intentan.

Frente a esa realidad, esta campaña de "destape", Me too, es muy importante. Para una chica que trabaja en un súper, por ejemplo, y sufre el acoso de un jefezuelo, oír que mujeres con fama, con dinero, con prestigio alzan su voz, le puede infundir energías para hablar con sus compañeras, con su sindicato, con asociaciones de mujeres... Puede que hasta la policía se vea más obligada a tomarse en serio las denuncias, los jefes a poner coto a los jefezuelos y las mujeres a plantarse y decir "hasta aquí hemos llegado".

Sí, es muy importante que ahora haya muchos dedos señalando, no la luna, sino esta ignominia

Sí, es muy importante que ahora haya muchos dedos señalando, no la luna, sino esta ignominia. Pero inmediatamente se alzan voces necias que intentan que no miremos la ignominia sino los dedos.

Seguro que en ese empeño hay más hombres que mujeres pero, claro, los varones (excepto algunos bocazas notorios) saben que mejor se quedan en la retaguardia, mejor buscan unas cuantas mujeres que clamen: "Esto es inicuo" alegando dos tipos de razones: 1. Hay pobres hombres injustamente acusados. 2. Si seguimos así, ningún hombre cortejará a ninguna mujer.

1. ¿Podemos asegurar que ningún hombre ha sido o será acusado sin motivos? No, claro que no. Pero ¿podemos asegurar que ninguna persona ha sido acusada injustamente de robo? Es más fácil (y, por supuesto, mucho más frecuente) acusar falsamente de robo que de agresión sexual. Pero ¿cuántos manifiestos se han escrito advirtiendo de esa posibilidad respecto al primer delito? Sin embargo, cuando, por fin, se empieza a romper la omertá y se alzan voces que tiran de la manta de los acosos sexuales, salta el coro: "Os estáis pasando, sois injustas, sois arbitrarias, sois infames"...

2. O sea, que nos ponemos histéricas solo porque nos soban o se nos echan encima... Vas con tú móvil, un desconocido te lo coge para hacer una llamada (no para llevárselo, no seamos tremendistas, luego te lo devuelve)... A un compañero de trabajo le encanta tu coche, te lo pide (no pretende quedárselo, solo darse una vueltecilla de vez en cuando), le dices que no, insiste e insiste, intenta quitarte las llaves al menor descuido, continuamente, todos los días. ¿Cuántos manifiestos habéis leído diciendo que algo así debe agradarnos? ¿o que si no nos agrada es porque tenemos un concepto miserable de la propiedad privada?

Si cuentas rabiosa: "Iba por la calle comiendo un helado de pistacho y un tipo le pegó un lametón diciéndome que le encanta ese sabor" ¿Cuántas personas te reprocharán tu indignación y te sermonearán argumentando que si te alteras es que no crees en la generosidad humana ni tienes empatía, que nadie se va a atrever luego a pedirte un favor, que propugnas un mundo donde no podamos ayudarnos entre amigos y vecinos?...

Me sienta fatal que me llamen puritana y me digan que lo moderno consiste en seguir como siempre: aguantando chantajes sexuales, soportando baboseos o toqueteos

¿El cuerpo de las mujeres no vale lo que una llamada de móvil, un helado, un coche?...

Yo, siguiendo las lógicas de estas señoras (Millet, Lamas and Company), me estoy planteando llamar a la puerta de alguna de ellas, Catherine Deneuve, por ejemplo, entrar en su salón y tumbarme en su sofá (no con idea de quedarme allí, no, solo para descansar un poco).

No sé cómo le sentaría... A mí me sienta fatal que me llamen puritana y me digan que lo moderno consiste en seguir como siempre: aguantando chantajes sexuales, soportando baboseos o toqueteos.