¿Lo que necesitamos es un Gobierno de 'gente corriente'?

¿Lo que necesitamos es un Gobierno de 'gente corriente'?

El Gobierno parece empeñado en transmitir que los ministros y el presidente son gente como tú y como yo.

El Gobierno parece empeñado en transmitir que los ministros y el presidente son gente como tú y como yo, ordinary people como se titulaba aquella película de Robert Redford. Los miembros del Ejecutivo y los altos cargos que les rodean, en cualquier conversación, no pierden ocasión de hacerte ver que tienen los mismos problemas que el resto de los ciudadanos: un familiar en paro o un amigo que lo está pasando muy mal, o hasta un conocido afectado por las preferentes. Tratan de demostrar que son uno de los nuestros. "Somos la gente, señorías". Comenzaba el alegato que la propia vicepresidenta realizó en la tribuna del Congreso, el día antes del puente de Todos los Santos. Pero ¿necesitamos un Gobierno de gente corriente o de gente extraordinaria? ¿Es compatible ser gente normal en lo privado y excepcional en lo laboral?

El discurso de Soraya Sáenz de Santamaría continuaba así: "Es que parece que nos subimos a esta tribuna y no tenemos familia ni un grupo humano con el que relacionarnos, parece que no vivimos como la gente. Señoría, vivimos como la gente. Somos la gente, y cuando salimos de aquí, cada uno tenemos las preocupaciones de la gente: el niño enfermo, la compra sin hacer, el puente, que se va toda la familia de casa y nosotros trabajamos el viernes porque tenemos Consejo de Ministros. Dejemos de hablar de la gente como si nosotros no fuéramos la gente. Somos la gente, y cuanto más lo seamos, mejor la representaremos". De verdad, ¿son ellos la gente de a pie?

Echamos mano de analistas y políticos para valorar esta estrategia y saber si este es el momento para estar gobernados por ordinary people. "Exigir gobernantes extraordinarios para momentos extraordinarios puede llevarnos a la elección de tecnócratas, como en el caso de Monti, que además de no ser elegidos por los ciudadanos tienen escaso o poco contacto con la calle. A finales de la II Guerra Mundial, en Italia, cuando acabó el fascismo, se fundó el partido L'Uomo Qualunque, El hombre cualquiera. Ese partido fue muy popular y tuvo muchos apoyos al principio, parecía que iba a arrasar y estaba formado por hombres cualquiera que no querían saber nada de política, pero sí querían ocupar los gobiernos. ¿Qué pasó? Pues que como no tenían programa de acción ni de gobierno fracasaron y se diluyeron en la nada", nos advierte un reputado analista político y económico cuando le hacemos la pregunta.

Generar complicidad con los ciudadanos y que no se les perciba como meros ejecutores, alejados de los sufrimientos que padece el pueblo, es uno de los fines de este plan de acercamiento e identificación. Dar con la fórmula equilibrada entre ser del montón, pero a la vez un fuera de serie en lo político, es lo complicado. "Las dos son cosas compatibles. Al Aznar de su primera época le gustaba resaltar que era un hombre de principios sencillos y sólidos. Y no olvidemos el Zapatero de 'cualquiera puede ser presidente'. Aunque el ejercicio del poder siempre ha estado rodeado de cierto boato. Existe una parafernalia que va asociada. Desproveerte de esa imagen es poco inteligente. Tiene que haber cierta distancia entre quien ejerce el poder y el resto de los mortales. Es necesaria. Ni el Papa se comporta como un párroco, ni el párroco como el Papa. Con la estrategia de ser como los demás, se corre el riesgo de que la gente piense que un tipo tan normal no debe ser ministro", reflexiona un dirigente del PP que ha trabajado en las estrategias del poder en varias legislaturas.

El interés por convencernos de que son gente corriente tiene que ver también con el descrédito y la desafección. La obsesión porque no se les incluya en el saco de la clase política -siempre que dices clase política en su presencia, te corrigen y medio abroncan- les empuja a buscar otro colectivo del que formar parte, y qué mejor que pertenecer al grupo mayoritario para evitar ser señalados. Por mucho que se empeñen en ser del conjunto gente normal, no dejarán de ser un subconjunto. "¿Qué entiende Soraya por una mujer normal, que va al supermercado? ¿Es una mujer normal una madre joven que mete doce horas en el despacho oficial y está rodeada de secretarias, temas de estado, asuntos que afectan a millones de ciudadanos? ¿Una madre normal que va al super lleva escoltas y chófer? Es el mismo tic de Rajoy cuando dice 'lo que Dios mande, o como Dios mande'. ¿Es qué tenemos un presidente que habla todos los días con Dios, que le dice lo que tiene que hacer? Entonces no hace falta que hable con Bruselas y sea tan obediente. Pero sobre esto de obediente con Bruselas, -no sé si tanto como con Dios- responde a lo que los viejos antes llamábamos una perspectiva de clase", dice con ironía uno de los hombres más destacados de estos 30 años de democracia, y que ha mantenido estrecha relación con todos los presidentes.

Qué transmite más seguridad, ¿saber que personas como tú dirigen tu destino o pensar que personas extra capacitadas se encuentran al frente de esta difícil situación? El catedrático de Ciencia Política de la Autónoma, Fernando Vallespín, opina que "por una parte quieren acercarse a la gente de la calle, al ciudadano que lo está pasando mal con sus políticas. Eso también lo intentó hacer Zapatero, lo de demostrar que no están en una burbuja, conociendo el precio del café, por ejemplo y se equivocó en los céntimos. Pero también están jugando la carta tecnocrática: Sí, me duele lo que hay que hacer pero lo hago porque es lo que manda el jefe que hay que hacer. Lo mínimo que se debería hacer es lograr el consenso básico con otras fuerzas políticas sobre los problemas más graves. El fallo de este año que han gobernado como normales es que no han sabido explicar las decisiones que han tomado, ni hacerse cómplices de la gente, por lo menos de quienes no son su gente en un momento tan duro. Eso ocurre porque juegan a la política pequeña y estrecha pensando en las elecciones. Atentos ahora, porque a partir del lunes que viene, el día siguiente de las elecciones en Cataluña, tienen dos años por delante sin ataduras electorales, sin ningún tipo de hipoteca política, lo cual puede ser preocupante. Nos vamos a enterar si empiezan a aplicarse en ser auténticamente tecnócratas".

¿Sabrán de verdad lo que siente cuando de un sueldo de 1.200 euros hay que pagar 1.000 de hipoteca para no quedarte sin casa y alimentar a toda la familia gracias al arroz y el azúcar de Cáritas? ¿Es posible imaginarse al presidente visitando un comedor social para conocer de primera mano las necesidades de esa deteriorada clase media, sin miedo a que le abucheen? ¿Basta con definirse como gente normal?

"Nuestros representantes deben hacer un esfuerzo por mostrar esa otra realidad, lo que le afecta a la vida cotidiana. Esa imagen de que el político que conocemos es un profesional del que no tenemos datos sobre como vive, es malo. Por eso me parece bueno querer ser gente normal. Seguramente no es casual. Los representantes deben notar el aliento de la desafección. Los electores les hacen sentirse culpables de unos privilegios, que en unos casos serán reales y en otros no. Una estrategia de proximidad, de ponerse en la piel del otro, me parece una buena iniciativa. Otra cosa es que los partidos están fracasando en ofrecer talentos profesionales que se puedan dedicar por un periodo finito a la vida pública. Los ciudadanos esperan de nuestros representantes una excepcionalidad y una preparación, esto es exigible. Lo que pasa es que el proceso de selección es deficiente y eso deteriora la calidad de la función pública", advierte Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicación política.

Acabamos sin una solución clara, pero nos han hecho reflexionar. La solución no es un tecnócrata, hiperformado pero que no pisa la calle; y sí, los políticos pueden e incluso deben de ser gente corriente, pegados a la realidad. El problema es que cada día vemos lo lejos que están de esa realidad y hay que distinguir entre gente normal pero preparada y gente mediocre.

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Ana Ramírez Cañil es periodista. Nació en Madrid, pero es de Rascafría. Ha trabajado en Cinco Días, en la revista Mercado, en la primera La Gaceta de los Negocios. Entre 1984 y 1985 vivió en Nueva York. Redactora jefe del semanario El Siglo, directora de «Informe Semanal», delegada de El Periódico de Catalunya en Madrid, subdirectora de soitu.es. En 2010 crea con Pilar Portero la web de política y economía tu2is.es. Es Premio Espasa de Ensayo por La mujer del Maquis y autora de Si a los tres años no he vuelto (Ed. Espasa). Sigue a Ana Cañil en Twitter en http://twitter.com/anarcanil Pilar Portero es periodista, ha trabajado, por orden cronológico, en Radio3, en la revista de información general El Siglo, en el Negocios de El País, en el Magazine de El Mundo, en la Sección de Madrid de El Mundo, en elmundo.es, desde el año 2000. Es una de las fundadoras de soitu.es, en donde trabajó desde 2007 hasta el cierre. En 2010 crea con Ana R.Cañil la web especializada en política y economía tu2is.es. Sigue a Pilar Portero en Twitter en http://twitter.com/pilarportero