Un, dos, tres... destripe otra vez

Un, dos, tres... destripe otra vez

Sea cual sea la forma en que se quiera aprovechar Halloween, es necesario recordar la relación de España con el cine de terror. Y el padre del género en este país es el creador del Un, dos, tres, Chicho Ibáñez Serrador, con sus Historias para no dormir y ¿Quién puede matar a un niño?.

RAFA GARCÍA DE LA MATA

En España, de toda la vida, nos gusta el terror. Desde Don Juan Tenorio a Rec, pasando por los cuentos de Bécquer o Un perro andaluz de Buñuel, lo macabro forma parte de la cultura española tanto como la copla.

Se acerca el Día de Todos los Santos, o Halloween, o El Día de Muertos, da igual el que se elija. Todos ellos sirven para hablar de la muerte sin tabúes, como reflexión, recuerdo o celebración. Es una fecha que tiene como protagonista a lo tétrico y a lo siniestro, y la tradición en nuestro país ha pasado de una solemnidad religiosa a una fiesta cultural con toques americanos, tanto del norte como del centro y sur del continente. Ya no nos regodeamos en la tristeza, sino que lo pasamos bien pasándolo mal.

No sería atrevido afirmar que el cine ha sido, al menos, una pieza clave en esa transformación. El monstruo de Frankenstein ha pasado al imaginario colectivo casi como un logotipo; Drácula ha prestado su nombre a helados, caramelos y cereales; Jack el Destripador tiene más de mito que de realidad; y la sangre se vende en botes de plástico en tiendas de maquillaje. Todo ello gracias a poco más de cien años de cine convirtiendo el terror en diversión.

Los clásicos, bien conocidos por todos, son todos norteamericanos. Pero en España, el terror se ha mantenido con fuerza incluso durante los años de la dictadura. Es el único género que se enfrenta a la censura con sangre, tripas y asesinatos, porque la sutileza en el terror no tiene sentido.

En España, el terror se ha mantenido con fuerza incluso durante los años de la dictadura.

HISTORIAS PARA NO DORMIR

El padre del terror en España es el archiconocido por los amantes del género, Chicho Ibáñez Serrador. El creador del Un, dos, tres es un fanático de las historias de misterio y de terror, y durante muchos años aterrorizó a los espectadores con su serie Historias para no dormir. El programa, que se inspiraba directamente en la magnífica The Twilight Zone (En los límites de la realidad) de Rod Serling, y en Alfred Hitchcock Presenta, contaba relatos de misterio originales o que adaptaban clásicos de Poe, a menudo escritos por el propio creador de la serie, que firmaba como Luis Peñafiel.

Actualmente, en la web de RTVE se pueden ver la mayoría de los capítulos; si tuviera que recomendar uno, sería sin duda El televisor.

Si las historias para no dormir de Chicho Ibáñez Serrador despiertan tu curiosidad, el siguiente paso que deberías dar, como ya recomendé el año pasado, es su segunda película: ¿Quién puede matar a un niño?. Aterradora y salvaje, es una de las películas de género menos conocidas y más originales que se han hecho en España.

CORTAS PERO ATERRADORAS

Otro de los maestros del terror con trayectoria televisiva es Antonio Mercero, director de Verano azul y Farmacia de Guardia. Antes de dirigir su primera serie de televisión, Crónicas de un pueblo, dirigió un mediometraje que llegó a ganar un Emmy al mejor telefilm en 1973, entre otros reconocimientos internacionales. La cabina es una historia de angustia con toques kafkianos que vive José Luis López Vázquez es una joya de lo que más tarde se conoció como terror psicológico, pero que es, sin duda, una historia de miedo puro.

Más tarde, ya en los 2000, Mercero dirigió otro telefilm un poco más largo que ha pasado desapercibido incluso para los fanáticos del género. La habitación blanca vuelve al tono desesperado y al desasosiego de La cabina, una historia extraña que recuerda a la madre de todas las series de misterio: The Twilight Zone.

FACTORÍA DE TERROR

Tanto nos gusta en España el terror que, por las mismas fechas que Mercero lanzaba La habitación blanca, Julio Fernández se asociaba con Brian Yuzna para fundar Fantastic Factory, una productora española con intención de crear una industria de cine de terror y fantástico.

Aunque llegaron a producir nueve películas, el problema de la Fantastic Factory, al menos a nivel artístico, fue fijar la mirada en el cine exploitation de los años 70 o en el fantaterror español de la misma década. Películas malas, con alto contenido de gore y sexo pero con poca ambición creativa y, sobre todo, en el guión, hicieron del sello, propiedad de Filmax, un interesante intento de recuperar un género malentendido por la mayoría de los espectadores, pero un desastroso desfile de películas que parecían competir en caspa. Las nefastas críticas de expertos y público llevaron a su cierre en 2007.

No obstante, sus películas han pasado a un lugar de culto privilegiado, como una rareza dentro del imaginario terrorífico español, con algunos títulos interesantes y algunas escenas para el recuerdo. De todas ellas, Darkness y Dagon, la secta del mar son, posiblemente, los títulos con mejor resultado de toda su andadura.

Segunda en la filmografía de Jaume Balagueró, Darkness es la película de la Fantastic Factor que más seriedad y buen hacer presenta, con actores de la talla de la oscarizada Anna Paquin (El piano). El director, que daba otro paso más en el género de terror antes de consagrarse con Rec, quiso aprovechar la ocasión que le brindaba Filmax para hacer una historia que aprovechase la faceta de terror mucho más que la de acción o casquería que impregnaban el resto de títulos del sello.

El caso de Dagon es diferente. Aunque mantiene el tono ingenuo y cutre de la Fantastic Factory, cuenta con la dirección de Stuart Gordon, especializado en adaptar relatos de H.P. Lovecraft, aunque ninguno de ellos con mucho tino. No obstante, la traslación del universo lovecraftiano a las costas españolas da a la película un aura especial que no se había tratado en demasiadas ocasiones. Por otra parte, se trata de la última película de Francisco Rabal, que protagoniza una de las escenas más espeluznantes de la historia del cine gore y de terror.

Sea cual sea la forma en que se quiera aprovechar la festividad de los muertos, es necesario recordar la relación de España con el cine de terror y recuperar alguna de estas películas de vez en cuando. Es una pena, sin embargo, observar cómo un buen número de títulos españoles se han rodado en inglés, con reparto y directores anglosajones, con la intención de vender el producto en otros mercados que no sean hispanohablantes. Amenábar, Balagueró y De la Iglesia han caído en el terreno del cine en inglés, alejado de la idiosincrasia y la cultura española. Se ha imitado el modelo de otros países hasta el punto de perder el idioma, además de los rasgos culturales que deberían definir a unos personajes que, al fin y al cabo, viven en España.

Existen excepciones con repercusión internacional, como El orfanato, de Juan Antonio Bayona o Mientras duermes, de Jaume Balagueró. Pero ambos directores continúan generando historias que imitan el modelo estadounidense. En el caso de Bayona, se aleja cada vez más de las historias de aquí para convertirse en una réplica de los cientos y miles de directores de efectos especiales que pululan por Hollywood. Balagueró, por su parte, está a punto de estrenar Muse, grabada en inglés; huye del panorama español para buscar inspiración.

Entre los nuevos creadores se encuentra Víctor Matellano, otro director de género que ha surgido en los último años y que también se mantiene en el rodaje en inglés, homenajeando lo peor de la caspa y el cine malo del fantaterror español.

Veremos si el terror español evoluciona por su propio camino, o continúa alimentándose de sus propias carencias; o peor aún, de las carencias del cine norteamericano.