Londres. Dime qué bici llevas y te diré quién eres
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Londres. Dime qué bici llevas y te diré quién eres

En España no somos muy amigos de las bicicletas y siempre que podemos echamos la culpa a la geografía del país, con esas carreteras tan empinadas y montañosas, esos caminos estrechos y angostos que ni siquiera una bicicleta pasa por ellos. Mentira. Las bicicletas en Londres son para todos.

Es cierto que en España no somos muy amigos de las bicicletas y siempre que podemos echamos la culpa a la geografía del país, con esas carreteras tan empinadas y montañosas, esos caminos estrechos y angostos que ni siquiera una bicicleta pasa por ellos. Mentira. No usamos bicicletas porque tenemos coches e, incluso, nos podemos permitir tres o cuatro vehículos por familia. "Es que es muy peligroso", argumentan; "hace mucho frío y llueve", señalan otros. El caso es buscar excusas. ¿Cómo es posible entonces que en una ciudad como Londres, con frío, lluvia y carreteras peligrosas, se use tanto la bicicleta? Amigos, es la mentalidad.

En todas nuestras cabezas permanece esa imagen de aquel suelo azul sobre el que apoyabas tu pie izquierdo intentando no caerte de aquel sillín de bici que tu padre había subido más de la cuenta. Equilibrio conseguido, eras tú y aquellos pasillos de esa tienda de Decathlon que te hacían sentir que estabas preparado para el próximo Tour de Francia. "Vamos Lance Armstrong", bromeaba tu padre. Y tanto. Y yo me pregunto, ¿qué ha pasado con ese espíritu deportista?, ¿son las bicis sólo para los niños?, o cómo dijo aquel, ¿son sólo para el verano? Sin ir más lejos, mi compañero de piso, el australiano Will Harbison, usa su bicicleta ya nieve, truene o haya un tsunami. Se limitará a comentarlo mientras coincidimos tomando un café: "Uhm, it´s raining. What a shitty wheater!" (Uhm, está lloviendo. ¡Qué tiempo de mierda!). Pero en ningún momento decide no cogerla. Eso es un tío.

 

Mi compañero de piso Will con su bicicleta en Bethnal Green Road. FOTO: RGS

Pero las bicicletas aquí son para todos y bajo esa creencia nació en Londres un proyecto con tantos detractores como partidarios: una idea para acercar la bicicleta al pueblo por un módico precio, despejando así la ciudad de vehículos privados e, incluso, liberando espacio en el transporte público. Me refiero a las Boris bikes o las Bicicletas Barclays, esas famosas bicis azules que inundan el centro y parte de la periferia de la ciudad. Por sólo una libra o pound -moneda utilizada por estos lares- el usuario, que debe ser mayor de 14 años si quiere estar cubierto por el seguro que ofrece el propio alquiler, puede disfrutar de una bici durante 24 horas. ¡Genial! Sí, pero hay truco. Y lean atentamente. La bicicleta se debe dejar antes de los 30 minutos en cualquiera de las bases repartidas por todo Londres, entonces se esperaría 5 minutos y se cogería un nuevo velocípedo. De lo contrario, y puesto que estas bicis sólo se pueden adquirir utilizando una tarjeta de crédito -nada de efectivo-, la empresa cargaría otra libra a la cuenta.

 

El sistema Barclays Cycle Hire ofrece 8.300 bicicletas a lo largo de 15.000 bases repartidas por todo Londres. Foto: RGS

Cuenta que iría aumentando. Pasarse de la primera media hora sólo supone una libra más, sin embargo a partir de ahí la factura sube de 4 a 6, 10 y 15 libras por cada media hora extra hasta las 3 horas. De ahí que si nos pasáramos de las 24 horas sin haberla dejado cada 30 minutos, como rezan las normas de uso, la broma nos saldría por 150 libras. ¡Sorpresa! Independientemente de estos pequeños detalles de la vida, las Boris Bikes, llamadas así coloquialmente en honor al promotor del proyecto, el alcalde de Londres, Boris Johnson, son una gran alternativa al muchas veces tedioso transporte público. Ideal tanto para distancias cortas -y evitar así la hora punta del Metro- como para un domingo soleado por Hyde Park.

 

Bases donde coger y dejar las 'Boris bikes'. Foto: Google Maps

Detrás de todo esto, hay una subcultura de amor por las bicicletas que adquiere un matiz diferente en el Este de Londres. Un matiz de modernidad y clase social, algo así como dime que bici llevas y te diré quién eres. Montar una bicicleta en esta ciudad se ha convertido en un distintivo y, de esta manera, han aparecido de la nada Bike Cafés, lugares donde uno puede tomarse un zumo de pera recién exprimido mientras le ponen a punto su bicicleta, compra algún accesorio de la larga lista de merchandising que ofrecen o, simplemente, se deja ver. Entre mis favoritas están Look Mum No Hands! -que es algo así como '¡Mira mamá, sin manos!'- en el 49 de Old Street en Clerkenwell, o Lock 7 Cycle Café en el 129 de Pritchards Road, muy cerquita del Regent's Canal y el romántico Broadway Market.

 

La tienda Look Mum No Hands! Foto: CyclingAge

En estos establecimientos se pueden encontrar bicis nuevas o de segunda mano desde 500 a 9.000 libras, sin embargo uno de los reyes en la venta de bicicletas usadas es el improvisado puesto -si entendemos puesto por un tramo de acera inundado de bicis cada cual en peor estado- que cada domingo se instala en el mercado de Brick Lane. Allí, desde primerísima hora de la mañana, una furgoneta que normalmente aparca en la cercana Cheshire Street descarga un buen número de velocípedos que irán a parar a este mercadillo ambulante. De dónde vienen esas bicicletas -que van desde las 20 a las 80 libras- y a dónde irán a parar queda entre el vendedor y el comprador.

 

Kimberley Hubber, arquitecta, compró su bici de segunda mano a las afuera de la ciudad por 45 libras. FOTO: RGS

El mercado negro de bicicletas es una realidad que se palpa en las calles. Solitarios cuadros de bici anclados a farolas a modo de esqueletos, candados y cadenas en verjas pero sin nada que asegurar, bicicletas mutiladas sin frenos, ruedas o sillines... todo un campo de batalla. Da igual lo que a uno le hayan robado, el que vive en Londres sabe a qué mercadillo de barrio acudir para recuperarlo. Por otro lado, en el mercado legal, su venta a precios desorbitados simboliza una burbuja que no muy lejos anda de la inmobiliaria y que, todos ya sabemos, cómo terminó. Pero no hay oferta sin demanda, y si la gente compra, ¿por qué no voy a vender? Mientras tanto, a los indecisos nos quedan dos opciones, alquilar otra Boris Bike o pedirles a los Reyes Magos que nos traigan una. ¿De dónde? No preguntes. Pedalea.