Diario de un superviviente del asfalto

Diario de un superviviente del asfalto

La vida en ocasiones puede ser complicada, diría incluso que dura. Y al empezar la semana solemos ser especialmente conscientes de ello. Pero hay elementos que contribuyen a pilotarla de otra forma.

Lunes. La vida en ocasiones puede ser complicada, diría incluso que dura. Y al empezar la semana solemos ser especialmente conscientes de ello. Toca llevar a los niños al cole y hoy, además, la abuela tiene visita al médico, así que completamos la mañana acompañándola a pasar esa revisión. La mujer ya está mayor... Al menos ha coincidido que estos días conduzco un monovolumen que apuesta por la polivalencia de uso, veremos si es verdad. Lo que sí que he comprobado al primer golpe de vista es que el nuevo Ford S-Max es muy chulo, les ha quedado realmente bonita la puesta al día del diseño y eso que el anterior ya estaba entre los más atractivos de su estilo. Aunque de poco sirve la estética sin funcionalidad, pero en este caso parece que ambas no están reñidas: la suegra (detalle éste sin mayor trascendencia, nos llevamos muy bien) accede con facilidad al habitáculo y dice sentirse muy cómoda en el asiento. Me sorprende, porque no suele hacerlo, que se fije en que el coche es amplio, le gusta la sensación y también que el sol ilumine el interior a través de un enorme techo acristalado. Al menos hemos empezado la jornada dándole una alegría a la abuela...

Martes. Toca viaje de trabajo. Una de esas distancias en las que el coche es el mejor aliado, demasiado corta para el tren o el avión y perfecta para las ventajas del coche particular. Unos 250 kilómetros de ida y otros tantos de regreso, de puerta a puerta para ganar tiempo, así que voy a poder probar cómo se desenvuelve el S-Max en este terreno. La versión que conduzco lleva un motor turbodiésel de 150 CV con un cambio automático de seis velocidades, una potencia que de antemano me parece suficiente para un coche como éste, que es grandote y acumula los kilos correspondientes. Ya en carretera abierta verifico que en efecto sus respuestas son ágiles y contundentes, la transmisión de doble embrague realiza su tarea con efectividad y es sumamente sencillo mantener el promedio legal de velocidad de la autovía. Y a ese ritmo, muy por debajo del potencial de este monovolumen, el indicador de consumo no pasa de los 5,5 litros a los cien. Realmente satisfactorio para un automóvil de sus características... Aunque lo mejor es la seguridad de su conducción; los últimos kilómetros del viaje son ya fuera de autopista, por una carretera nacional en la que el Ford se revela muy estable, preciso de dirección y sin balanceos de la carrocería. Es un monovolumen por muchas de sus virtudes pero desde luego no lo parece por su comportamiento de GTI, más próximo al de una berlina que al de cualquiera de sus rivales de segmento.

Jueves. El viaje por carretera me motivó y sirvió para romper la rutina de la semana, volví a casa encantado, recordando por qué me gusta tanto conducir y sobre todo un coche tan efectivo como éste. Hoy la cosa es diferente, reunión en el centro de la ciudad. Marrón a la vista. El tráfico, el aparcamiento, las calles estrechas, los conductores irritados... Me consuela que el ambiente en el S-Max es muy agradable, nada de agobios de espacio, muchos huequitos para dejar todo lo que llevo en los bolsillos (llaves, teléfono, cartera), un buen equipo de audio, el móvil conectado fácilmente al Bluetooth por si entra alguna llamada y la climatización adaptada a mi gusto ahora que los niños ya se han quedado en el cole. Todo a punto para soportar con resignación lo que nos trae el caótico tráfico urbano (no sé si la crisis ha acabado, ojalá, o que el combustible está más barato pero los últimos meses han sido de locura en Madrid). Me preocupa cómo se desenvolverá en este entorno una carrocería de 4,80 metros de longitud y 1,90 de anchura. Y obviamente grande es, por lo que hay que calcular bien el tamaño del hueco que queremos ocupar en la calzada o los giros que realicemos, pero el Ford se mueve mejor de lo que esperaba, sobre todo gracias a una dirección que se maneja con un dedo. A la hora de aparcar el planteamiento es idéntico: tendremos que encontrar una plaza libre que se adapte a sus dimensiones (más complicado, lógicamente, que hacerlo para un pequeño utilitario) y a partir de ahí nada que objetar. Sobre todo porque la ayuda al estacionamiento que lleva el S-Max nos permite automatizar el proceso con una facilidad pasmosa. No suelo utilizar estos sistemas (soy de la vieja escuela y lo de aparcar a la primera se convierte en un pequeño reto cotidiano, también más sencillo si se cuenta con una magnífica cámara de visión posterior) pero debo reconocer que el de Ford funciona francamente bien. Prueba superada.

Viernes. Acaba la semana laboral. Por fin, pensé que este día no llegaba jamás. Sólo que no vamos a terminarla de cualquier modo, vamos a hacerlo a lo grande: fiesta infantil de cumpleaños. Ni más, ni menos. Un desafío de esos que ponen a prueba la paciencia de cualquiera y puede causar más quebraderos de cabeza de los previstos. Por ejemplo, organizando la logística de traslado hasta la dichosa piscina de bolas... Aunque esta vez, como ya sucedió con la abuela el lunes, el S-Max acude a mi rescate. Me parece un acierto que de serie lleve siete plazas, porque las dos últimas de la tercera fila quedan perfectamente escamoteadas en el piso del enorme maletero y en días como hoy pueden llegar a evitarte un ataque de nervios. Los niños se reparten en cada una de las seis plazas que quedan libres conmigo al volante como si lo hubieran hecho toda su vida, acceden a ellas con facilidad y se lo pasan en grande yendo todos juntos al gran evento de la semana. Y de remate, les dejo boquiabiertos demostrándoles cómo este cochazo puede aparcar solo. Casi magia...

Sábado. Ahora sí que sí. Llegó mi momento. Me olvido de la corbata (cada día entiendo menos para qué sirve llevarla), de las reuniones y del ordenador. Momento para la salida en bici con los amigos, vamos a ver si realmente el S-Max es tan capaz como parece, lo usamos dos con nuestras monturas para llegar hasta el inicio de la excursión. Para empezar, un lujazo que el portón del maletero se abra de forma automática con un gesto tan simple como pasar el pie por debajo del paragolpes, así que no debo soltar la bici ni la bolsa con los bártulos para hacerlo; la funcionalidad se complementa al abatir la segunda fila de asientos igualmente de forma rápida y cómoda, con una pulsación de botón, proporcionando una enorme superficie de carga, larga (dos metros), ancha y plana, perfecta para colocar nuestras bicis. Más cómodo, imposible. Y así nos ponemos en marcha, dispuestos a disfrutar de un gran día de ejercicio y naturaleza. Antes de empezar a pedalear, me propongo deslumbrar a mi amigo Miguel (que ya se ha quedado boquiabierto con el portón que se levantaba sin tocarlo) con las otras muchas cosas que hace este Ford; así que en carretera le enseño cómo mantiene la velocidad según lo que indican las señales de tráfico o su capacidad para avisarnos e incluso tomar el control de la dirección si detecta que nos salimos del carril. Miguel ya sabía que estos sistemas existían, le gustan los coches, pero comprobar su funcionamiento me da la impresión que le hizo mirar con otros ojos al S-Max. Porque su vida es tan complicada como la mía y necesita toda la ayuda posible para sobrevivir cada día...

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