España, la vida sobre un 'polvorín' forestal

España, la vida sobre un 'polvorín' forestal

CantabriaRosa Tristán

Llevo más de 30 años visitando de forma recurrentemente Cantabria. He visto cómo la ganadería ha ido desapareciendo, los prados se van convirtiendo en bosques, la maleza crece desordenada, las fuentes se secan y lo que era un verde luminoso aún en verano... amarillea. Ahora me paseo entre auténticas yescas y aunque recogemos la leña para nuestro hogar, no no damos a basto y temo lo peor. La peor pesadilla: que un día ese maravilloso bosque de robles de la imagen desaparezca. Y es que comienza la era de los "superincendios", según avisa la organización WWF España en el informe "Fuego a las puertas" que acaban de publicar, pero no queremos darnos cuenta. También calculan que al año destinamos 300 millones de euros a la prevención de los fuegos forestales. "¿Y cuánto a la limpieza?". Un misterio. Es la cifra que nadie quiere dar, que ya es para temerse lo peor. En realidad, 300 millones de euros, no me parece caro para salvar los bosques de las llamas. Es lo mismo que la cláusula de rescisión del contrato de un conocido futbolista o lo recaudado en Madrid en un fin semana gracias a un famoso festival. Sirva esta comparación para ponerlo en su justa medida.

No es que la extinción funcione mal. ¡Qué va! Según WWF, el 74% de los incendios se apagó en 2016 antes de que se quemara una sóla hectárea, y eso es un gran éxito. El problema es que están proliferando fuegos que resultan incontrolables (caso Doñana, o Río Tinto, o la Sierra Calderona... por decir los últimos ocurridos estos días). Son incendios 'explosivos', como los calificaba Lourdes Hernández, autora del informe que no sólo seguimos provocándolos (el 96% se deben a la acción humana), sino que aumentan exponencialmente el riesgo para las vidas humanas en la medida que 'colonizamos' o 'urbanizamos' los bosques sin ningún tipo de conciencia de donde estamos. Desde luego, es evidente que esos 'superincendios' requieren 'supermedidas' para evitarlos, y 'super-presupuestos' para poder trabajar en ellas. Si ahora se estima que hay una media de 19 al año (de los 12.500 fuegos forestales que sufre nuestro territorio al año), WWF ha constatado que están en aumento y augura que así seguirán mientras la yesca se hace dueña de unos parajes cada año más secos, con menos lluvias y con aún más escasa gestión.

"Hemos comprobado que los grandes incendios aumentan un 25% su tamaño y un 50% la superficie afectada. Esto no son sólo es un problema forestal o rural sino de emergencia civil, porque cada vez hay más personas que ponen en riesgo su vida, que tienen que ser desalojadas. Son incendios más difíciles de apagar y los servicios de extinción también arriesgan su seguridad", recordaba Hernández.

El cambio climático, el abandono del campo y el caótico desarrollo de urbanizaciones en medio de pinares, robledales o encinares convierten a los bosques en 'polvorines'.

Tres son las causas que convierten los bosques en 'polvorines' : un cambio climático que nos hace batir récords de temperatura cada año y enferma los bosques; un abandono del campo, del mundo rural que antes gestionaba los recursos madereros manteniendo la salud de la masa forestal, como compruebo en la cornisa cantábrica; y un caótico desarrollo de urbanizaciones, en medio de pinares, robledales o encinares, que 'lucen' estupendas en los folletos promocionales, pero que no sólo no tienen en cuenta que están en zona de riesgo de incendio, como señala WWF, sino que incrementan la posibilidad de que se produzcan ya sea por descuidos o accidentes. "Sin embargo, no hay una cartografía que indique cuáles son las zonas de alto riesgo de incendio. Los últimos datos son del año 2000 y señalan que había un 4% de zonas periurbanas forestales (zonas de riesgo)" , recordaban en WWF.

Si a ello se suma que, según denuncia la organización, la normativa de prevención está descoordinada (por un lado va la Ley de Montes, por otro las normas de urbanismo y por su lado las de Protección Civil) y que las construcciones ilegales acaban por legalizarse (del mismo modo que pozos ilegales, como los del entorno del Parque Nacional Doñana, siguen explotándose como si no fueran una barbaridad), ya tenemos la cerilla sobre la yesca. Y para evitar que prenda y la llama se extienda, apenas un gasto de 12 euros por hectárea ¡al año¡, que sería lo que se gastaría en limpiar, mantener, gestionar, informar para prevenir, etcétera. Y digo sería porque, por lo visto, de esos 300 millones de euros un buen pellizco se van en abrir pistas contra-incendios o dejar depósitos de agua, algo más relacionado con la extinción del fuego que con evitarlo.

Enrique Segovia, coordinador de Conservación en WWF, comentó algunas de las soluciones evidentes a este "fuego a las puertas", pocas pero algunas a largo plazo y, por tanto, poco 'rentables' en votos y muy rentables 'a futuros'. La primera, dar a conocer el riesgo real de las zonas, que todo el que tiene una casita como la del cuento sepa que está en un área de posible incendio y, a ser posible, cuidarlo (muy impopular entre los constructores). La segunda, no permitir que las zonas forestales se urbanicen (aún más impopular que la anterior). La tercera, realizar una buena gestión de los bosques, y ello pasa por su explotación controlada, por fomentar el retorno al ámbito rural y apoyar a los productores locales (¿para qué pudiendo ser camareros a 8 euros la hora?). Y la última, informar y comunicar del riesgo, más allá de ponerlo en los paneles de las autovías, que ya se me ha olvidado el último anuncio televisivo sobre el tema.

Yo añadiría otra: denunciar a quien consiente esas urbanizaciones, a quien recorta los presupuestos, a quien permite que exista una carbonera junto a un Parque Nacional (Doñana) sea o no culpable del incendio, a quien no protege estos bosques que nos dan la vida mientras nosotros se la quitamos.

  Mirador de Piedrasluengas (Cantabria).Rosa Tristán

Este post se publicó originalmente en el blog de la autora.

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