Los atajos sanitarios

Los atajos sanitarios

EFE

La historia nos condiciona mucho más de lo que solemos suponer. En el país que inventó la picaresca y donde la supervivencia ha sido deporte nacional durante siglos, hay algo que suele gustar a casi todos: los atajos.

Este recurso ha ahorrado tiempo y esfuerzo desde siempre, permitiendo alcanzar lugares y objetivos con menos gasto. Nuestras élites son líderes mundiales en su complejo desempeño, siendo esta una de las principales señas de identidad de la marca España. Toman atajos, desde la Casa Real a los principales líderes políticos, económicos y financieros, seguidos a distancia por el resto de ciudadanos que no quieren quedar atrás en el ejercicio de tan ardua tarea, ya sea que se enfrenten con Hacienda, con la solicitud de una plaza de colegio o guardería, con peticiones de ayudas o subvenciones o cualquier trámite o gestión pública o privada.

En el mundo sanitario pasa igual. ¿Para qué esperar la cola que hay en la puerta principal del edificio si puedo entrar por la de atrás o por una ventana? Y de este modo, el personal se apunta por ejemplo a una póliza de seguro privado que les permite acceder directamente a las ansiadas pruebas y complejos tratamientos sin demora, y sin pasar por la puerta del sistema, va directamente a urgencias por cualquier cuestión o busca algún enchufe debajo de las piedras.

El problema es que las casas se suelen construir con puertas por alguna razón, y en el caso sanitario, con bastantes. La entrada a la sanidad tiene lugar por los centros de salud, que ofrecen además uno de los valores principales de todo el sistema: profesionales sanitarios accesibles especializados en nuestro acompañamiento a través de todas las eventualidades que los tiempos de enfermar nos puedan causar. Disponer de un médico o enfermera de referencia que nos conozca bien es quizá lo que más nos puede ayudar a mantener la salud y evitar la enfermedad en coordinación con un buen sistema de base hospitalaria cuando se precisen intervenciones diagnósticas o terapéuticas más complejas.

Acceder al sistema nacional de salud por la puerta de atrás del enchufe o por la ventana del seguro privado tiene riesgos de exceso de pruebas y de tratamientos.

Acceder al sistema nacional de salud por la puerta de atrás del enchufe o por la ventana del seguro privado tiene riesgos de exceso de pruebas y de tratamientos. Hacer más pruebas suele gustar a la mayoría, que lo interpreta como más calidad sin saber que su exceso tiene efectos indeseables y problemas, como todo fármaco o intervención sanitaria. En sanidad, más no es sinónimo de mejor. Cada cual precisa un grado de intervención de su talla. Proporcionar cuidados en exceso o defecto da problemas. Calibrar nuestra talla es la labor de nuestro médico de familia de referencia, que es precisamente a quien evitamos cuando en lugar de acudir a él, en primer lugar optamos por pedir una prueba en el seguro privado, acudir a un homeópata o tratar de importunar al cuñado internista.

La sanidad es un laberinto. Sin un buen hilo de Ariadna, entrar en él es temerario. Es cierto que en muchas ocasiones encontramos médicos de familia sobrecargados, inoperantes, quemados o simplemente con un mal día. Es cierto que no es fácil explicar que, de momento, no es prudente pedir una prueba o iniciar un tratamiento. Es verdad que a veces salimos de la consulta sin sentir que en los seis minutos reservados nos han atendido bien.

De todas formas, si le sirve de algo mi criterio, sigan entrando al edificio sanitario por su puerta principal y no por los atajos de urgencias (para temas menores), enchufes o seguros privados "para adelantar". Evitarán problemas. Los atajos sanitarios implican atravesar zonas peligrosas, a lo mejor llegan un poco antes, pero con toda probabilidad lo harán más maltrechos.

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