A de Alepo

A de Alepo

En este mundo muggle podemos elegir ser magos o mortífagos, sólo si somos capaces de acabar con el odio por medio del amor. Los niños que viven en las zonas de conflicto siguen con vida gracias a la fuerza del amor que se convierte en una acción por el cambio. Pero en Alepo, esos niños están ahora más huérfanos desde la muerte de su último pediatra.

Smoke rises after an airstrike in the rebel held area of old Aleppo, Syria April 18, 2016. REUTERS/Abdalrhman IsmailReuters Photographer / Reuters

Querido compañero superviviente:

Si estás leyendo esto significa que te encuentras en un lugar más o menos seguro donde no hay ataques aéreos o de aviones no tripulados. O a lo mejor sí, a lo mejor oyes disparos de fondo, pero tienes una conexión WiFi segura. Independientemente del caso, agradezco que tengas Internet.

Es fácil perder de vista a la primera letra del abecedario.

A menudo olvidamos las primeras cosas que aprendemos cuando pasamos a aprender cosas más grandes y complejas. Pero todas las letras del abecedario importan y sólo se pueden construir palabras cuando utilizamos el abecedario entero. Del mismo modo que todas las ciudades afectadas por un conflicto importan. Como es el caso de Alepo (Siria) donde, hace unos días, el doctor Mohammed Wassem Maaz, uno de los últimos pediatras que quedaban en Alepo, murió en un ataque al Hospital Al Quds. Estaba tan entregado a curar a sus pacientes que se quedó en Alepo después de que su familia huyera hacia Turquía.

Según Médicos Sin Fronteras, sólo en 2015 tuvieron lugar 94 ataques contra hospitales a los que la organización apoyaba en Siria. Y en lo que va de año, estos hospitales ya han sufrido 11 ataques. Resulta obvio que no hay ningún tipo de distinción entre lo que debería estar protegido por la ley humanitaria internacional en calidad de instalaciones médicas y entre lo que sería un objetivo razonable para atacar en una guerra.

Es fácil pensar que los superhéroes sólo llevan capa.

Porque al cerebro le gusta lo fácil. Pero, afortunadamente, no aprende a base de cosas fáciles. Aprende a base de cosas difíciles y de desafíos, así se forman los nuevos circuitos neurológicos segundo a segundo: cuando pasamos de una tarea a otra, cuando aprendemos una nueva habilidad, cuando recordamos algo o cuando relacionamos algo que hasta entonces no habíamos hecho. Un ejemplo claro son los médicos y las enfermeras. No llevan capa, pero se ponen su uniforme y dejan de tener su vida para salvar las de otros. Porque eso es lo que hacen los héroes.

A pesar de todo tipo de adversidades, deciden dedicar su vida al servicio de los demás. Después de pasar días, noches y años agotadores aprendiendo partes del cuerpo que ni siquiera son capaces de pronunciar, se dedican a curarlas y a estar de guardia: han elegido vivir este estilo de vida de superhéroes que se basa en dormir poco y curar mucho durante el resto de su vida. Eso es lo bonito de la medicina: tener la oportunidad de elegir curar en vez de hacer daño.

Y aunque las horas se alarguen y los días sean duros, el subidón de adrenalina hace acto de presencia cuando ven cómo vuelve a funcionar el monitor cardíaco, cuando comprueban cómo las constantes vitales del paciente vuelven a la normalidad, cuando se dan cuenta de que realizaron la incisión correcta a tiempo, cuando consiguen sacar adelante el parto de un bebé que venía de nalgas o cuando un niño los abraza y sonríe después de ir al dentista. Porque han aportado un poco de magia a este mundo muggle.

Pero en este mundo, si eres estudiante de medicina, interno, doctor o cualquier otro profesional médico, no se te consulta nada de fuera de tu ámbito, aunque seas un mago de tu especialidad. ¿Cómo va a poder influir un doctor en todo el planeta? Pues sí puede hacerlo.

La magia no funciona así.

Porque ser humano traspasa las fronteras políticas y geográficas. Ser médico es ser, principalmente, un ser humano con unos conocimientos algo más amplios para curar a las personas y salvar vidas. Ya sea un médico residente, un doctor veterano que lucha a favor de tratamientos más justos y que está a merced de las políticas del país o un doctor en zona de guerra que lleva a los bebés que están en las incubadoras a un lugar seguro cuando hay un bombardeo por culpa de la política internacional.

Sigues llevando el mismo uniforme y sigues siendo el mismo superhéroe.

Si eres un profesional médico has de saber que tu opinión importa incluso fuera del quirófano.

Imagínate lo siguiente:

Hay varias niñas. A los pies de la cama de la primera, la doctora explica: "Hay daños en las piernas y en las manos y hay un fragmento dentro del cerebro. La hemos operado y ahora está en la UCI". "Está muy grave", dice una enfermera más mayor. "Podría morir en cualquier momento".

En otra cama, otra niña (de tres años) tiene la cabeza vendada. Según me comenta Ali, su estado es crítico. Está quieta y sólo se mueve el respirador artificial.

No tienes por qué imaginártelo; pasó de verdad. Hay muchos Voldemorts en el mundo muggle, igual que en el mundo mágico.

Al contrario que los supervivientes, que son afortunados por seguir con vida, tú tienes el poder de la vida. Y ese poder conlleva una gran responsabilidad ciudadana. Tú tienes el poder para influir en los titulares que no llegan a publicarse nunca. Tú tienes el valor para llamar la atención al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y a sus Estados miembros permanentes, Estados que se han visto envueltos en estos ataques por aplicar la ley humanitaria internacional sin recurrir a su facultad de veto. Tú cuentas con la libertad para expresar tu opinión en plataformas y lugares a los que puedes acceder con un clic del ratón.

Porque has sobrevivido. Eres el niño o la niña que sobrevivió.

Estos ataques pasan desapercibidos, son ataques a instalaciones médicas o son ataques en forma de rechazo a unos servicios sanitarios o a un equipo médico. Estas situaciones son una violación clara de la ley humanitaria internacional y, además, privan a familias y a comunidades enteras de una sanidad básica justo cuando más lo necesitan. Son el tipo de servicios en los que nunca reparas porque tú has sobrevivido.

Después de todo, en este mundo muggle, podemos elegir ser magos o mortífagos. Y esa elección depende de si puedes acabar con el odio gracias al amor. Los niños que viven en las zonas de conflicto pueden seguir con vida gracias a la fuerza del amor que se convierte en una acción que se moviliza por el cambio tanto en el número 10 de Downing Street como en la plaza Tahir. Esa fuerza del amor por la humanidad tiene poderes que desafían a los imperdonables asesinatos, torturas y falta de voluntad.

Necesitamos ejércitos de la paz (tanto dentro como fuera de Internet) que se sirvan del poder débil para limar asperezas. Necesitamos a Gandhis y a Mandelas que escriban blogs y manden snapchats con chalecos antibalas, compasión y empatía. Tú puedes ser uno de ellos. Y si nos encontramos con resistencia, intentaremos acabar con ella con amabilidad. Porque sé que sabes que la paz lo cura todo. Siempre.

Por eso, quiero que utilices cada letra del abecedario para construir frases que importen.

Empieza con la primera letra: A de Alepo.

Escrito por una estudiante de Odontología.

Paz,

SJ

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.

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