Mánchester, ciudad herida

Mánchester, ciudad herida

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Las bombas que acabaron con la vida de 67 personas en El Pozo el 11 de marzo de 2004 despertaron a mi hermano, que estaba durmiendo en nuestra casa a 400 metros escasos de la estación. Una hora después del atentado, yo habría cogido un tren, como cada día, para ir a la Universidad de Alcalá, donde entonces trabajaba. El paso bajo las vías conserva aún hoy petrificada la cera derretida de los centenares de velas que se pusieron en los días siguientes en recuerdo y homenaje a las víctimas. El suelo del subterráneo todavía resbala en los días de lluvia. Recuerdo también la violencia de la explosión grabada en un humilde tubo de metal que protegía los cables del reloj de la estación de cercanías, que aquel día se paró a las 7:38 AM.

El IRA golpeó el centro de Manchester con 1.500 kilos de explosivo el 15 de junio de 1996, destrozando decenas de edificios y afectando una buena parte del centro de la ciudad inglesa, pero sin dejar víctimas mortales. Un buzón rojo del Royal Mail que estaba a tan solo unos metros del camión-bomba sobrevivió milagrosamente y quedó como superviviente improbable de la explosión de Corporation Street. Aún continúa cumpliendo humildemente su función, representante de la normalidad cotidiana frente a la excepción terrorista. Una placa sobre su panza metálica conmemora aquel día.

Veintiún años después, el horror vuelve a Mánchester y esta vez ataca de forma indiscriminada a niños y adolescentes, inocentes entre los inocentes. El terrorista suicida parece ser un joven de 22 años nacido en Gran Bretaña e hijo de un miembro respetado de la comunidad libia local. Vivía en Fallowfield, una zona muy próxima a la Universidad de Mánchester. El barrio dista mucho de ser un enclave a lo Molenbeek, aunque sí hay presencia evidente de población musulmana. Uno de sus principales problemas es la mala calidad de los pisos de alquiler, repletos de estudiantes. Me pregunto si alguna vez me habré cruzado con Salman Ramdan Abedi en Oxford Road o Curry Mile, a diez minutos a pie de mi edificio de la universidad .

Veo en Facebook que compañeros de la Universidad de Mánchester han compartido la noticia de una persona sin hogar en cuyos brazos murió anoche una mujer de 60 años en el Manchester Arena. Chris Parker, de 33 años, lleva meses durmiendo en las calles de la ciudad británica y se acercó ayer a pedir dinero a las personas que salían del concierto de Ariana Grande. Estaba tan cerca que el estallido le tiró al suelo y fue de los primeros en acercarse a socorrer a los heridos. La historia, con su británico punto de prensa amarillista, conecta con la memoria de vecinos y conocidos que aquel 11 de marzo fueron los primeros en ayudar a los viajeros del Cercanías de El Pozo.

Mánchester, herida, luce una nueva cicatriz en su piel de ladrillo y acero. A los que reniegan del espíritu humano y quieren aprovechar el atentado de ayer para recrecer muros y fortificar fronteras, basta con recordar el poema 'Rain' de Lemn Sissay. Lemn es miembro de la Orden del Imperio Británico, canciller de la Universidad de Mánchester desde 2015 e hijo de una mujer emigrada de Etiopía que fue entregado a los servicios sociales británicos al nacer y cuya familia adoptiva le abandonó a los 12 años. Dice así:

When the rain falls (Cuando la lluvia cae,)

They talk of Manchester (ellos piensan en Mánchester.)

But when the triumphant rain falls (Pero cuando la lluvia cae triunfalmente,)

We think of rainbows (nosotros pensamos en los arcoiris.)

That's the Mancunian Way (Esa es la manera de ser en Mánchester)

Sergio Tirado es investigador visitante de la Universidad de Mánchester y vivió en esta ciudad británica entre octubre de 2013 y septiembre de 2015

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