El testimonio de las víctimas del Alvia hace llorar a la jueza: "¡Que pare, no me quiero morir!"

El testimonio de las víctimas del Alvia hace llorar a la jueza: "¡Que pare, no me quiero morir!"

Los supervivientes coinciden en su confianza en el tren como un medio seguro y en un relato aterrador de vueltas, golpes y víctimas. El juicio, creen, les dará paz.

Las víctimas del accidente de tren de Angrois han constatado en la primera jornada de la fase civil del juicio del Alvia la "herida abierta" y las secuelas tanto físicas como mentales que les dejó el accidente, ocurrido hace casi 10 años y en el que fallecieron 80 personas y resultaron heridas casi un centenar y medio.

La primera sesión de la fase civil, en la que se tratan de establecer las indemnizaciones de los heridos y los familiares de las víctimas, que suman un total de 57,7 millones de euros, tuvo lugar ayer y fue especialmente emotiva, hasta el punto de hacer llorar a la jueza, María Elena Fernández Currás, con la primera toma de declaración. 

Antes de empezar, en declaraciones a los medios de comunicación el representante de la asociación de perjudicados Apafas, Cristóbal González, ha señalado que afronta el juicio con "desilusión, impaciencia, nerviosismo y desmotivación".

"Después ya de nueve años esto hace mucho daño. Yo lo que pediría que acaben pronto, que no se demoren más. Porque no os podéis imaginar el daño que ocasiona todo esto", declaró. Según afirmó, el juicio es "la única herida que queda abierta", mientras todavía permanezca en curso.

"Este daño es irreparable. Habrá sentencia, pero justicia, lo dudo", ha añadido el representante de Apafas, que ha recordado que se trata de un accidente que "desde el primer momento se pudo haber evitado".

La confianza en un medio seguro

Un pensamiento, el de que el tren era el medio más rápido, más cómodo y más seguro. Es algo que han remarcado cada una de las 15 víctimas heridas en el accidente que fueron declarando ayer en Santiago. Las secuelas físicas y mentales quedaron a la vista en cada intervención. Dada la naturaleza de los hechos, el juzgado controla la privacidad de cada una de esas personas, de las que no pueden publicarse nombres ni imágenes sin autorización previa.

La primera en declarar fue una madre, acompañada de su hija. La señora viajaba en el tren dirección Coruña, para acudir a un funeral. Su hija la montó en el tren junto a sus tías, con la confianza de que iba a llegar a Coruña en un medio de transporte "rápido y seguro". Dado que la madre es de edad avanzada, su testimonio ha sido conjunto y han intervenido ambas en un mismo turno, por videollamada.

"Yo solo me preguntaba qué había pasado, no me podía mover, oía voces, pasé muchísimo tiempo con muchas cosas encima, para mí fue algo horrible que no se lo deseo a nadie. Pensé en mi marido, que era totalmente dependiente de mí", explica la madre, que iba acompañada de otros familiares en el tren.

Sólo me preguntaba qué había pasado, no me podía mover, oía voces, pasé muchísimo tiempo con muchas cosas encima, para mí fue algo horrible que no se lo deseo a nadie

Su hija, en cambio, ha rememorado la tensión y el sufrimiento al enterarse del accidente y llamar a su madre sin recibir respuesta. Solo consiguió, tras horas de incertidumbre, hablar con su tía. Rápidamente viajó a Santiago sin saber muy bien el estado de salud de su madre. En Madrid, tuvo que dejar a su padre con un familiar, puesto que requería de cuidados las 24 horas. "Al principio pensé que había sido un accidente de menor envergadura", asegura la testigo. En el coche, con sus primos, confiesa que fueron callados, sin querer escuchar las noticias.

Su madre estaba ingresada en el Hospital de la Rosaleda. Los médicos le advirtieron que las lesiones de su madre eran "fuertes", pero que estuvieran "tranquilos", porque eran "unos privilegiados". Durante su testimonio, la testigo ha comentado que "nadie de las aseguradoras" se interesó por su madre y que ningún perito o médico fue a verla.

Del accidente, recuperaron el bolso de su madre. Lo recogieron en Santiago, entre muchos de los efectos personales de las víctimas del tren. "Una de las cosas que nos dijeron era que teníamos que ir a la estación de Santiago a recuperar el billete", cuenta la testigo, que ha señalado que no entendía por qué "le pedían eso".

"No entendía por qué el billete era tan importante cuando mi madre estaba como estaba", ha añadido la hija de la víctima, que ha recordado que les pedían "mucho papel y mucho paseo". "No teníamos tiempo. No podíamos dedicar nuestro tiempo a hacer eso. Teníamos que estar con mi padre o con mi madre", cuenta.

Para ella "no hay dinero que pague el cambio de vida", las secuelas que le quedaron a su madre, que necesita estar acompañada siempre, debido a que tiene falta de movilidad y de psicomotricidad. "No hay dinero que pague la impotencia que se siente cuando ves a una persona sentada en la que tú crees que es la mejor opción para que viaje. No hay dinero que te dé un poco de paz", ha insistido la hija.

La jueza se ha secado las lágrimas con un pañuelo, entonces. "Es la primera y ya estoy llorando", ha señalado hacia el final del interrogatorio, que se ha extendido cerca de la hora.

En el turno de la Fiscalía, la octogenaria ha revelado que percibieron que el tren iba a gran velocidad. En una conversación con su hermana, señaló que llegarían a tiempo a Coruña, a lo que su hermana en el tren respondió que "incluso antes", debido precisamente a la velocidad que cogía el convoy.

"Tenía muy buena salud, pero ahora ya no soy nada", ha llegado a expresar la señora, que precisa de ayuda "día y noche" y que reclama indemnizaciones por todos los tratamientos médicos y daños causados a raíz del accidente. 

Las víctimas han narrado también lo que vivieron durante el accidente: “Me daba un golpe otro y otro, y creía, dios mío que pare ya, porque el siguiente me va a matar, y yo no me quiero morir” escuchábamos decir a una testigo. Pero no era la única que contaba su experiencia “vi que el tren se inclinaba y me agarre fuerte al asiento… recuerdo los gritos pidiendo ayuda y pidiendo auxilio, no sé cuanto tiempo fue, pero para mí fue una eternidad”.

Ni siquiera me puedo subir a un autobús, por qué cada vez que coge una curva pienso que va a volcar, y sé que no vuelca, igual que un tren no tendría que descarrilar

Una experiencia que, como han afirmado todos los testigos, ha dejado secuelas, tanto físicas como psicológicas, que permanecen casi diez años después del accidente. “Ni siquiera me puedo subir a un autobús, por qué cada vez que coge una curva pienso que va a volcar, y sé que no vuelca, igual que un tren no tendría que descarrilar”.

"Esto descarrila"

"Esto descarrila", llegó a pensar otro de los pasajeros, el tercero en declarar., el portavoz de Apafas. Militar retirado, viajaba en el tren únicamente con su bicicleta, tras completar algunas etapas del Camino de Santiago. Decidió coger el Alvia en Sanabria, para asistir a las fiestas del Apóstol.

"Recuerdo todo perfectamente. En ningún momento estuve inconsciente, por suerte o por desgracia", ha señalado el testigo durante su declaración. Según su testimonio, el tren marchaba a gran velocidad, algo que él mismo percibió cuando salió del último túnel antes de llegar a la curva. "Le dije a un compañero que el tren iba a descarrilar. Me contestó que era imposible, que era Renfe", ha asegurado González.

Los primeros instantes del accidente los describe con detalle. Cuenta que el asiento de delante "le presionó", de manera que se quedó en el sitio. Sin embargo, recibió golpes "como verdaderos proyectiles" de diferentes objetos. "Todo se convierte en un verdadero infierno", ha relatado González, que también recuerda los "gritos de auxilio" de los supervivientes.

"Pediría que no se demore más, que se cierre pronto esto, porque se sufre mucho, día a día. No hay un día en que no te acuerdes del accidente. El mismo terremoto de Turquía te hace volver a recordarlo", ha afirmado.

Pediría que no se demore más, que se cierre pronto esto, porque se sufre mucho, día a día. No hay un día en que no te acuerdes del accidente. El mismo terremoto de Turquía te hace volver a recordarlo

De hecho, por su profesión estuvo en misiones en Somalia y en Afganistán y en situaciones "difíciles" y "muy duras" en conflictos internacionales. Sin embargo, nada como lo vivido en el Alvia, confiesa.

"Este accidente lo volvimos a contar y la gente ya lo ha olvidado. Pero nosotros lo seguimos sufriendo", ha explicado, antes de mencionar las secuelas físicas y psicológicas que le ha dejado el accidente.

Al igual que el resto de testigos de esta jornada, González ha confirmado que ni médicos ni peritos de las aseguradoras de Renfe o Adif se pusieron en contacto con él personalmente o se interesaron por su estado de salud.

Sin embargo, todos han señalado que recibieron alguna que otra cantidad de dinero años después del accidente debido al seguro obligatorio de los billetes.

Al final de su intervención, el abogado que defiende al maquinista acusado, Francisco Garzón, ha revelado que González se reunió con él tras el accidente.

El portavoz de Apafas ha declarado que se organizó el encuentro entre él y Garzón a través de sus abogados y que quería "conocerlo", ya que también fue "un viajero afectado" por el accidente.

El abogado de Garzón ha intentado preguntar al testigo sobre el sentido de ese encuentro, pero la jueza le ha interrumpido y le ha señalado que se trata de un asunto "impertinente" que no tiene relación con la causa civil.

Esto ha provocado un pequeño rifirrafe entre la jueza y la defensa del maquinista, que ha protestado por no poder tratar este asunto. La magistrada le ha recordado que el procedimiento está dividido en dos partes -la acción penal y la civil- y que "no vienen a cuento" las relaciones entre Garzón y González en este momento.

"Me complace el arrepentimiento y el sufrimiento que esta persona tenía", ha llegado a señalar el testigo, víctima del accidente, a lo que la jueza le ha respondido recordándole que "le está acusando de delitos".