El motivo por el que algunas personas ponen los cuernos a su pareja

El motivo por el que algunas personas ponen los cuernos a su pareja

Las infidelidades surgen de un aspecto muy peliagudo de nuestra psicología.

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Demasiado a menudo, las infidelidades son consideradas el resultado de un subidón de la excitación sexual o, simplemente, una canallada. En realidad, pocas veces es esa la explicación. Cuando alguien comete una infidelidad, ya lleva mucho tiempo indignado o más reservado con su pareja y poco tiempo dedicado a intentar entender qué es lo que pasa.

Las infidelidades surgen de un aspecto muy peliagudo de nuestra psicología. En una relación de pareja, hay que lograr poner en equilibrio dos ingredientes muy diferentes: una necesidad de cercanía y una necesidad de distancia.

Todo el mundo desea cercanía para poder abrazar, tocar, intercambiar confidencias, intimar, relajarse y sentirse como en casa. Que la otra persona conozca sus pensamientos y poder navegar libremente por su mente también.

Pero todo el mundo necesita cierta distancia para no sentirse empalagosamente atados, absorbidos o poseídos por otra persona. Todo el mundo quiere mantener una cierta sensación de libertad. Una habitación privada cuya única llave esté en su poder.

Cualquier desequilibrio, para un lado o para otro, se convertirá en un desastre si no se afronta el problema.

Acostarte con otra persona puede no deberse a la lujuria: puede ser solo una vía de escape de la agobiante sensación de que tu identidad se está disolviendo en la pareja.

En una relación que amenaza con inclinarse demasiado hacia un exceso de cercanía, corres el riesgo de acabar aislándote demasiado por la urgencia de demostrarte a ti mismo que no todo lo que eres y haces le pertenece a tu pareja, que aún puedes gustarle al resto del mundo, que eres consciente de ti mismo. Acostarte con otra persona puede no deberse a la lujuria: puede ser solo una vía de escape de la agobiante sensación de que tu identidad se está disolviendo en la pareja.

Sin embargo, demasiada distancia puede minar la fidelidad en una relación con la misma intensidad. La distancia suele interpretarse como un constante rechazo: cuando intentas acariciar a tu pareja y se aparta o se queja, cuando sacas un tema personal y cambia de conversación... Quizás te lleve a cometer una infidelidad, no porque ya no quieras a tu pareja, sino precisamente porque sí lo haces y la distancia que se empeña en interponer en la relación y su falta de compromiso te resulta insoportable y humillante. Irónicamente, si te pillan, te acusarán de no preocuparte por la relación, cuando fue la preocupación la que propició en primer lugar la infidelidad.

Por desgracia, dos personas raramente empiezan una relación con las mismas necesidades de cercanía y distancia. Ese es el motivo por el que es tan frecuente entre las parejas oír los reproches de que un miembro es demasiado frío y el otro, demasiado pegajoso. Son palabras completamente inservibles y enfermizas que, en el fondo, describen dos formas de sentirse a gusto en una relación.

Por lo tanto, es completamente necesario valorar juntos cuáles son vuestras necesidades de distancia y cercanía para juzgar vuestras diferencias sin enfadaros por ello y, de buen humor, disculparos. Solo de ese modo se puede tener cierta seguridad de que vuestras diferencias no os llevarán, ya sea en un chat online, en un bar o en una reunión, a una situación en la que solo una infidelidad aparezca en el horizonte como solución a vuestros problemas de cercanía y distancia.

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Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.