La forma correcta de discutir en una relación

La forma correcta de discutir en una relación

Las discusiones pasan a ser interminables y algo ridículas, porque ninguno de los miembros de la pareja quiere admitir que está triste.

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Las discusiones de pareja suelen ser situaciones tan lamentables y amargas que es perfectamente normal desear superarlas de una vez por todas con mayor madurez. No obstante, la naturaleza humana es la que es y no sería muy sensato intentar que ese fuera nuestro objetivo: no debemos aspirar a erradicar toda discusión, sino encontrar una forma más cordial de discutir.

Las discusiones tienden a iniciarse cuando te enfrentas, normalmente de repente, a una actitud que te parece del todo egoísta, intransigente o desagradable por parte de tu pareja. Es muy tentador reaccionar del mismo modo para demostrar que no te vas a plegar sumisamente. Te han hecho daño y sientes que debes devolver el daño recibido. Hacerle sufrir tanto como te ha hecho sufrir a ti.

Puede variar la forma en que decides infligir ese sufrimiento. Quizás chillando mucho. O dando un portazo. O quizás dejando de hablarle. Sea como sea, el principio básico es el mismo: te han hecho daño y te tienes que vengar.

No debemos aspirar a erradicar toda discusión, sino encontrar una forma más cordial de discutir.

Cuando llega este momento es cuando debes preguntarte qué es lo que de verdad quieres. Al fin y al cabo, no estás tratando de administrar justicia o castigar porque sí. No es ningún juicio. Lo que te interesa conseguir en realidad en una relación es algo mucho más conmovedor: quieres que la otra persona te quiera correctamente y sea más amable contigo. Por eso das el portazo, llamas "idiota" a tu pareja y finges durante horas que no existe.

Resulta sorprendente que, cuando alguien nos hace daño, lo último que solemos decir es precisamente que nos ha hecho daño. Nos parece demasiado humillante revelar la herida a la persona que la ha provocado y mostrarnos vulnerables ante quien se ha aprovechado de nuestra vulnerabilidad.

Es algo tan entendible como ineficaz. Las relaciones no están para hacerte sentir emocionalmente seguro, sino para encontrar la conexión con otra persona. La venganza, aunque pueda darte una sensación momentánea de fortaleza, nunca favorece tus posibilidades de recibir el amor y el entendimiento que esperas en una relación.

Resulta sorprendente que, cuando alguien nos hace daño, lo último que solemos decir es precisamente que nos ha hecho daño.

Igual convendría adoptar un enfoque ligeramente paradójico: en el momento en el que tu pareja te haga daño, en lugar de devolver el golpe, haz lo que podría llamarse una "digna declaración de dolor y miedo". En lugar de cabrearte, puedes intentar abordar directamente el asunto que os está dividiendo admitiendo dos cosas: Primero, que te duele que alguien en quien has depositado toda tu confianza emocional te haya dicho o hecho eso. Y segundo, que tienes miedo de estar tan expuesta emocionalmente a alguien capaz de hacerte ese daño.

Tras decir eso, tu pareja le dará vueltas al asunto. No le has insultado ni le has devuelto el golpe emocional como se esperaba, que es precisamente a lo que habría hecho oídos sordos y lo que habría iniciado un círculo vicioso de reproches y réplicas. Te estás mostrando de forma digna y sincera. No estás despotricando, pero tampoco le estás rogando nada. No estás siendo ni demasiado fuerte ni demasiado débil. No le estás devolviendo los golpes ni arrastrándote. Solo estás defendiendo tu terreno, admitiendo tu tristeza, miedo e impotencia de un modo que demuestra mucho autocontrol.

Demasiado a menudo, las discusiones pasan a ser interminables y, para quienes lo ven desde fuera, algo ridículas porque ninguno de los dos miembros de la pareja quiere admitir que está triste por lo que sucede, que no quiere ser desagradable. La discusión no ha surgido para determinar cuál es la mejor hora para ir al aeropuerto o a quién le toca fregar los platos. La discusión se ha generado porque ambos, de una forma u otra, os estáis sintiendo faltos de cariño y comprensión, y os negáis a admitirlo.

Si nuestra sociedad fuera más sensata, las discusiones serían materia de estudio en el colegio durante al menos cuatro años. Son tan complicadas como el álgebra. Y más importantes. De este modo, seríamos mucho mejores a la hora de admitir, en un tono de autocontrol y dignidad, que nos han herido. Admitiríamos con calma que, aunque somos fuertes y capaces en muchas otras facetas de la vida, estamos dolidos y asustados y, pese a ello, somos suficientemente valientes y maduros para amar y para decírselo a nuestra pareja de la forma más simple, directa y sincera.

Nos ahorraríamos un montón de tiempo.

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Este post fue publicado originalmente en thebookoflife.org, apareció posteriormente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.