Siguiendo el rastro de la nueva filosofía: 'Ética del desorden', de Ignacio Castro Rey

Siguiendo el rastro de la nueva filosofía: 'Ética del desorden', de Ignacio Castro Rey

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En Augurios de inocencia, William Blake escribe: 'Para ver el mundo en un grano de arena/y el cielo en una flor silvestre/abarca el infinito en la palma de tu mano/y la eternidad en una hora.' Estas líneas podrían ser emblema del proyecto del filósofo gallego Ignacio Castro del Rey, cuyo nuevo libro Ética del desorden: Pánico y sentido en el curso del siglo (2017, Ed.Pre-textos)– el más largo y ambicioso de toda su carrera – acaba de ser publicado por Pre-textos. Castro es blakeano, en este sentido, porque su tema fundamental es las paradojas de la experiencia humana. Además creo que este aspecto le sitúa en una cierta vanguardia de la filosofía internacional.

Como seguidor de sus obras, a veces he pensado que se parece a la figura clásica del rastreador. No lo digo sólo por su interés especial por la naturaleza (hay elementos vitalistas e incluso panteístas en sus escritos), sino también porque siempre parece estar buscando nuevos elementos para incorporar en su proyecto.

Castro es un fascinado del carácter paradójico de la materia, algo que se piensa en la física cuántica

¿Cuáles son los elementos que ha captado hasta la fecha? Castro ha incorporado en su pensamiento lo más actual del psicoanálisis (lacaniano, a la Žižek), de la física (cuántica) y de la política (comunista). ¿Qué aspectos de estos temas ha tratado? De nuevo, su denominador común es su dimensión paradójica.

Primero, ha sido influido por la dimensión subjetiva del psicoanálisis. El sujeto psicoanalítico presenta una paradoja porque por un lado parece ser algo muy limitado – en el sentido de personal, o íntimo - pero por otro abarca elementos absolutamente universales del ser humano (la teoría de las pulsiones, por ejemplo).

Segundo, la física. Castro es un fascinado del carácter paradójico de la materia, algo que se piensa en la física cuántica. ¿Cómo es posible que un átomo pueda estar en dos sitios a la vez? ¿Cómo analizar la imposibilidad de medir la posición y la velocidad de una partícula simultáneamente? ¿Es posible que un gato sea vivo y muerto a la vez? Me parece que buen ejemplo de la influencia de este campo en el proyecto de Castro es su concepto de la espacialización del tiempo, algo que se refleja en su análisis filosófico (publicado hace un par de años) de la película estadounidense Boyhood, de Richard Linklater. Castro esencialmente argumenta que cada momento de la biografía que se presenta en la película condensa todo el pasado y futuro del protagonista.

El nuevo libro de Castro Rey nos permitirá vislumbrar a dónde irá la filosofía en un futuro próximo, sobre todo con respecto al pensamiento paradójico

Tercero, la política comunista. El comunismo de Castro es paradójico porque conecta lo más universal de la experiencia política con la capacidad de cada uno de aprovechar su crisis más personal. Por esto ha criticado la objetivación de la crisis en los debates sobre la economía, porque cree que nos roba de la parte traumática de nuestra propia subjetividad, la cual él ve como mucho más productivo en términos políticos. Aquí puede vislumbrarse el corto-circuito que realiza entre la política y el psicoanálisis.

Estos, entonces, son los aspectos que veo como los más contemporáneos de su proyecto. Podemos deducir que su nuevo libro nos permitirá vislumbrar a dónde irá la filosofía en un futuro próximo, sobre todo con respecto al pensamiento paradójico en el que Castro se especializa. Creo que aquí hay dos aspectos importantes: la vuelta (inesperada) de Castro a la dialéctica hegeliana y su flirteo ocasional con el realismo especulativo. Primero, Hegel.

En su nuevo libro parece que Castro ha descubierto – igual que otros filósofos- otro Hegel, un Hegel que abarca la contingencia de los famosos procesos dialécticos

Castro se opone al marxismo desde hace mucho tiempo. ¿Un comunista que no le gusta Marx? Quizás no es un oxímoron tan importante. En su libro Sociedad y Barbarie (Melusina, 2012), que constituye su gran crítica de Marx, se distancia sobre todo del Marx hegeliano, que Castro interpreta como pensador de la dialéctica como totalidad y, de ahí, un pensador totalitario. En su nuevo libro, sin embargo, parece que Castro ha descubierto – como han hecho otros filósofos recientes - otro Hegel, un Hegel que abarca la contingencia de los famosos procesos dialécticos. Es más, aquí se presenta la posibilidad de un Hegel que pueda considerarse proto-psicoanalista, en el sentido de que ve la dialéctica como si fuera una estructura topológica, como las que se encuentran en los cuadros famosos de Escher y que son elementos claves del nuevo psicoanálisis (lacaniano).

¿Y el realismo especulativo? Hay que tener cuidado aquí porque esta nomenclatura no se acepta por varios de los pensadores a los que se ha aplicado. Por otro lado, es posible que la obra de aquellos pensadores vaya abriendo un nuevo camino en el pensamiento occidental. ¿De qué tipo? Inevitablemente, representa una vuelta al realismo, después de décadas (o quizás siglos) de relativización del tema de lo real. ¿Estos pensadores pretenden pensar una realidad que es independiente de nuestras representaciones de ella y de la que podemos tener conocimiento directo, una idea que produce mucha fobia por parte de los pensadores de la generación postmoderna? No es esto exactamente.

La idea aquí es que, otra vez, tenemos que encontrar formas de pensar la pura contingencia de lo real, su carácter paradójico incluido

La idea aquí es que, otra vez, tenemos que encontrar formas de pensar la pura contingencia de lo real, su carácter paradójico incluido. Se ve que esta idea encaja con las preocupaciones más tempranas de Ignacio Castro. En su nuevo libro, se representa en el primer capítulo, en donde el autor contempla la paradoja de una materia que no nos necesita para ser pensado. Concluye que: 'la razón no es del hombre'.

El único problema que tengo con este libro tan original y sugerente es que lo considero casi demasiado radical, en algunos puntos. Su pensamiento del comunismo lo convierte en una experiencia tan singular que parece descartar la propia formación de voluntades colectivas, sin las cuales no puede haber política alguna. Castro casi parece estar describiendo un comunismo anarquista (que entiendo que no es su intención).

Creo que este aspecto se refleja en el énfasis en el libro en lo ético y lo estético, en vez de la política como tal. Dejando aparte esta reserva, recomendaría este libro a cualquier lector que quiere tener una idea del futuro inmediato del pensamiento contemporáneo. Además, es de fácil lectura, ya que está escrito en un estilo asequible, poético y divertido.