Presidente Dóberman

Presidente Dóberman

EFE

Los tiempos están cambiando, incluso existen aquellos que aseguran que estamos ante un cambio de época con tendencias disruptivas que están haciendo temblar los pilares de las ideas que hasta ahora parecían arraigadas en comportamientos y visiones. Y la comunicación política no es ajena a esos cambios, o acaso no les parece que en estos momentos los discursos han dejado ese tono institucional, llamado de "estado" para tornarse en sacudidas dialécticas que de forma binaria llaman a la confrontación. ¿Será que la moderación, la institucionalidad y el consenso han dejado de vender?

La comunicación política lleva un tiempo subiendo el tono, acusaciones, insultos, comparaciones denigrantes son los nuevos titulares de las secciones de política que reproducen entrecomillados impensables hace tan solo unos años. Si esta tendencia esta a la alza es porque los electorados en lugar de penar o condenar las excentricidades comunicativas, las valoran de forma positiva definiendo a estos perfiles como más auténticos, veraces y contundentes. Pero además, este tipo de comunicación por elevación supone la garantía de aparecer en los medios y controlar la agenda mediática, algo nada desdeñable en un mundo en el que la lucha por aparecer es cada día más encarnizada.

Si la batalla por aparecer en los medios es cruenta, la lucha de los medios por las audiencias, de las cuales obtienen sus principales ingresos en forma de publicidad, no es menor. La fragmentación del espacio mediático, la irrupción de las redes sociales como canales de información y la bajada de la inversión publicitaria, explican algunas de las causas del recrudecimiento de la "tiranía del click". Las noticias ya no pueden ser únicamente informativas, sino que deben contener un titular con gancho, con polémica, que llame la atención del usuario y consiga que éste, intoxicado de información, pinche en el link, un fenómeno llamado "clickbait" del que la política no es ajeno. Como consecuencia, los medios de comunicación no dejan escapar de sus titulares a líderes que no escatiman en exabruptos, acusaciones, comparaciones imposibles y todo tipo de salidas de tono para asegurarse una buena audiencia.

El consenso, la moderación y la mesura no están de moda. Los electores buscan contundencia, los medios jugosos titulares y los políticos protagonizar la espera pública.

Así pues, la corrección política que hace unos años predominaba en aquellos que pretendían labrarse una cierta imagen institucional, ahora se ha convertido en un signo de vacuidad, que además no vende. Este fenómeno lo explica Juan Soto Ivars en Arden las redes. En el caso estadounidense, "la corrección política de Clinton hizo pasar todas las mentiras y calumnias de Trump por verdades. Al menos, toda esa mierda que salía por la boca del republicano sonaba más auténtica, menos artificial, más parecida a la forma de hablar de buena parte de la población estadounidense blanca, empobrecida y harta de la hipocresía de los tipos con corbata".

Pero no hace falta viajar a los EEUU para ver ejemplos de este tipo de modelos comunicativos, en España parece que se han normalizado declaraciones de alto contenido ofensivo que pretenden evidenciar grandes contrastes entre adversarios con formas pasionales y vehementes que lo que buscan es transmitir una cierta pátina de verdad. Todos los partidos políticos en España, sin distinción, cuentan con modelos comunicativos como el que se ha descrito entre sus portavoces. ¿resulta una novedad absoluta? No. Tradicionalmente, todos los líderes y mandatarios solían contar con estos perfiles para atacar a los contrincantes con más dureza de la permitida al líder e institucionalizar a los candidatos permitiéndoles perfiles más moderados. Sin embargo, la novedad reside en que ahora estos perfiles dóberman están mejor valorados por los electorados que los institucionales, llegando como en el caso de Trump a la Casa Blanca.

El consenso, la moderación y la mesura no están de moda. Los electores buscan contundencia, los medios jugosos titulares y los políticos protagonizar la espera pública. ¿cuál es el corolario de esta tendencia? Que en el momento de mayor fragmentación política y mayor necesidad de diálogo, las palabras gruesas nos impidan hacer política.