Méndez Guédez: 'La dictadura de Venezuela es bastante ignorante y ha destruido la cultura'

Méndez Guédez: 'La dictadura de Venezuela es bastante ignorante y ha destruido la cultura'

Con 'La ola detenida' el autor venezolano recurre a la novela negra para lanzar un grito de auxilio sobre su país

Por Teresa M. Peces

El autor venezolano recurre a la novela negra para lanzar un grito de auxilio sobre su país. 'La ola detenida' es una fotografía de la realidad donde rinde homenaje a las mujeres que sacan adelante las familias y a Venezuela

La realidad que agrieta Venezuela ha superado la imaginación de los escritores. Para entrar en ese torbellino de hechos y contarlo, Juan Carlos Méndez Guédez ha creado a Magdalena Yaracuy, una detective con toques de santera y carácter fuerte. Ella regresa a su país en busca de una española desaparecida y en el camino se enfrenta a una Venezuela muy alejada de sus recuerdos y que se descompone día a día.

¿Ha venido para quedarse en la literatura esta detective venezolana santera?

Por lo pronto, ha nacido en La ola detenida (Harper Collins). Es una novela que constituye, desde el género negro, una potente llamada de auxilio sobre la situación actual que se vive en Caracas y en todo el país suramericano.

No es la primera vez que Méndez Guédez (Barquisimeto, 1967) muestra en su obra una visión sobre su país. Una mirada desde la distancia, pues vive en España desde 1996. Su veintena de libros, más allá del arte de la escritura en diferentes géneros y registros y para lectores adultos y niños y jóvenes, suelen tener un toque más social, costumbrista e incluso humorístico. En este caso, recurre al género negro porque la situación actual así lo pedía y no descarta escribir una serie con el personaje de Magdalena Yaracuy.

Pregunta. En La ola detenida se presenta una Venezuela muy descarnada, violenta y deteriorada, ¿cuál es su percepción del país desde la distancia?

Juan Carlos Méndez Guédez. Me decía el escritor Ricardo Azuaje, respecto a esta novela y otras que han aparecido al respecto, que la violencia y la situación venezolana es de tal magnitud que las novelas no alcanzan a reflejar la realidad que se vive allí. Todo lo que cuente se quedará en una especie de sombra provocadora de la situación que además se deteriora semana a semana. Yo escribí hace unos años Tal vez la lluvia con una Venezuela ya en una situación muy crítica y que, tal vez, haya gente que la añore. Había violencia, pero aún no había una escasez tan brutal. El Gobierno anunció un plan para volver a la medicina natural. Las gripes se van a volver a curar con miel; ¡claro!, si se consiguiera la miel. Se ha llegado a un nivel tal de desquiciamiento que parece casi normal una medida como esta, ante un 95% de escasez de medicinas. Si yo hubiese colocado eso en una novela resultaría inverosímil. La literatura hace una fotografía de esta situación. La ficción procura reflejar situaciones terribles y contactarlas con algo mítico. Las circunstancias históricas están allí, pero siempre hay que ensamblarlas con algo mítico.

P. ¿Qué puede hacer la literatura frente a esa situación?

J. C. Méndez Guédez. Poco se puede hacer. Los libros mueven muy pocas cosas, realmente. A la vez es necesario que queden fotografías de determinados momentos históricos para que la memoria no transforme el recuerdo que tenemos de las cosas. Se hace para que no se olvide. Para que no se olvide el momento en que Venezuela o una ciudad o un país, mareados por el canto de sirenas, entró en el destructivo camino del populismo, y en el caso concreto de Venezuela esas sirenas tenían cantos militaristas. A ver si Venezuela aprende la lección de que el militarismo ha sido desde siempre el origen de todos nuestros males y lo seguirá siendo y cada vez que aparezca, aunque venga disfrazado de las mejores intenciones. Nos enfrentamos de nuevo a lo que ha sido su política desde que Venezuela existe como país, un saqueo generalizado, una destrucción absoluta de la convivencia social. Ya en los años veinte, un escritor venezolano que vivía en Madrid, Rufino Blanco Fombona, decía que había una figura esencial en la historia venezolana: el militar forajido. Quizá si hubiéramos leído más a este autor no habríamos caído en manos de militares forajidos. Él cumplió con su papel, el error fue nuestro por no leerlo.

La literatura lo que intenta, de alguna forma, es dejar una memoria; luego los lectores ya verán qué hacen con eso.

P. La cuestión es también la forma de contar. ¿Por qué eligió el género negro y no quizá, como en otras ocasiones, un tono más social?

J. C. Méndez Guédez. Ya he contado Venezuela desde otras maneras. Tengo alguna otra novela picaresca como Chulapos Mambo donde hay un personaje que trabaja para el Gobierno; tengo alguna novela como Tal vez la lluvia, de una persona que regresa; tengo alguna novela lírica... Miro Venezuela desde muchos ángulos. Pero la actual situación del país me llevó al espacio de la novela negra. Yo leía a novelistas estupendos como Graham Greene cuando hablaba del Vietnam preguerra y pensaba: "Es un mundo que está estallando y yo conozco un mundo que también está estallando". Son mis ciudades y por qué no voy a hablar de eso, mejor: es que tengo que hablar de eso y quizá usando este tono. Es una realidad muy negra, donde la novela negra se convertiría casi en costumbrista. A veces siento que tendría que ser una novela brutal, realmente sangrienta, pero aún no estoy preparado para eso. Por otro lado, me gusta cambiar de registros y de tonos. Leí a Osvaldo Soriano y su relato sobre la Argentina de la dictadura y me gustó mucho. Sus géneros son populares (se refiere a: A sus plantas rendido un león, sobre la guerra de las Malvinas) y pensé yo podría hacer algo parecido.

Es un homenaje a esta fortaleza femenina. Después de haber vivido una vida solas, sin hombres, y trabajando para salir a flote, ahora tienen que pasar el día entero correteando para poder conseguir una barra de pan

P. En el caso de La ola detenida, el hecho de elegir a un personaje femenino como protagonista es una valentía ¿no?

J. C. Méndez Guédez. Y se puede ir más allá. Las mujeres en la Venezuela actual son unas víctimas muy propicias: víctimas de su cotidianidad, de su higiene personal, del discurso guerrerista y machista contra ellas, feroz, por su día a día. Como la mayor parte de la familia que me queda son mujeres, y son sus testimonios los que estoy escuchando, como fui criado por mujeres, para mí es un tono necesario. Es un homenaje a esta fortaleza femenina. Después de haber vivido una vida solas, sin hombres, y trabajando para salir a flote, ahora tienen que pasar el día entero correteando para poder conseguir una barra de pan o pensando en cómo sustituir una medicina por un remedio casero. Hay un homenaje a esas mujeres que hicieron posible que yo tuviera una infancia feliz, que apoyaron mi curiosidad y mis ganas de escribir. Me dicen que suelo escribir siempre sobre un tipo de mujer determinada: muy combativa, muy dura, muy fuerte, muy luchadora. Incluso alguna lectora me ha reclamado: hay otros matices. Ya, pero yo debo hablar de lo que conozco.

P. Esa fortaleza de la mujer está en cierta parte protegida por una creencia religiosa, una magia que flota en toda la novela y da fortaleza interior...

J. C. Méndez Guédez. Volvemos a los materiales de los que yo he podido echar mano. La ciudad en la que nací es Barquisimeto. A nivel popular se cultivaba mucho la religiosidad María Lionzera. Es lo que yo viví de pequeño, de adolescente, porque yo me vine hace 22 años a España a hacer un doctorado (en el año 96) y me encontré muy a gusto aquí, y aquí me quedé, pero los recuerdos de infancia permanecen.

Ya he apuntado en alguna novela previa algo sobre esta religión y algunos amigos me decían: "Tienes que escribir más sobre esta religión en el que la diosa suprema es una mujer", esto no es muy habitual. Y la verdad es que ha sido volver a encontrarme con una parte de mi vida que quiero mucho. Que domino, que no tengo que estudiar porque lo he vivido en primera persona. Hoy en día soy agnóstico, pero respeto mucho esta religión. La religiosidad venezolana es muy particular, a veces se mezclan las religiones.

Mi personaje, Magdalena, no es una excelente bruja, es más, es bastante torpe. Me resultan entrañables las personas que tienen una vocación pero que no tienen talento para ella, porque en esa persona la vocación es algo puro. No hay un fortalecimiento del ego.

P. La ola detenida, el título de la novela, hace referencia a una leyenda de Caracas, pero, ¿no hay un segundo sentido? ¿No se quiere detener esa ola de violencia en Venezuela?

J. C. Méndez Guédez. Quizá es una manera de mirarlo. La ola detenida es el Cerro Ávila al norte de la ciudad y que casi siempre lo miras estés donde estés. La ola detenida es una belleza, pero también una amenaza. En los años 1999 y 2000 se derrumbó, sobre todo hacia el lado del mar, y mostró su lado siniestro, arrasó poblaciones enteras. La naturaleza es bella pero también puede destruir. Magdalena Yaracuy intuye que la ola está cayendo sobre la ciudad y la gente no lo percibe. Ella no vive allí, no sabe lo que se está padeciendo día a día. Esa distancia ayuda a ver cómo la ciudad se va deteriorando. La ciudad está llena de muerte y dolor, y eso lo da la mirada del que vuelve, pero no la tiene quien lo vive en directo.

P. Será persona non grata en Venezuela ¿no?

J. C. Méndez Guédez. El grupo cultural en Venezuela está, por fortuna, muy separado del ámbito político. Está muy destruido por la situación que se vive en general. Por ejemplo, mis editores venezolanos se han ido, uno está en París y otro en Lima. Esta dictadura es bastante ignorante y, en líneas generales, ha destruido la cultura pero como parte más del proceso No ha habido represalias, ni ataque directos a la cultura, porque no le importamos, a no ser que reciban alguna amenaza a través de las Redes sociales.

Sí estoy en una lista negra, como otros muchos escritores, pero para el estado simplemente hemos dejado de existir. A no ser que seas un artista progubernamental no podrás participar en un acontecimiento internacional.

Pero esa presencia internacional la tiene Juan Carlos Méndez Guédez a través de sus libros, casi todos escritos en España, un país, reconoce, que ha sido generoso y entrañable con él. Aquí seguirá escribiendo y espera que La ola detenida le dé energía para hacer otras novelas vinculadas con el mismo personaje pero que no tenga nada que ver con esta temática. Y seguirá fiel a la exploración de registros, géneros y estructuras. En 2019 sacará el volumen de cuentos Los libros del maíz que publicará Páginas de Espuma. Es un libro fantástico, mítico, con mezcla de muchos libros y mitos religiosos. También le gustaría un libro de espías. Ahora está entre continuar este personaje y hacer una novela artúrica desarrollada en Caracas.

Sea lo que sea, Méndez Guédez siempre va con un cuadernito lleno de notas: "Lo que me gusta de la literatura es la posibilidad de desdoblarme".

Este artículo se publicó originalmente en la web de WMagazín, la revista literaria online dirigida por el periodista Winston Manrique Sabogal, un espacio para conversar con sosiego sobre literatura, donde él es cronista de encuentros, reportajes y entrevistas a ambos lados del Atlántico, y los lectores son los coautores, con sus lecturas y comentarios

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