Jóvenes españoles emigrantes en busca de trabajo: "Huyo de la realidad española"

Jóvenes españoles emigrantes en busca de trabajo: "Huyo de la realidad española"

El ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, aseguró en julio que la "fuga de cerebros nunca puede considerarse un fenómeno negativo". Las palabras de Irene Rupérez son bien distintas. Rezuman desilusión, impotencia, resignación. Con 24 años, es diplomada en relaciones laborales y licenciada en periodismo. Posee un máster oficial en comunicación y periodismo deportivo, un curso de community manager y habla bien inglés. Ha trabajado en grandes cadenas de televisión y agencias de prensa, pero en España no encuentra empleo.

Ya tiene los billetes de avión comprados: a finales de octubre se va a Berlín a probar suerte. "No voy con ninguna idea clara, realmente huyo un poco de la realidad española, del Gobierno y de la situación desastrosa por la que pasa España", explica.

Quizá, como dice Wert, marcharse no sea una desgracia, pero Irene le da vueltas estos días a lo que va a dejar en su país. "Me da pena dejar a mi familia, mi novio, mis amigos... Pero creo que es lo mejor para mí". Asegura, sin embargo, que en España podría trabajar. Lleva haciéndolo siete años, pero casi nunca en lo suyo. "He compaginado mis estudios con el trabajo en muchas tiendas de ropa, restaurantes y he puesto copas en todo Madrid, pero llega un momento en el que tienes que tomar la decisión de seguir haciendo eso o no... Creo que tengo la formación suficiente como para merecerme algo más, y probablemente en Madrid tenga muchas oportunidades de trabajar, ya que con mi curriculum en hostelería y en moda, y con mi edad, puedo encontrar trabajo, pero no en lo mío, no en periodismo…".

Irene no es la única que opta por salir de España. Es prácticamente imposible saber cuántos jóvenes han emigrando en los últimos años, pero algunos datos ofrecen aproximaciones.

Según la Federación Nacional de Asociaciones de Consultoría, Servicios, Oficinas y Despachos, más de 300.000 españoles se han ido desde 2008 ante la falta de horizonte laboral. De acuerdo a datos del INE actualizados a principios de 2012, 45.000 españoles entre 16 y 34 años se han marchado desde 2010, aunque la cifra es, seguramente, mucho mayor, dado que los datos están condicionados a que la gente se registre en los consulados y embajadas, un trámite que no completa buena parte de los que emigran.

CON LA MALETA PREPARADA

Los jóvenes tienen asumido que salir de España puede ser su única opción. La frase "España tiene varias salidas: por tierra, mar y aire" es una constante, y así lo reflejan lo datos: el 83,1% de los que tienen entre 18 y 29 años estarían dispuestos a irse a trabajar al extranjero, según una encuesta encargada a Sigma Dos por el canal internacional de noticias France 24. El porcentaje decrece a medida que se cumplen años: se iría fuera el 70.7% de los españoles entre 30 y 44 años, el 69% de los que tienen entre 45 y 64 e incluso el 58,2% de los que han cumplido la edad de jubilación.

Eva Martín es una de esas jóvenes españolas que ya han pasado a la acción. En el momento de atender a El Huffington Post, le quedaban dos días para marcharse a Londres en busca de trabajo. "Los sentimientos están a flor de piel", reconocía. Tiene 28 años y le queda una asignatura para ser licenciada en Química. Se marcha a Inglaterra, sobre todo, para aprender inglés y, de paso, intentará encontrar empleo. "Acabaré trabajando en algún hotel, restaurante o tienda de ropa. Aún así espero con el tiempo encontrar algo de lo mío", explica.

"He sido becaria en una empresa del sector farmacéutico, trabajando como una más a tiempo completo por la módica cuantía de 588 euros. Aún así, tengo que estar agradecida de que me dieran una oportunidad laboral en un terreno relacionado con mis estudios, y que encima me pagaran, conozco varios casos en que los becarios trabajan por amor al arte. He estado un año aquí, que era lo máximo que podía estar en contrato en prácticas. Como no me contrataron, estoy desde el 10 de agosto en el paro", añade.

Como en el caso de Irene, Eva teme que si se queda en España termine trabajando en algo que no está relacionado con sus estudios. "No dejaría de ser una chica de casi 30 años, con un sueldo precario viviendo en casa de sus padres y sin poder tener expectativas en ningún sentido, porque ni podría optar en principio a un puesto mejor ni estaría en mis posibilidades poder independizarme. Esta fuga de cerebros a la larga nos va a perjudicar como país", pronostica.

TRABAJANDO FUERA

Un peldaño por encima de Eva y de Irene en cuanto a experiencia en el exterior se encuentra Javier Rincón, de 28 años. Nació en Madrid, ha vivido en Málaga y Murcia, estudió ingeniería de Sistemas en la universidad de Loughborough en Leicestershire (Reino Unido) y lleva un año trabajando en Berlín dentro del entorno de las startups de Internet. "Primero como Director de Marketing en 6Wunderkinder, y ahora como responsable de Analíticas y Optimización en Moviepilot.com", explica.

Cuenta que tras acabar la carrera regresó a España y estuvo trabajando dos años y medio. "Durante esta etapa comprendí que las condiciones en España no eran las más adecuadas y decidí poner rumbo a mejor destino. Estuve a punto de ir a San Francisco, pero sólo dos semanas antes me llegó una oferta muy buena de Berlin. No podría estar más contento con mi decisión", asegura.

¿Tanta diferencia encontró entre el mercado laboral de España y el de Alemania? Javier no tiene duda: "Hay unas grandes diferencias culturales que determinan no sólo las oportunidades en Alemania, sino cómo trabaja la gente. El ecosistema que se está creando está muy por encima de lo que viví en España. Los alemanes son puros ejecutores, no se dedican a charlar tanto como en España. Y eso se nota en los resultados". Por eso, no titubea al asegurar que no le gustaría volver a España para trabajar: "Cada vez que vuelvo me llevo sorpresas que suelen ser muy negativas sobre el estado del país. Veo un claro declive tanto en cultura, política, economía...".

Desde su experiencia, aconseja valentía a los jóvenes que deciden emigrar: "El mundo está lleno de oportunidades y es una gran pena que por comodidad o miedo injustificado los jóvenes se queden en un país que no les permite cumplir sus sueños. No te desesperes si no puedes hablar ingles, o alemán, o estas poco cualificado. Lo importante es crear un plan que te permita en el futuro llegar a donde quieras y luego ejecutarlo".

Menos tiempo lleva Mario Bernal en Londres, ciudad a la que llegó hace unas semanas con la intención de aprender inglés y encontrar trabajo. "Los primeros días siempre son duros cuando se realiza un cambio tan importante en tu vida, pero me han ido bastante bien y estoy contento", asegura.

"UN FRACASO"

Con este panorama, mucha gente empieza a preguntarse qué efectos tendrá la emigración juvenil a medio y largo plazo. "Es obvio que este proceso implicará en primer lugar una pérdida sustancial de capital humano para el país. Nos hemos formado aquí y ahora nos vemos obligados a emigrar para poder trabajar y aplicar los conocimientos adquiridos", apunta Javier Pueyo, vicepresidente del Consejo de la Juventud de España.

"Es muy importante distinguir entre la búsqueda voluntaria de oportunidades en el extranjero, que siempre ha existido, y la emigración impuesta por unas condiciones económicas y laborales que te impiden sobrevivir y construir un proyecto de vida autónomo. Lo primero puede ser definido de muchas maneras y no tiene por qué ser malo; lo segundo es un drama para el país y para las personas que se ven forzadas a irse", agrega.

"¿Qué de positivo puede tener que parte de la generación mejor preparada de nuestra historia se vea condenada a emigrar para ganarse la vida? Es, simplemente, la constatación de un gran fracaso", concluye Pueyo.

Carlos M. Duarte también se refirió a la emigración juvenil en un post de El Huffington Post titulado "Ayer emigró mi hija": "Emigra en busca de un futuro que no ha podido encontrar en su país y que la sociedad, o sus padres, no le ha sabido dar. Se trata de rebelarse contra quienes se refieren a su generación como la generación perdida. Marchar le ha costado quedarse sin pareja, por lo que el llanto, apagado, que oía por la noche desde mi cama, se me hacía aún más amargo".