Mario Draghi cumple un año al frente del BCE consolidado como figura europea clave frente a la crisis

Mario Draghi cumple un año al frente del BCE consolidado como figura europea clave frente a la crisis

FRANKFURT AM MAIN, GERMANY - NOVEMBER 03: Mario Draghi, new President of the European Central Bank (ECB), speaks to the media following the first meeting of the ECB Governing Council with Draghi at the helm on November 3, 2011 in Frankfurt am M...Getty Images

Un año después, Mario Draghi sigue siendo Super Mario, uno de los apodos por el que se le conoce. Desde que el 1 de noviembre de 2011 sucediese a Jean-Claude Trichet, todos en la eurozona siguen rezando con devoción al presidente del Banco Central Europeo para que sentencie el pulso que la eurozona le echa -sin acabar de ganarlo- a la crisis económica.

Como si se tratase de la providencia, las acciones de la institución que dirige están a menudo rodeadas de misterio. Super Mario, uno de los apodos por el que se le conoce, no se compromete a nada, reivindicando regularmente la independencia legal del BCE, pero promete actuar por el bien del euro. Como si se tratase de un santo, algunos Gobiernos le piden regularmente que les ayude a través de un rescate para el que el banco de bancos tiene capacidad casi ilimitada. Otros creen que ese rescate es más un pacto con el diablo de consecuencias devastadoras, y le piden que lo evite.

Tanto para sus críticos como para sus defensores, Draghi sigue siendo un año después una de las figuras clave en la resolución de la crisis económica al liderar la institución con más margen para actuar en los mercados financieros. Ni los que lo denostan ni los que alaban sus decisiones dudan de su influencia, capacidad de interlocución con todos los actores y capacidad para nadar y guardar la ropa. Es el autor de la revolución pacífica, aunque no sin sobresaltos puntuales, que vive la institución.

Para la historia queda la frase que pronunció en julio. "Dentro de nuestro mandato, el BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente". Esas últimas cuatro palabras causaron un efecto bálsamo inmediato. Tan solo al evocar un golpe en la mesa los especuladores se asustaron. Pero así es Mario Draghi, quizás el primer presidente del BCE al que se le entiende cuando habla (algo, al menos), para alegría de los periodistas especializados, que cada vez prestan menos atención a otras señales. Según las malas lenguas, esos indicios llegaron a incluir el color de la corbata con su antecesor.

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(Portada de El HuffPost sobre las palabras de Draghi en julio)

Aunque el cambio en el tono es evidente, Draghi también ha impulsado otras medidas inimaginables tan solo unos meses antes. Trichet subió los tipos de interés al final de su mandato y Draghi los ha bajado desde que llegó tres veces, hasta un mínimo histórico (0,75%). También inundó el mercado con operaciones de refinanciación bancaria que ascendieron a un billón de euros, aunque la medida no logró los fines previstos.

MATAR AL PADRE

Antes de ser designado era tan sólo un candidato con pocas posibilidades de batir al favorito, el alemán Axel Weber. Alemania no ostentaba la presidencia de ninguna de las grandes instituciones de la Unión Europea y el poder de Angela Merkel en todas las decisiones económicas iba en aumento. Cuando el candidato alemán se retiró de la carrera por motivos nunca esclarecidos del todo, el gobernador del Banco de Italia desplegó sus dotes de seducción para ganarse el favor de Berlín, que considera que el BCE sólo debe preocuparse por un asunto: el control de la inflación.

Ese es, por ley, el cometido principal de la institución con sede en Fráncfort. Sin embargo, el BCE ha puesto en marcha multitud de operaciones que bordean esa misión. La más importante llegó en septiembre, cuando detalló la manera en la que intervendría en los mercados financieros para rescatar a España. Sólo puso dos condiciones a cambio de una intervención sin límite fijado: que el fondo de estabilidad, que financian los Gobiernos del euro, también se involucre y que hubiese estrictas condiciones para los países que se acojan.

Es esta medida la que ha consumado el divorcio con Berlín. Jens Weidmann, el presidente del Bundesbank (el Banco Central de Alemania) votó en contra del criterio de sus otros 16 colegas cuando se tomó la decisión y la ha criticado desde entonces. El Gobierno de la canciller, que aceptó el nombramiento de una paloma (por oposición a los halcones alemanes, en la jerga de la política monetaria), trata ahora con cada vez menos disimulo de asestarle un perdigonazo o recortarle las alas. En palabras de Soledad Gallego-Diaz en El País:

El diario Suddeutsche Zeitung, normalmente más moderado, cree que "se excede en sus funciones". Y el amarillo Bild no oculta que siempre ha pensado que era loco poner a un italiano al frente del Banco Europeo: "Mamma mia. Para los italianos, la inflación es como el tomate para la pasta". La guinda la ha puesto esta semana el popular semanario Spiegel, con una entrevista muy agresiva: "A los alemanes se les prometió que el Banco Central Europeo se comportaría como un segundo Bundesbank. Mucha gente habla ahora de un nuevo Banco de Italia", inquiere. "Considero esas acusaciones, por decirlo suavemente, muy poco elegantes", responde Mario Draghi .

ESPAÑA Y LA SUPERVISIÓN BANCARIA

Mario Draghi ha salido milagrosamente ileso de su primer año de mandato y es a partir de ahora cuando se juega su pontificado. El rescate de España, si Mariano Rajoy lo pide finalmente, será una prueba de juego, ya que cuenta con la manifiesta oposición de Alemania.

Además, la institución que preside, de carácter colegiado, tiene que asumir la supervisión directa de la banca europea, un salto de gigante en la transferencia de poder de los países miembros a la UE.

Serán esos dos aspectos, que tienen ritmos muy diferenciados, los que probablemente escriban el capítulo de la historia europea que protagonice Draghi. De momento, quizás con la humildad beatífica que algunos le atribuyen, evita darse la importancia que sus acciones han demostrado que tiene. Así respondió al semanario alemán Der Spiegel en su última entrevista:

SPIEGEL: Eso suena modesto cuando usted actualmente tiene más responsabilidades que cualquier banquero central anterior. Usted es el gran acreedor de muchos países de la Eurozona; usted es el director del supervisor bancario y está diseñando una nueva estructura de la Eurozona junto al presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy. ¿Sería erróneo llamarle el hombre más poderoso de Europa?

Draghi: Ciertamente no me siento así.