La crisis 'enjaula' a los jóvenes con sus padres: "En casa sólo entra mi sueldo"

La crisis 'enjaula' a los jóvenes con sus padres: "En casa sólo entra mi sueldo"

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La mayoría de los jóvenes en España no se pueden independizar hasta pasados los 30 años. Solo dos de cada 10 jóvenes han podido independizarse en 2013, según un estudio del Consejo de la Juventud de España.

Esos jóvenes que no pueden abandonar el hogar de sus padres trabajan muy por debajo de su cualificación, normalmente como temporales, por obra o en campañas especiales como la de verano o Navidad. No se pueden ir porque no ganan lo suficiente o porque sus familias dependen de ellos.

Es el caso del canario Daniel Lobato Fraile, de 26 años, que culpa al "mísero sueldo" que ganan todos los miembros de su familia de no poder emanciparse. Vive en Madrid con su madre y su hermano, y ninguno supera los 500 euros por su trabajo.

Él gana 350 euros al mes trabajando 12 horas semanales en turno de noche en una empresa de medición de audiencias de cine. Recientemente le han hecho un contrato indefinido.

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Dani estuvo independizado al año de viajar a Madrid para estudiar en la universidad. "Vivía en un piso compartido, estudiaba y trabajaba. Eran prácticas y chanchullos, pero me daba. Pero ya no podía seguir siendo becario, porque me licencié", manifiesta el joven de 26 años.

Un año después de terminar la carrera perdió el trabajo. Desde entonces ha malvivido como freelance, y vive con su madre y su hermano porque, por separado, ninguno podría llegar a fin de mes. "Con un sueldo decente me daría para alquilar un piso y ayudar en casa", lamenta.

Dani asegura que ha pensado irse fuera, pero como no le da para ahorrar, no se puede hacer un fondo para ello. "Un máster tampoco puedo pagármelo. Así que busco cursillos por Internet...todo autodidacta", asegura.

RECICLARSE ANTES DE LOS 30

Del sueldo de Nerea Rodríguez Aranda también depende su familia. Tiene 26 años, pero ya ha tenido que reciclarse profesionalmente. Empezó con estudios sobre parques zoológicos y acuarios, y ahora cursa un grado de Psicología.

"De las carreras de la UNED era la única que me gustaba, y como trabajo, es la única uni a la que puedo ir...", manifiesta. Cuando no estudia, trabaja en un bingo como operadora de sala. Su sueldo es el único que entra en casa.

"Mi padre tiene 48 años y está en el paro. Trabajaba en la construcción. Mi madre ha buscado trabajo pero no encuentra". Confiesa que en su casa "dependen un poco" de su sueldo, por eso no se puede ir.

"En enero me ofrecieron una vivienda de protección oficial, y tuve que rechazarla porque no tenía trabajo. A las dos semanas lo encontré, pero ahora tampoco puedo irme", lamenta. "Y también me he planteado irme fuera, pero me da un poco de miedo. ¡Yo, que nunca he salido de España...!".

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También ha optado por reciclarse Miguel Ángel Lozano, que entrará dentro de poco a trabajar en El Corte Inglés como vendedor de la sección de Informática y Electrónica. Desde que acabo la carrera de Comunicación Audiovisual, ha encadenado un trabajo temporal tras otro.

"Eran trabajos en producciones audiovisuales. Se paga bien, pero tiras de lo que has ganado durante meses, hasta que sale el siguiente", explica el joven de 28 años. El último que tuvo fue en una película en marzo. "Hay mucha atemporalidad, y poco trabajo en el gremio", asegura.

Miguel vive con sus padres y su hermano, pero le gustaría vivir de alquiler con su novia. Pero el reciclaje no lo hace sólo para poder independizarse. "También es para tener algo de dinero. Ha llegado a un punto en que tengo que pedir a mis padres, y me da vergüenza", confiesa.

TREINTAÑEROS DEPENDIENTES

Los mayores de 30, aunque en menor medida, tienen también dificultades. Laura Aspas Casanova es de Valencia, tiene 31 años y jamás ha podido emanciparse.

Vive con sus padres, y aunque estudió Filología Inglesa, se está reciclando en un ciclo formativo de gestión de alojamientos turísticos. "Creo que el turismo es lo que nos queda en este país. Como domino el inglés, y ya que traductora no puedo ser...pues esto", relata.

Laura trabajó como traductora antes de la crisis, pero en 2008 la despidieron, y ha ido encandenando trabajos temporales. El último fue como comercial de seguros, pero lleva más de un año en paro.

"He pensado en irme fuera, pero en mi casa sólo entra un sueldo, y no puedo hacerme un colchón por si pasara algo. Así no me voy", lamenta la joven.