Catástrofes no tan naturales (FOTOS)

Catástrofes no tan naturales (FOTOS)

NOAA

El hombre está enloqueciendo al tiempo. La mitad de algunos de los fenómenos meteorológicos más extremos que vivió el planeta en 2012 fueron causados, al menos parcialmente, por las emisiones humanas y su impacto en el clima. Desde la sequía en España hasta las inundaciones en Australia, el cambio climático estaría acentuando las catástrofes naturales.

La Sociedad Meteorológica Americana acaba de publicar un amplio informe (PDF) sobre 12 fenómenos extremos sucedidos en los cinco continentes y el Polo Norte. 18 equipos de investigadores, uno de ellos español, analizaron huracanes, sequías, lluvias torrenciales o el deshielo del Ártico para comprobar si el cambio climático está teniendo algo que ver.

Al menos en seis de ellos, las emisiones antropogénicas podrían explicar si no su origen, al menos su virulencia. El informe, sin embargo, sigue apuntando a la propia variabilidad del clima como causa principal en todos los casos, salvo en uno.

Y este no es otro que el deshielo del Polo Norte. El 18 de septiembre de 2012, la extensión del casquete polar llegó a su mínimo histórico. Con sólo 3,41 millones de hectáreas, el mar helado ocupaba la mitad que la media registrada entre 1979 y 2000. Los investigadores señalan dos causas que se reforzaron entre sí. Una intensa tormenta en los días previos, adelgazó aún más la capa de hielo que viene perdiendo grosor desde hace al menos una década por el calentamiento tanto del agua como del aire. A mediados de siglo, la mayor parte del Ártico se derretirá cada verano.

Sin embargo, el cambio climático parece que no tuvo que ver con la ola de calor y consiguiente sequía que vivió Estados Unidos, en especial el centro del país y la costa oeste. Julio de 2012 fue el mes más cálido desde que se tienen registro y, en agosto, la mitad de los condados del país tuvieron que acogerse a un figura similar a la española declaración de zona catastrófica. Los tres estudios que analizaron este fenómeno concluyeron que todo se debía a la propia dinámica atmosférica.

Más dudas suscita el huracán Sandy que, convertido en tormenta tropical (lo que se supone que es una reducción de su peligrosidad), golpeó la costa atlántica de Estados Unidos el 29 de octubre. Aunque alcanzó la categoría 3 (de una escala que lleva hasta 5, como lo fue el Katrina), tocó tierra ya rebajado. Sin embargo creó el caos en zonas como Nueva York y Nueva Jersey.

El cambio climático no provocó el huracán pero si está elevando el nivel del mar, lo que explicaría las altas olas de hasta 2,7 metros que entraron tierra adentro. Los científicos creen que el calentamiento está elevando las probabilidades de que haya más Sandys en el futuro.

“Añadir un poco más de velocidad a tu trayecto por la autopista cada mes elevará de forma significativa las probabilidades de que un día te hagas daño. Pero si ocurre un accidente, la causa principal no será la velocidad en sí, sino la carretera mojada o que estabas escribiendo un mensaje en el móvil”. Con esta analogía, los autores del estudio quieren mostrar lo difícil que es determinar el peso del factor humano en los fenómenos meteorológicos al tiempo que destacar que sí juega un papel.

Es esa acumulación de cambios inducidos en el clima lo que podría explicar lo loco que estuvo el tiempo en Europa en el verano de 2012. Al tiempo que Reino Unido vivía el verano más húmedo desde 1910, España sufría una intensa sequía. Las precipitaciones desde septiembre de 2011 (mes de inicio del año hidrológico) hasta agosto del año siguiente se redujeron un 50% en comparación a la media del periodo 1950-2000. Ambos extremos se deben a causas naturales, pero su intensidad sí estaría relacionada con los cambios que está provocando el calentamiento en la Oscilación del Atlántico Norte, patrón clave en el clima europeo.

El amplio informe también se detiene en las intensísimas lluvias seguidas de inundaciones que sufrieron China, Japón y Australia en distintos momentos del año. En otro capítulo, se analiza el impacto del cambio climático en la pertinaz sequía que asola Somalia y el norte de Kenia desde hace una década y que tuvo su pico en 2011 y 2012. Aquí nuestras emisiones están, al menos parcialmente, provocando la muerte de miles de personas.