Mujeres africanas: la lucha por tomar la rienda de sus vidas

Mujeres africanas: la lucha por tomar la rienda de sus vidas

"En Gambia las mujeres no deciden ni cuándo tener sexo con sus maridos. Ellos lo controlan todo: número de hijos, si van o no al cole y cuándo se casarán". Matida Daffeh, gambiana de 29 años, no tiene miedo a reconocerlo: es feminista. En un país en el que la propia ministra de educación -Mariama Sarr- admite que los niños van a la escuela y las niñas a la cocina, ella sí pudo estudiar.

Daffeh salió de su aldea y se formó en la universidad. Ahora sabe que la mujer tiene derechos y que en su país están restringidos. En Gambia, donde los musulmanes conforman más del 92% de la población, no existe una ley que prohíba la mutilación genital femenina. "Muchas mujeres no leen el Corán y asumen sin más lo que les dicen sus maridos. La mutilación se hace para controlar la sexualidad de la mujer, para evitar su supuesta promiscuidad. Todo se reduce al control de la mujer", asegura Daffeh a El Huffington Post.

Su historia y la de otras dos mujeres de Senegal y Guinea Bissau han sido recogidas por la ONG Alianza por la Solidaridad, que gracias a una subvención de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, ha llevado a esos países programas para la mejora de los cultivos y la alimentación desde una perspectiva de género.

Para Daffeh, la raíz del problema es el aislamiento de la mujer en el campo educativo. "Sólo es gratuita la educación primaria. Después hay que pagar, y las familias sólo apuestan por la educación de los varones. Ellas se quedan al margen, no pueden asumir responsabilidades porque no tienen formación", explica.

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Cuando recuerda a la Matida Daffeh de la aldea, la que vivía rodeada de familias en las que las niñas se encargaban de las tareas del hogar sin plantearse siquiera la posibilidad de llegar al instituto, se encuentra con una niña contrariada en cuya vida reinaba el silencio. "No me atrevía a protestar ni a decir lo que pensaba. Fue una ONG de Canadá la que me enseñó a expresarme durante mi adolescencia".

Daffeh rememora el día en que explotó. Una de sus vecinas tenía en casa a su hijo enfermo de malaria y no lo llevaba al hospital por falta de tiempo, tenía que preparar la comida para su marido y dejar listas las tareas del hogar. "Le pregunté dónde estaba él y me respondió que por ahí con los amigos. El niño tenía mucha fiebre y me llevó unas horas convencerla de que lo llevase. Ese día empecé a hablar".

Ahora Daffeh trabaja como responsable de género en una ONG gambiana -ADWAC- que se encarga del desarrollo de las mujeres en la provincia de Kerewan. Allí organizan charlas para concienciar a las mujeres de que su papel tiene que cambiar. A los encuentros también acuden hombres. "Hemos sido creados por el mismo dios, no son más que nosotras", defiende.

Separada y con un niño de un año y tres meses, a Matida no le interesa triunfar en lo profesional. "No quiero ganar yo, solo compartir mis conocimientos. El individualismo no me interesa", zanja.

DUEÑAS DE SUS TIERRAS

Aua Keita, de 42 años, es de Guinea Bissau. En su país sí existe una ley que prohíbe la mutilación genital femenina, pero, según asegura, muchas mujeres la siguen practicando a sus hijas a escondidas. El problema se repite: no tienen acceso a la educación y viven al margen del sistema. "Las mujeres no tienen derecho a la propiedad, no pueden ser herederas y, por lo tanto, no pueden ser independientes", asegura.

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Keita, cuyos padres participaron en la lucha de liberación nacional de Guinea en 1963, fue perceptora de una beca del Gobierno de Cuba para hijos de excombatientes. Residió durante cinco años en la isla y se licenció en Ingeniería Agrícola.

"Regresé con todos mis conocimientos a Guinea para ayudar a las mujeres que trabajan el arroz, que superan con creces al número de hombres", cuenta. Desde la asociación APRODEL, Keita ha logrado que algunos grupos de mujeres de la región de Bafata se conviertan en las propietarias de las tierras, a modo de cooperativa. Su próximo objetivo es conseguir que las mujeres sean propietarias en solitario.

"Es importante que aprendan que no necesitan a un hombre para sobrevivir. Uno de mis tutores en Cuba me repitió una y mil veces que no tuviera prisa por tener hijos y esperé hasta los 28. Tenía formación y podía elegir. El dinero también da la libertad", afirma.

PRIMERA MINISTRA Y LEY DE PARIDAD

La piel se Senegal muestra progreso. En septiembre de 2013 Aminata Touré, hasta ese momento ministra de Justicia, se convirtió en primera ministra. Era la segunda mujer en llegar a la primera línea política, después de que Mame Madior Boye lo lograra en 2001. Tres años antes, el parlamento senegalés aprobaba la Ley de Paridad, por la que un 40% de los miembros de la asamblea tenían que ser mujeres. Senegal se adhirió a las políticas de igualdad de la Organización de Estados Africanos (OEA).

Sin embargo, las arterías de este país africano siguen dominadas por los hombres. Fatoumata Bintou, de 32 años y responsable de género en la ONG FODDE, lamenta que pese al "lavado de cara", el plano socioeconómico del país continúa en manos de los varones. "Ellos han podido estudiar mientras que ellas ni siquiera conocen sus derechos. Ellos siempre han sido los jefes de las comunidades y ellas las subordinadas. Esa sigue siendo la realidad en Senegal", cuenta.

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Desde su asociación luchan por la independencia de la mujer y han puesto en marcha un programa de microcréditos para que ellas también puedan emprender. Cultivan pequeñas producciones por las que obtienen ingresos. "Cuando no tienes un duro dependes de una persona y eso refuerza el control sobre tí".

Bintou es soltera y, de momento, no piensa en casarse. "Me han dicho que soy muy exigente", cuenta de sus antiguas relaciones con hombres. En su país no está bien visto que personas de diferentes etnias contraigan matrimonio y a ella, de la etnia Manjac, le gusta un hombre Serer. "Es otro de los problemas de nuestra sociedad... tan anclada en el pasado", lamenta.

Matida, Aua y Fatoumata no envidian a las mujeres occidentales. Creen que todo es cuestión de tiempo y que, como sus vecinas del norte, lo conseguirán. "Preguntad a vuestras abuelas... seguro que su situación no distaba mucho de la nuestra", apunta Aua. "África está en camino".