En serio: ¿Por qué nos cuesta tanto ir al baño en el trabajo?

En serio: ¿Por qué nos cuesta tanto ir al baño en el trabajo?

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El mundo se divide entre quienes no tiene problemas para ir al baño en el trabajo y los que sí. Los primeros viven tranquilos: han asumido que es algo natural y hacen bromas al respecto. Son los que gritan "voy a poner un fax" o los que tras la comida eligen la mejor lectura posible, la colocan bajo el brazo y se dirigen a los aseos.

Mientras, en el otro extremo de la oficina, un grupo de empleados sufren ante la posibilidad de que les llegue el momento de ir al baño. Aguantan como sea con tal de no tener que evacuar fuera de su zona de confort (o sea, su casa).

Hay que asumir esto como algo natural. Al fin y al cabo pasamos en la oficina entre ocho y diez horas diarias y éstas incluyen las sobremesas del café del desayuno y la digestión de mediodía. Así que mejor no ser del segundo grupo.

LAS RAZONES

Si te encuentras entre los primeros a estas alturas del artículo estarás pensando que la situación es exagerada, pero lo cierto es que muchos de tus compañeros evitan a toda costa tener que enfrentarse a ese momento. Y para ser precisos son más mujeres que hombres. Aunque no hay estudios que lo demuestren, sí es verdad que este "problema" afecta más a las chicas. ¿Pero cuál es la causa? Diferentes razones explican por qué nos resulta una tarea tan compleja:

  1. No lo asumimos como natural a pesar de ser una necesidad orgánica universal que afecta a todos sin excepción (sí, también a tu jefe y a ese chico que tanto te gusta). Prueba de esta falta de naturalidad es el uso de eufemismos. No decimos cagar, hablamos de ir al baño. Esta palabrería le resta naturalidad. "Para asumirla deberíamos hablar abiertamente, de hecho las personas que menos problemas tienen para hacer caca en sitios públicos sí lo hacen", cuenta la psicóloga Carmen Berzosa.
  2. Pensamos que es algo sucio. Los reacios a ir al baño en el trabajo lo consideran "algo que huele mal y que puede dar lugar a que los demás se rían de nosotros porque nos puedan ver o notar algo que nos avergüenza y eso hace que nos sintamos incómodos, y ridículos", cuenta la psicóloga Ana Mª Bastida , autora de libro Miedos, ansiedad y fobias: diferencias, normalidad o patología.
  3. Nos lo han inculcado desde pequeños. Nos lo hicieron ver como un tema tabú siendo niños y así se ha quedado. Hemos interiorizado frases tipo "eso no se hace en público", "eso se hace en el baño", "se dice hacer popó" y hoy seguimos pensando que "hay conversaciones que no se deben tener y comentarios que debemos ocultar", señala Berzosa.
  4. Queremos que nos dé vergüenza. Suena raro pero es así: que tú lo pases mal y tu compañero no, se debe en gran medida a que tú has decidido que así sea. La vergüenza es una emoción autoconsciente, esto quiere decir que la generamos nosotros mismos, cuenta Berzosa.
  5. Imaginamos situaciones y escenarios catastróficos. "Esto nos suele producir un estado ansiógeno y en muchas ocasiones anticipatorio de múltiples problemas (no llegar a tiempo, que esté ocupado, ser vistos, oídos u olidos...) que repercute más negativamente incrementando la probabilidad de que todo aquello que temen se produzca, lo que generaría la confirmación de nuestros temores y por tanto mayor malestar, incapacidad, impotencia, indefensión, miedo al ridículo, vergüenza, culpa… o cualquier otra emoción", añade Bastida.
  6. Cuestión cultural. El que las mujeres tengan más problemas no solo se debe a que sean más estreñidas que los hombres, es también una cuestión cultural. "Sufrimos mayor sentido de la vergüenza y del ridículo inculcado socialmente ante el hecho de que pueda notarse, olerse o sentirse los restos de una posible evacuación en lugares no adecuados", explica Bastida. Los hombres asumen por sistema el hecho de ir al baño con más naturalidad. "Están acostumbrados a entrar al servicio y encontrarse con otros orinando. No hay puertas que los esconden y desde pequeños lo interiorizan como lo más normal del mundo", añade.

LAS SOLUCIONES

El objetivo final es conseguir ir al baño en el trabajo y así evitar posibles consecuencias, porque aguantar una jornada completa sin ir al baño puede ser una verdadera pesadilla, y no sólo física. Si no le plantamos cara el problema se tiende a incrementar y a generalizar a otros ámbitos. "El miedo a que pueda ocurrir, la incertidumbre, la percepción de falta de control, la angustia, la ansiedad… irán tomando fuerza y terminará provocando nuevos problemas en nuevas situaciones", explica Bastida.

¿Cómo solucionarlo? Cada uno tienes trucos. Los hay que se escapan a otra planta y otros buscan las horas de reunión del jefe. Mats & Enzo, seudónimos con los que se hacen llamar los autores del libro Cómo hacer caca en el trabajo (mr prácticos), señalan que "los servicios en el centro de trabajo se rigen por seis reglas insoslayables. Todo el mundo sigue inconscientemente al pie de la letra estas reglas de oro, aunque nunca han sido escritas formalmente. No hay que infringirlas jamás, sea cual sea la situación". Son "las 6 reglas de la N":

- Ningún contacto visual

- Ninguna conversación

- Ningún contacto físico

- Ninguna emoción

- Ninguna culpabilidad

- Ninguna excusa

El libro, recientemente traducido al español, expone 63 posibles situaciones (que la persona que te gusta esté en la cola del baño, tener que ir por sexta vez en el mismo día, que la cisterna no funcione…) y ofrece una solución a cada uno. Por ejemplo:

"Si crees que su jefe está en uno de los puestos al entrar en el cuarto de baño, apagar la luz. A continuación, debes escuchar, 'hey, la luz!'. De esa manera sabrás si está ahí. Si es así, apaga la luz de nuevo y sal. (O deja sin hacer nada, si no te gusta tu jefe)".

Carmen Berzosa asegura que no pretende desmontar ninguna de estas teorías pero prefiere hablar de tres áreas principales para empezar a trabajar: “Enseñar a nuestro cuerpo y crear una rutina de ir al baño todos los días a la misma hora, convencernos de que es algo natural que forma parte de la vida y saber que estar nervioso es incompatible con hacer caca.

La clave es aprender a relajarse y no evitar entrar a los baños cuando se necesita. "Detrás de cualquier evitación, siempre se va a incrementar el problema", explica Bastida quien aconseja "enfrentar el problema y afrontarlo de forma racional y con la mayor relajación posible". No es una situación tan grave y a poco que se intente se puede controlar. El miedo al ridículo desaparecerá en cuanto sea superado por la satisfacción de haber conseguido el éxito.