Las vidas que cambió una curva

Las vidas que cambió una curva

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"No te preocupes, el tren ha descarrilado y suponemos que no ha sido mucha cosa porque ha pasado entrando en Santiago". Cuando María Teresa llamó a su hermano, ninguno de los dos (ni nadie) podía imaginarse la magnitud del accidente ferroviario que el 24 de julio de 2013 truncaría, entre 81 muertos y 140 heridos, más de 200 vidas.

Santiago Fernández, que entonces tenía 39 años, cogió el coche y se dirigió hacia Santiago poco después de hablar con María Teresa: "En ese tren iban mi padre, mi hermano y su novia". Sólo sobrevivió su hermano.

"Mi hermano sufrió varias lesiones, una de ellas en una rodilla y de la que aún se está recuperando, quemaduras, rasponazos y fracturas en todo el cuerpo, además de una perforación de pulmón. La mitad del cuero cabelludo se le desgarró", cuenta Santiago, quien apunta que su hermano estuvo "muy perdido a nivel psicológico".

Recuerda que su padre fue una de las últimas personas que encontraron porque estaba en uno de los vagones más destrozados. Una semana y media después de enterrarle, la psicóloga que ayudaba a Santiago le llamó para pedirle que se sentase a oír lo que tenía que decirle. Acababan de encontrar "restos importantes" de su padre.

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Un año después, Santiago, que pertenece a la Asociación de Perjudicados por el Accidente Ferroviario del Alvia de Santiago (APAFAS), reclama que "si hay responsabilidades, alguien tiene que pagar por ellas". Asegura que desde su asociación no quieren que "ningún representante político" vaya a los actos celebrados en Angrois este día 24, en los que se rinde homenaje a cada una de las víctimas. "Al final, lo que quedan son los 81 muertos [cuenta a las dos personas que murieron después, aunque judicialmente se reconozcan 79] y sus familias", lamenta.

ROSA MARÍA NICOLÁS ALONSO Y ANTONIO CASARES MASAS

La tragedia también golpeó las vidas de Rosa María Nicolás Alonso, de 70 años y su marido, Antonio Casares Masas, de 81 años. A Óscar Nicolás, hermano de "Rosa Mari", le tiembla la voz al recordar aquel día: "Perdí a mi hermana y a mi cuñado. Ella era como una madre para mí, mi madrina".

Los dos fallecidos estaban jubilados y vivían en Madrid. "Como todos los años, pasaban dos meses de verano en A Coruña, porque mi cuñado no soportaba el calor. Le gustaba estar en un sitio fresco, incluso se bañaba todos los días en el mar", rememora el hermano de Rosa María. Un lunes fueron a una revisión médica a la capital, con la intención de volver el miércoles a Galicia, un trayecto que nunca completaron.

Óscar se enteró de la catástrofe a través de la televisión, cuando la noticia del suceso interrumpió el partido de fútbol que estaba viendo. La pareja dejó dos hijos, "mucho dolor y mucha rabia".

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Después de un año, la pena y la tristeza siguen ahí para el hermano de Rosa María, pero ahora también se siente "indignado, olvidado y atacado" por el Gobierno.

"Las negligencias en seguridad se pagan", asevera, y expone los motivos de su afirmación: "Al tren le llamaban Frankenstein, según me han contado especialistas, porque era un AVE transformado y tenía tres puntos de gravedad diferentes".

Su objetivo es conseguir, a través de una petición colgada en Change.org, que se cree una Comisión de Investigación. "Queremos la verdad por nuestros familiares, a quienes nos robaron...", añade. "Anteponer un negocio a las personas es repugnante y vergonzoso. Y las consecuencias de su ahorro son horribles", agrega.

"Sé de personas que esperaban en la estación a sus familiares y, al oír los helicópteros y sirenas, se lanzaron a buscarles entre los restos, levantando mantas", cuenta afectado.

Óscar lamenta que se insinúe que existe desunión entre las víctimas, algo que niega. Él no pertenece a ninguna plataforma, pero aclara que está en contacto con las tres agrupaciones existentes: APAFAS, Plataforma Víctimas Alvia 04155 y otra de unas 80 personas (en el tren viajaban 220) donde debaten personas de ambos colectivos y ajenas a ambos.

JESÚS DOMÍNGUEZ

El portavoz de la Plataforma Víctimas Alvia 04155 -que insiste en que todos los miembros del colectivo son igual de importantes- es Jesús Domínguez, de 42 años y herido en el siniestro. "Mi vida ha cambiado mucho. Llevo un año en rehabilitación y todavía sigo cojo y con secuelas", afirma.

Ingeniero informático de profesión, tenía trabajo antes del accidente y está de baja desde aquel día, aunque espera incorporarse en "tres o cuatro" meses. "Vinieron mis sobrinas, que tenían 8 y 11 años y vivían fuera, así que mi mujer y yo quisimos ir con ellas de visita a Santiago. Como habían puesto el tren de alta velocidad, que se suponía que era más seguro que el coche, decidimos ir en ese transporte", detalla.

"Es un tema del que no nos gusta mucho hablar, pero nosotros tuvimos mucha suerte porque ninguno de los cuatro murió. Mi sobrina, que ahora tiene 12 años, está como yo, todavía pendiente de operaciones, y sufrió varias roturas y traumatismos, al igual que mi mujer", explica. Y especifica el número de veces que ha pasado él por el quirófano: 15.

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Jesús respalda la tesis de la plataforma de que el accidente se podía haber evitado. "Resulta que nos estábamos metiendo en un tren que no cumplía ni la normativa ni los sistemas de seguridad y en el que dependíamos, a 200 kilómetros por hora o más y con 400 toneladas de peso, sólo del maquinista”, denuncia. "La chapuza que ha hecho aquí Fomento, tanto en el actual Gobierno(PP) como en el anterior(PSOE) no tiene nombre".

Para el colectivo, que agrupa a 50 personas de forma oficial pero en el que participa más gente, tres decisiones distintas habrían cambiado el curso de los acontecimientos. La primera es el cambio del proyecto en 2010 "para ahorrar en tiempo de viaje y adelantar la inauguración", que se hizo en la época de José Blanco como ministro de Fomento. Según un comunicado de la plataforma, "los peritos confirman que con el proyecto original no habría ocurrido el accidente".

La segunda decisión, según las palabras de Jesús, fue la desconexión del sistema de conducción automática ERTMS, que se hizo bajo el mandato de Ana Pastor para evitar los retrasos que provocaban fallos en el sistema, algo que también "habría evitado el accidente".

El tercer fallo, dice Jesús, fue ignorar al jefe de maquinistas de Ourense, que advirtió del peligro "como un pitoniso" cuando informó dos años antes de que, si algún día el maquinista se distraía, no lograría frenar a tiempo.

Todas estas razones, más la negación de que el trayecto fuese de alta velocidad días después del accidente -Jesús muestra un ejemplar de una revista de RENFE para demostrar que se anunció y vendió así- hacen que el colectivo luche, entre otras cosas, por una Comisión de Investigación Independiente, algo que también exigen buena parte de los afectados.

ROSANA MARTÍN

Una de esas personas preocupadas por esclarecer responsabilidades es Rosana Martín, una toledana de 34 años que el 24 de julio había quedado con cuatro amigas en A Coruña. "Cuando se acerca la fecha, es complicado", afirma, y relata que, a veces, se mira en el espejo y pide que le "devuelvan" su vida.

Rosana reconoce que tuvo "suerte", pese a que se rompió tres costillas y una le pinchó el pulmón, sufrió varios traumatismos y una luxación: "Llevaba el bolso, así que pude avisar a mis amigas y ellas a mi familia, aunque ya cuando estaba en el hospital".

Un año después de la tragedia tiene limitada la movilidad del brazo derecho, y ha tardado un año y ha necesitado compañía para poder subirse a un tren de nuevo. Es trabajadora social, y no pudo incorporarse al trabajo hasta hace cuatro meses, después de más de ocho de rehabilitación.

"La herida más grande es que esto pueda volver a ocurrirle a otra persona", asegura, para después condenar que no se han tomado las suficientes medidas suficientes: "No veo cinturones de seguridad, ni equipaje en un sitio seguro. Nada ha cambiado. Y debería hacerlo por respeto a los que ya no están".

Rosana cuenta que, a pesar de todo, esta experiencia tiene una cara y una cruz. "Quedan muchas secuelas, te marca de una forma muy traumática. ¿Y esas personas que iban acompañadas y ya no lo están? Es muchísimo peor, tienen que superar el trauma y el duelo", lamenta. La cara: "También te das cuenta de lo afortunada que eres. Yo vivo cada día como sí fuera un regalo. Estoy viva...".

Recuerda a la perfección al policía que la sacó del vagón, con quien mantiene el contacto. Él le dijo que pudo ayudarla porque ella "le echó agallas", dice Rosana, consciente de que no todos corrieron su misma suerte: "Lo raro es que saliera gente con vida. Ese es el milagro".