Atocha-Sants: Del centro de Madrid al corazón de Barcelona

Atocha-Sants: Del centro de Madrid al corazón de Barcelona

ANTONIO RUIZ

Madrid se despereza, amanece en Atocha. Maletas, bolsos y carteras pasan por el escáner de la estación de trenes. Dos horas y media. Eso es lo que dura el trayecto directo del AVE entre la capital y Barcelona. Es la vena principal que conecta los corazones de las dos ciudades más importantes de España.

En sus seis años de vida, más de 16 millones de personas han pasado del teatral escenario de Atocha, vigilado por los caballos alados del Ministerio de Agricultura, el neón decadente del Hotel Mediodía y los reflejos de la ampliación de Jean Nouvel del Museo Reina Sofía, a Sants, cuya puerta es la plaza de los Països Catalans. Del surrealista jardín tropical que hay en la estación madrileña a uno de los primeros ejemplos de arquitectura ‘dura’ que sacudió la Barcelona de finales de siglo y que hoy es pasto de skaters que inspirarían a Gus Van Sant.

Madrid y Barcelona se conectan, se miran y se comparan dentro del AVE, ese proyecto que nació al calor de Felipe González pero que no llegó a Barcelona hasta el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero y que se ha convertido en uno de los referentes de la gripada Marca España .

Y este es un fin de semana especial. El próximo domingo se celebrará la consulta descafeinada del 9 de noviembre. Todos los viajeros lo tienen en mente durante los 659 kilómetros del trayecto.

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"EL DÍA 10 SERÁ PEOR QUE EL 9"

César, profesor universitario, vuelve a su casa barcelonesa este viernes después de haber participado en un acto académico en la capital. Repite el trayecto bastantes veces al año y tiene claro que la actual situación es “fruto de una incomprensión del Gobierno de España y el resto del país que no entienden los hechos nacionalistas, el catalán, el vasco y el gallego”. Mientras tanto, confiesa después de haber comprado la prensa antes de entrar al vagón, “los independentistas han aprovechado para dar un impulso a sus posturas”. “Se han retroalimentado hasta llegar a un punto que es difícil parar y resolver”, añade.

Este profesor de Psicología de la Educación no va a ir votar el 9-N, pero lamenta un poco apesadumbrado que no sabe lo que pasará y que no se resolverá “fácilmente”. Su receta: “hace falta hablar mucho y negociar”.

“Creo que pase lo que pase, el día 10 será peor que el 9”, se despide antes de ocupar el asiento de un tren que lo llevará a su hogar de nuevo a unos 300 kilómetros por hora.

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"UN TEMA DE SENTIMIENTOS Y DE REBOTE"

Raquel estuvo anoche en un evento en la mediática discoteca Joy Eslava -en la castiza calle Arenal-. No era una simple fiesta, es parte de su trabajo como promotora. El billete del AVE no desentona en su bolso.

“Es muy complicado explicarlo”, reflexiona mientras apura su desayuno en la cafetería del tren y por la ventanilla se cuelan postales de campos que ya no se acuerdan de la primavera. “Como catalana creo que este fin de semana es muy importante porque el derecho a decidir y votar debería ser ultralegal y una práctica habitual”, prosigue.

Ella sí irá a las urnas -se pongan donde se pongan- el domingo. ¿Puedes decir qué votarás? “Claro, sí -a que Cataluña sea un Estado- y sí -a que sea independiente-”, manifiesta, a la vez que lo justifica: “llevamos muchos años sintiéndonos diferentes, podemos vivir aparte”.

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Según ella, los “políticos han hecho que mucha gente que nunca hubiera votado sí lo haga ahora”. “Seguramente al final acabará saliendo que 'no', como en Escocia, pero allí han podido decidir y tenían un Gobierno que no los quería echar”. Y recalca que se trata de “un tema de sentimientos, de rebote, cuando te dicen que no puedes hacer una cosa…”.

A su juicio, se deben desterrar las “caricaturas” y existe una “falta de comprensión”. Pero eso sí, hace hincapié en que le gusta “todo de Madrid, la ciudad, la gente, la vida que hay, no tienen nada que ver con Barcelona”.

"ME DARÍA PENA QUE SE INDEPENDIZASEN"

En el otro lado de la barra de la cafetería está Patricia, una directiva madrileña de una multinacional que al principio no quiere hablar sobre el tema y que no deja que le hagan una foto. Al final, accede a expresar lo que siente. “Me daría pena que se independizasen”, relata.

Viene a dar clases a una escuela de negocios este fin de semana y “a ver lo que se cuece” en un encuentro de start-ups. Ahora reside en la capital, pero vivió unos años en Barcelona, donde le costó encontrar amigos, dice, al principio. Pero su imagen de la ciudad es magnífica. “Es más manejable, es muy bonita, el mar…”, rememora con nostalgia.

Lo dice después de leer los periódicos, que compiten por las letras más grandes en los titulares sobre el 9-N. Por un lado, asevera que un referéndum abriría “más discusiones en el resto de España” y sería una “cuesta abajo” para el país. Pero no descarta directamente que lo haya. “A lo mejor sí, que se pregunte y se vea, tengo mis dudas”.

"DEBERÍAN HABER HABLADO"

Más claro se muestra Julio. No es de Madrid ni de Barcelona, sino de Cuenca. Va por trabajo a la ciudad condal. Da cursos de formación y va a hacer un examen a ferroviarios. Ha hecho ‘escala’ en Atocha. “Son unos payasos tanto Artur Mas como Mariano Rajoy, están jugando con la ciudadanía, tienen derecho a pronunciarse, no hay que ponerle puertas al campo”.

“Todo tiene solución, pero no debería haberse llegado hasta aquí. Ha habido falta de cultura política, deberían haber hablado”, se posiciona, a la vez que enojado dice: “yo tampoco estoy de acuerdo con el Estado español, la corrupción, la situación social”. Y continúa levantando la voz. “Los manchegos estamos peor que los catalanes, ojalá pudiéramos hacer un referéndum en Castilla-La Mancha. El Estado español está en crispación total”.

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También hace ‘escala’ en Madrid Carlos, empresario valenciano. “Es un tema de poder, quiero manejar mi sitio sin dar explicaciones, no creo que sea racional el posicionamiento del Gobierno catalán”, fija como diagnóstico de la situación.

Con la corbata perfectamente anudada y listo para una dura jornada de negocios, se muestra tajante antes de coger un taxi en Sants y dice que es “necesario un cambio político en Cataluña porque se está engañando a la gente. Es más un tema populista”.

¿Lo que le gusta de Barcelona? “La gente, sin dudarlo”, responde raudo y sin minutos que perder en la capital catalana.

"BUSQUEMOS CAMINOS DE ENCUENTRO"

Mientras observa desde la ventana los pueblos que salpican el trayecto, Marian -residente en Madrid- decide hablar sin barreras sobre lo que está pasando. “Me daría pena que se independizasen. España es un país con una diversidad cultural y política que nos enriquece”, afirma esta experta en seguridad internacional que va a Barcelona a dar una conferencia sobre la OTAN en el Centro de Estudios Internacionales.

“¿Mi opinión? La de cualquier persona que respete el orden constitucional español. La convocatoria de un referéndum, aunque ha sido matizado, lo veo un poco desafiante”, apostilla.

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No quiere culpar a nadie de lo que ha pasado y recuerda que sus sobrinos nacieron en Barcelona. En este punto, sostiene que “tiene muchos amigos catalanes” y nunca se “atrevería a decir a otro lo que tiene que hacer”, pero sí “sugeriría que trabajemos todos juntos, que busquemos caminos de encuentro para el diálogo y la cooperación para hacer una Cataluña más fuerte dentro de una España más unida”.

“El AVE es un ejemplo de interrelación y de beneficio mutuo”, remata mientras en las pantallas de los vagones se exhiben los últimos minutos de la excelente Blue Jasmine, de Woody Allen.

El tren se adentra en el túnel final antes de llegar a Barcelona. En este viaje algunos hacen negocios, otros duermen antes de una extenuante jornada turística, también hay quien aprovecha para planificar su conferencia. Incluso a algunos les marcará, como le pasaba en este trayecto vital en tren entre las dos urbes a Cecilia Roth en Todo sobre mi madre con Ismaël Lô de fondo.

De Atocha a Sants, de Madrid a Barcelona. Esta es la historia de un viaje entre dos ciudades que quizá no serían ellas mismas la una sin la otra.