Javier Gutiérrez: "Ojalá que este idilio entre cine y espectadores se mantenga pese a Wert y Montoro"

Javier Gutiérrez: "Ojalá que este idilio entre cine y espectadores se mantenga pese a Wert y Montoro"

BEATRIZ DE LA PUENTE

Una paella y, si puede ser, frente al mar. ¿Dónde? Depende. Pese a su amor por Galicia y Asturias, el actor Javier Gutiérrez (Luanco, 1971) confiesa que últimamente frecuenta Mallorca. Conocido por interpretar, entre otros, a José Luis en Los Serrano y a Sátur en Águila Roja, posee el humor y el carisma de sus personajes y, además, una dosis de humildad pese a sus éxitos. En el Festival de Cine de San Sebastián ha sido galardonado con una Concha de Plata al mejor actor, premio que debe a su papel en La Isla Mínima-.

El artista atiende a El Huffington Post en la sala de un hotel sevillano. Ha estado en la ciudad con motivo del Festival de Cine Europeo de Sevilla (en cuya gala de inauguración ha intervenido), antes de su vuelta a la gira con su obra teatral Los Mácbez. "Me voy a Bilbao y tengo que coger dos aviones. Ni que fuese a Mozambique...", bromea, y acto seguido, deja a un lado a todos sus personajes.

Tres películas, una Concha de Plata al mejor actor, sigues con Águila Roja, estás inmerso en la gira con Los Mácbez y, además, suenas como posible nominado para los Goya... ¿Cómo llevas este boom de éxito que te ha llegado en 2014?

Bueno, lo llevo bien. Con mucha alegría pero también con mucha serenidad. Sé que ésta es una profesión muy complicada, de dientes de sierra, que hoy estás aquí arriba pero mañana puedes estar aquí abajo. Sí es cierto que he tenido la enorme fortuna de caer en una película como La isla mínima, que está hecha con muchísimo talento y creo que es una de las grandes producciones de este año y, cuando uno tiene la suerte de que le regalen un personaje como el mío y de que todo funcione y encaje como en un puzle, es una bendición. En ese sentido estoy feliz. Y luego, los reconocimientos, los halagos, los galardones... si tienen que llegar, que lleguen. Ha llegado el de la Concha de Plata de San Sebastián, que es muy importante, y con eso ya me doy por satisfecho ya que, en mi caso, es más de lo que podría soñar.

Ya que hablas de La isla mínima, ¿cómo surgió tu participación en ese proyecto?

Es una propuesta de las directoras de casting, Eva Leira y Yolanda Serrano, que apostaron muy fuerte porque yo estuviera en la película. Hice una prueba y el director Alberto Rodríguez y el productor José Antonio Félez creyeron que podía llevar a cabo el trabajo. Una gran responsabilidad, porque el guión era muy bueno y había un material muy potente ahí. Además, yo soy un gran admirador de las películas y del cine de Alberto Rodríguez y sabía que tenía que dar el Do de pecho, que tenía que brillar a una altura elevada para estar en la misma sintonía que el resto de los compañeros.

¿Sintonizaste bien con tu compañero de reparto Raúl Arévalo?

Sí, muy bien. Raúl es para mí, quizás, el mejor actor de su generación. Es muy sencillo trabajar con él. Además de ser un grandísimo profesional es una excelente persona, algo que creo que es una cualidad importante para ser buen intérprete... aunque luego hay mucho actor 'hijo de puta' [ríe]. Es una delicia trabajar con él. Espero que volvamos a repetir muchas veces.

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¿Tienes alguna anécdota del rodaje?

Me aficioné al arroz con pato, pero no se puede comer en todos sitios. Cerca de Isla Mayor (Sevilla), que es donde rodamos parte de la película, hay varios restaurantes en los que sirven esta comida. Me gusta la cocina y el 'buen comer' y me he aficionado a esos platos. Cada vez que vengo a Sevilla, si puedo, me acerco hasta allí. Y luego, pues ha sido una película muy complicada de rodar, porque hemos tenido desde temperaturas extremas de calor a mucho frío, mucha lluvia... Sabía que en Sevilla hacía mucho calor en verano pero no que hacía tanto frío en invierno. En ese sentido, fue un rodaje duro: de mucha noche y de inclemencias no sólo metereológicas. Las marismas, como dice Alberto Rodríguez, son para los insectos, no para los seres humanos. Es un ambiente muy hostil para trabajar. Pero luego queda muy bien en pantalla...

Hasta ahora has sido más de hacer comedia. En La isla mínima, tu papel es bastante más serio. ¿cómo llevas este cambio de registro? ¿en cuál te sientes más cómodo?

Me encuentro bien en cualquier registro, siempre y cuando sea un personaje interesante, esté bien escrito y dirigido y pueda aportar cosas y enriquecer con mi trabajo al personaje y a la historia. Es cierto que se me conoce más por personajes más cercanos a la comedia, pero en teatro llevo mucho tiempo trabajando y hago más personajes dramáticos. Y una cosa que pasa con la televisión, por ejemplo, con el personaje que hago de Sátur en Águila Roja, es que es un vómito que entra en los salones de las casas y entonces mucha gente te conoce por ese trabajo única y exclusivamente y, a lo mejor, se sorprende cuando ve un trabajo como el de La isla mínima. Yo espero que a raíz de este trabajo me surjan más oportunidades de hacer papeles dramáticos. De hecho, lo siguiente que he hecho en cine ha sido El desconocido, al lado de Luis Tosar, y es un thriller también con tintes dramáticos.

Es verdad que ahora te vemos mucho más, pero tu boom comenzó hace 12 años (en 2002) con tu primera película de éxito, El otro lado de la cama. Ahí tenías 31 años, ¿te consideras un actor de vocación tardía o es que la suerte te llegó tarde?

Para el gran público, quizás se me empiece a conocer a raíz de la serie de televisión Los Serrano. Pero llevo muchos años haciendo teatro, tengo una carrera muy extensa en teatro. Sí es verdad que en cuanto al gran público, ha sido a través de la televisión, de personajes como el de Los Serrano o Águila Roja... Y, en cine, lo primero que hice que el público pueda conocer -además de la participación minúscula que tenía en El otro lado de la cama- fue El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo, con Santiago Segura.

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Como dices, has hecho de todo: teatro, televisión, cine... ¿Y si tuvieras que elegir? ¿Dónde estás más cómodo y disfrutas más?

Esto es como... ¿Quieres más a papá o a mamá? Considero el teatro el lugar natural del actor. El proceso creativo es fundamental para los actores, y ahí eres dueño y señor. Hay un período de ensayos en el que uno tiene tiempo para equivocarse, acertar, probar cosas... algo que en la televisión es imposible, porque es la inmediatez más absoluta. Allí no hay margen para el error. En el cine, depende. No todos los casos son como La Isla Mínima. Alberto Rodríguez es muy meticuloso y, en este sentido, muy 'pesado'. Ensaya mucho con los actores, y lo hace con toda la película, como si fuese un proceso teatral casi. Todo eso es muy importante y beneficioso, tanto para el actor como para la película en sí.

¿Crees que hay algún proyecto o trabajo que te haya hecho crecer muchísimo como actor?

Todos. Incluso creo que me han ayudado más los trabajos malos que los buenos. No digo que en esta película de La Isla Mínima no haya crecido como actor, claro que sí. Pero hay otros trabajos en los que estás más huérfano de dirección, que tienes menos asideros en el guión o el personaje y uno tiene que ingeniárselas, apañárselas, para salir a flote. Es ahí donde uno aprende más.

En 2009 recibiste el premio Max de las Artes Escénicas al Mejor Actor y lo dedicaste a "todos los seres humanos que mueren al llegar a la costa ante la indiferencia y pasividad del Gobierno y la sociedad". Ahora que suenas como candidato a los Goya y, en el caso de que te dieran el premio, ¿harías una denuncia parecida o prefieres dejar este tipo de reivindicaciones para el ámbito privado?

No sé. Depende de estar nominado, luego de que me lo lleve y luego de cómo tenga el cuerpo ese día: si lo tengo más flamenco, más golfo, más reivindicativo o más sosegado. No lo sé. Sé que los actores, antes que actores, somos ciudadanos. Y a mí me duele, me genera mucho conflicto el tema de la inmigración, como tantos otros. Yo me llevé ese Max en 2009 por un papel en el que hacía de un inmigrante. Ese año murieron muchos inmigrantes, fue un año especialmente duro. Entonces, creía que era un deber del actor también, más allá de recibir el premio, compartirlo con la gente que quieres y con la sociedad.

En la película de La isla mínima no sé si viene a cuento contar algo de la inmigración, de la Iglesia o del 21% del IVA. No lo sé, pero en cualquier caso, sí que creo que debe ser una noche especial para los que hacemos cine. Porque ha sido un gran año y todavía falta un mes y pico; ha habido muy buenas películas y muy buenas recaudaciones y, además, parece ser que por fin existe una comunión de los espectadores con las películas y con el cine español, algo a celebrar y a reivindicar. Ojalá que este idilio se mantenga durante muchos años a pesar de Wert y de Montoro.

Ahora que hablas de conciliación entre películas y espectadores, ¿crees que el cine español ha atravesado una crisis real?

No. El cine español, como cualquier cine, tiene años más o menos fructíferos o brillantes. Yo creo que ha pasado una cosa inesperada y muy elocuente en este sentido, y es que Ocho apellidos vascosse ha convertido en un auténtico fenómeno, que ojalá se vuelva a repetir pero lo dudo. Es como si nos tocase la lotería. Porque entonces, al rebufo de todo eso, el espectador español ha sentido más ganas de ver cine español. Lo que sí creo es que hay muchísimo talento en nuestro cine, siempre lo ha habido, igual que grandes genios. Y pienso que por fin ha empezado a valorarse dentro de España. Porque fuera de nuestras fronteras se valora, y mucho.

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Hay gente que sostiene que el cine español sólo tiene desnudos, sexo y violencia. ¿Por qué hay tantos espectadores que defienden esta idea?

Quienes dicen eso no ven cine español. Y luego ha habido algo muy importante, que es una intoxicación por parte de los medios de comunicación, gracias a una campaña de desprestigio que ha habido no sólo del cine, sino de la cultura, del gobierno de Aznar en la época de la Guerra de Irak y del Prestige. Hubo una reivindicación en la gala de los Goya, que por cierto presentó Animalario y que, pienso, ha pasado factura durante todos estos años.

¿Qué hace que películas como Ocho apellidos vascos o La Isla Mínima tengan ese tirón tan fuerte y arrasen en taquilla?

Porque es nuestro cine, porque son historias de aquí. Porque están bien contadas y bien vendidas, que es muy importante también. Esto lo hacen muy bien los americanos: tú haces la película pero después hay que venderla, y hay que trabajar para que el espectador también vaya a verla. Y porque son dos claros ejemplos de que el cine español goza de muy buena salud en este momento.

¿Cómo se presenta 2015? ¿Algún proyecto interesante?

Empiezo una nueva temporada de Águila Roja, sigo con la gira de Los MácBez, y hay proyectos de cine y de teatro, pero todavía no están firmados y, como los actores somos muy suspersticiosos además de grandes tímidos... Ya los veréis [sonríe].

EN CORTO:

Una comida... Paella. Frente al mar, si puede ser.

Un lugar... Galicia.

Un momento de la infancia que recuerdes especialmente... Tengo varios. Mis primeros veranos con mi familia, en una playa que se llama Valdoviño, cerca de Ferrol. Se hizo allí la película La muerte y la doncella, de Polanski.

Un destino de vacaciones... Últimamente estoy yendo mucho a Mallorca.

Una época del año... Primavera.

Tus dos mayores hobbies... Cocinar y leer.

Una película (en la que no salgas)...Milagro en Milán, de Vittorio de Sica (1951).

Un programa de radio o televisión...Tiempo de juego, en la Cope, porque soy muy futbolero y muy seguidor de Manolo Lama.

Tu equipo... El Barça.