Día del Voluntario: desde ayudar a morir en Calcuta a acompañar a ancianos en Madrid

Día del Voluntario: desde ayudar a morir en Calcuta a acompañar a ancianos en Madrid

LUCÍA ORTIZ

Construir pozos, acompañar a ancianos, tratar a los enfermos en países pobres, recolectar alimentos para los más necesitados... Son actividades necesarias que la mayoría de los Gobiernos no cubren y muchos no se pueden pagar. Pero cientos de millones de personas en el mundo están dispuestas a hacerlas gratis. Los voluntarios, de todas las causas, de todos los países, celebran este viernes su Día Internacional.

Bajo el lema de este año, "Cambia el mundo. ¡Hazte voluntari@!", más de 80 países homenajean a sus ciudadanos más generosos. En España, el perfil medio del cooperante es el de una mujer de entre 30 y 40 años con estudios superiores, pero los indicadores cambian. La crisis ha despertado mayor interés por ayudar a los necesitados; Cáritas, Cruz Roja y la ONCE declaran que sus colaboradores han aumentado en el último año, y puede que aumenten por estas fechas tan favorables a las iniciativas benéficas, cerca de Navidad. Pero hay gente que no se deja influir por las estaciones o las fiestas y siempre ha tenido claro que quería colaborar.

Lucía Ortiz, 30 años. Cuidados paliativos en Calcuta y Uganda

Esta joven madrileña es pediatra y se está formando en cuidados paliativos tras su experiencia en Calcuta en 2007, según explica a El Huffington Post. Se tuvo que buscar el voluntariado por su cuenta por Internet porque ninguna ONG la quería. Encontró a las Misioneras de la Caridad, que atendían a mujeres moribundas de la casta de los intocables, los más rechazados por la sociedad india.

"En un sitio donde la gente va a morir, todo son sonrisas, luz, alegría", recuerda asombrada. Allí vio también muchos huérfanos y pensó que, quizá, su cariño iría mejor dirigido hacia ellos. Años después, también buscándolo por su cuenta, se dedicó a cuidar durante unos meses de 200 niños de un orfanato de Uganda, el Saint Jude's. "Quería ir a África, ver cómo se vive con los recursos de allí. Pensé que podía aprender mucho pero mis expectativas se vieron muy superadas", asegura.

En Uganda encontró su verdadera vocación. "Había unos 15 niños con enfermedades crónicas o graves", explica. Fascinada por la experiencia de acompañar en la muerte a los más pequeños, se ha ido especializando en este campo e impartió un curso de dos semanas en Camerún el pasado octubre a través de Paliativos Sin Fronteras, pagando el desplazamiento de su bolsillo.

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Lucía siempre quiso "hacer algo que sirviera para el mundo", utilizar sus recursos "para ayudar a los demás". "Disfruto haciendo cosas por otros. Dar un poquito llena mucho", sostiene. A la joven médica le gusta dedicar la mitad de sus vacaciones al voluntariado. "Me interesan los derechos de los niños pero ya trabajo en eso y no me da la vida para más", lamenta.

Julia Rey Peña, 57 años, ayuda al desarrollo en El Salvador

Esta madrileña que tiene dos hijos y un nieto afirma que se hizo voluntaria por "la vergüenza de ver lo que hay alrededor y ver que no hacemos nada". Cree quee los voluntarios tienen "una necesidad de autosatisfacción" que se ve satisfecha con su colaboración. "No somos tan altruistas. Somos egoístas, pero bienvenido sea ese egoísmo", opina.

Julia comenzó colaborando con Amnistía Internacional en 2000, pero no fue hasta 2009 que encontró su causa. "Buscaba algo porque había estado dos meses tumbada por un accidente de moto y Por un pasito más se cruzó en mi camino. Es una organización muy pequeñita que trabajan con chavales de El Salvador. Colaboran con escuelas infantiles de la Obra Social Caja Madrid, donde trabaja mi exmarido. Utilicé mis vacaciones del trabajo y me pagué el viaje hasta allí", cuenta.

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Por un pasito más ayuda a escuelas de zonas pobres de El Salvador con lo que necesitan. Se interesó por esta causa porque trabaja con mujeres y niños, dos grupos "que necesitan un empujón". Pero los dos meses que estuvo allí fueron muy difíciles. "Varios chavales se ahogaron y tuvimos que cambiar el programa de trabajo para ayudar a sus compañeros, que estaban muy tocados", recuerda. En sus palabras, a experiencia le dio la vuelta. "Lo que menos te esperas es la alegría en esas comunidades tan pobres. Me han dado mucho más de lo que yo les he dado a ellos", afirma.

Julia es miembro de la junta directiva de la ONG. "Organizamos eventos para recaudar fondos y tenemos algunos socios, que aportan 20 euros al trimestre. No te imaginas lo que cuesta recaudar un euro, creo que por la desconfianza hacia lo que se hace con los fondos. Pero Por un pasito más es honesta", asegura. Trabaja en una clínica de prótesis dentales pero en 2009 se quedó en paro y tuvo que renunciar a sus dos niños apadrinados. "Tras dos años sin curro, cogí lo que había. Mi nivel económico no es el que era. Pero mantengo mi cuota de socia", dice con orgullo.

José Luis Rey, 64 años, labores administrativas y eventos puntuales

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Antes de prejubilarse en 2014, José Luis tenía claro que no se iba a dedicar "a tomar el aire o estar en su casa", cuenta desde un mercadillo benéfico. Allí vende productos específicos de Unicef, organización en la que lleva cinco meses, con los que recaudan fondos para los más desfavorecidos. También colabora puntualmente con las recogidas de comida del Banco de Alimentos.

José Luis, casado y con una hija, se dedica fundamentalmente a organizar, actualizar y completar la base de datos de la organización. Eligió esta causa por "la variedad de la colaboración" que le permitían realizar. Además de ayudar administrativamente, puede participar en mercadillos y otros eventos y trabajos. Sigue abierto a otras organizaciones, aunque aún no le han llamado.

El voluntario de Unicef cree que si la gente no se lanza a ayudar desinteresadamente es por desconocimiento. "Esto es gratificante, ves sonrisas, gestos, que demuestran que la gente a la que ayudas lo valora; pero, si no lo pruebas, no lo sabrás. Muchos no conocen lo enriquecedora que puede llegar a ser esta experiencia, gracias a la que se puede conocer a mucha gente a la que ayudas o que va a hacer lo mismo que tú", considera.

Pero no todo son buenas experiencias. En la recogida de comida del Banco de Alimentos de 2013, "el 90% de la gente" solo tenía palabras de agradecimiento para los voluntarios. "Pero el resto, que aunque fueron pocos sorprenden, te daban con el codo para apartarte e incluso te trataban con malos modos", recuerda.

Laura Zamarriego, 23 años, acompañamiento de personas mayores

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Esta estudiante de periodismo quiere enfocar su carrera hacia el ámbito social. Ha hecho voluntariado de todo tipo desde los 18 años pero, cuando uno de sus profesores fundó Solidarios para el Desarrollo, se interesó por los ancianos, que considera un colectivo "muy olvidado".

Desde hace tres años y medio va a ver a una persona mayor una vez por semana y, "simplemente", le hace compañía. Empezó con Mercedes, ya fallecida, que tenía problemas de visión. La acompañaba al supermercado, tomaban café, charlaban. Ahora hace compañía al marido de Mercedes, que tiene poca movilidad. ¿Su aportación? "La compañía, no hago nada más", asegura.

Lo que más conmueve a Laura es lo mucho que la necesitan los ancianos a los que acompaña y lo agradecidos que son. "No te imaginas hasta qué punto se agarran a ti... Ella intentaba siempre que me quedara un poco más. Cuando iba a verla los jueves, llamaba al telefonillo y me esperaba con la puerta abierta y el abrigo puesto, esperando para irnos. Están muy solos, independientemente de si tienen familia o no, porque sus allegados están ocupados, tienen otros horarios...", explica.

En su opinión, a la gente le cuesta ayudar a los que más lo necesitan porque "mucha gente colabora pero no se compromete, lo hace sólo como desarrollo personal y no pensando en los demás". Aún así, su percepción es que hay "más compromiso con la crisis", aunque todavía, dice, "falta mucho".

Isabel Rodríguez, 51 años, clases a niños de primaria y secundaria

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Isabel perdió hace dos años su trabajo y decidió reciclarse como educadora social, una carrera que se había sacado pero a la que nunca se había dedicado. "Decidí que la mejor manera de coger experiencia de una manera relajada y sincera era la de hacer voluntariados", explica. Por el camino, encontró la asociación Apoyo Lingüístico al Inmigrante (ALI).

Esta soltera sin hijos dedica su tiempo a ayudar en las tareas del cole a niños de distintas nacionalidades, sobre todo de primaria. "Me encuentro con ellos en el C.S. Casino de La Reina dos días a la semana, en los que dedicamos una hora a los deberes y media al juego", cuenta. "Trabajar con niños me parece fascinante, uno será parte de sus recuerdos de infancia y enseñanza. Me interesa la educación y la creación y el campo infantil es idóneo; y si es multicultural, mejor que mejor", asegura.

Isabel es muy crítica con los que no colaboran. "Es una cuestión de ignorancia, pereza, comodidad y/o poca sensibilidad con lo que pasa a tu alrededor, incluida tu propia vida. Se puede colaborar en muchos asuntos, con muchas personas, en muchas situaciones. Por todas partes se necesita una mano voluntaria, una mano sensible, una mano cálida. Solo hay que saber elegir lo que te apetece o lo que te llama, y eso sólo depende de uno mismo, de su ver, su oír, su sentir...", considera.

Julián Jiménez, 75 años, Coordinador de Voluntariado de Manos Unidas

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Este jubilado que se califica como "muy católico" lleva más de 12 años como voluntario. "Había pensado dedicarme a una ONG de la Iglesia porque me fío de su transparencia y de su fiel cumplimiento con los más pobres en cualquier lugar del mundo, independientemente del credo que profesen. Manos Unidas es un ejemplo de ello", asegura.

Su razón, según sus palabras, que disponía de tiempo y ganas, "y nada mejor que dedicar unas horas a la semana para ser útil y ayudar a los demás". Julián considera que ha recibido "muchos dones y gracias de Dios" y que debe ponerlos al servicio de los demás.

El voluntario dedica a Manos Unidas 15 horas semanales, que reparte entre coordinar y motivar a los otros colaboradores, trazar los objetivos anuales, impartir cursos de formación a los nuevos y captarlos. "Son gratificantes las entrevistas que tengo con los que nos llaman para trabajar como voluntarios. Son aire fresco por sus testimonios y sinceridad", manifiesta.

Este viudo desde hace tres años que nunca ha tenido hijos cree que a la gente le cuesta hacer voluntariado porque "se vive con mucha prisa, porque no conocen lo que se hace en las ONG". Es muy crítico con el mundo actual, lleno "de intereses materiales, de consumo, de egoísmo, de pérdida de valores" pero afirma que "hay mucha gente buena y generosa".