Izquierda Unida y UPyD, en el precipicio

Izquierda Unida y UPyD, en el precipicio

EFE

Noche del 22 de marzo. Andalucía ya ha votado y ha dibujado un nuevo mapa político. En la sede IU en Sevilla, Alberto Garzón rumia el abrupto descenso de su partido mientras en su cabeza retumban los gritos que se escuchan en la televisión de ‘sí se puede’ con los que ha sido recibida Teresa Rodríguez (Podemos) en el teatro Salvador Távora.

En el otro extremo de la geografía española, Rosa Díez sigue la noche electoral en Sodupe (Vizcaya). Después de pasear su trapo magenta contra la corrupción en Andalucía durante la campaña, la líder de UPyD se enfrenta a la dura realidad de que los votantes le han dado la espalda y han aupado a Ciudadanos al Parlamento con la nada desdeñable cifra de nueve diputados.

Los que durante años izaron la bandera contra el bipartidismo ven cómo los dos partidos emergentes les roban no solo su parte de la tarta, sino que se cuelgan la medalla de que las urnas ya no sean bicolores. Podemos consiguió 15 diputados (14,84% de los votos) y Ciudadanos 9 (9,28%), mientras que IU pasaba de 12 a 5 escaños (6,89% de apoyo) y UPyD se quedaba fuera con el 1,93% de sufragios. Los datos hablan solos.

Desde entonces han comenzado su propio vía crucis. No lo dicen en público, pero el fantasma de la desaparición o de la irrelevancia sobrevuela por las sedes de estas dos formaciones. En Izquierda Unida, cada día las dos almas del partido se separan más y viven el dilema interno sobre su relación con Podemos. En UPyD, la todopoderosa Díez siente caer sus apoyos como un castillo de naipes y sus delfines Toni Cantó e Irene Lozano se lanzan a su cuello (y casi a los brazos de Albert Rivera).

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“Lo que ha pasado básicamente en las andaluzas es que se han encontrado por fin con la realidad, es decir, sus expectativas electorales se fundamentaban en algo que no existía”, explica Ignacio Urquizu, profesor de Sociología en la Universidad Complutense y miembro de Metroscopia. Si se repasan las cifras de intención de voto del CIS, prosigue, se podía observar que IU y UPyD estaban en una línea recta y “no se beneficiaban para nada del estancamiento de los dos grandes partidos”.

Según Urquizu, el espacio electoral que pensaban estas dos formaciones que era suyo lo han cogido los novísimos. “Hay un eje ahora en la democracia española que es lo nuevo frente a lo viejo y Ciudadanos y Podemos encajan mucho mejor”, reflexiona.

LA TRANSICIÓN BORROSA DE IU

Hace tres años Alberto Garzón era el joven diputado de moda en el Congreso, aire fresco llegado desde Málaga que había saltado a las televisiones por el 15-M. Compartía entonces cafés, charlas y consejos con un asesor del partido llamado Pablo Iglesias. Aquellos amigos se verán las caras previsiblemente en el mes de noviembre como contrincantes en las generales. El primero irá como candidato de IU -fue elegido en las primarias para encabezar la lista-, mientras que el segundo. por Podemos -todo apunta a que pasará del Parlamento Europeo al Congreso-.

Pero antes IU afronta unos meses vitales para su supervivencia, donde nadie descarta nada. Incluso hay voces en la federación que apuestan abiertamente por procesos de convergencia y fusión con Podemos. Por ahora, orgánicamente IU tiene candidato, pero la dirección no se renovará hasta 2016. Cayo Lara, el líder saliente, ya siente la presión de algunos sectores -incluso de allegados, como el exeurodiputado Willy Meyer- para que convoque una asamblea federal extraordinaria después de las municipales del 24 de mayo y antes de las generales. Este paso supondría, en principio, una alfombra roja para Garzón, que siempre se ha inclinado por un mayor acercamiento a los morados.

Los enfrentamientos internos han tenido su principal escenario hasta el momento en Madrid. La guerra ha contado como protagonistas a la ‘vieja guardia’ -defensora de presentarse con sus propias siglas- y el sector crítico que encabezaba Tania Sánchez. ¿El resultado? Una federación autonómica sin líder, dirigida por una dirección colegiada -una especie de gestora-, los ganadores de las primarias fuera del partido, un candidato para la comunidad (Luis García Montero) elegido a última hora y una candidata al ayuntamiento (Raquel López), perdedora en las primarias pero rescatada in extremis y censurada por la dirección nacional. No hay mejor fotografía para el laberinto de cristales rotos en el que se ha convertido IU.

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“Creo que la transición ha llegado tarde a IU”, comenta Urquizu, quien opina que “Alberto Garzón ya no es el del 15-M, ahora sale menos en los medios”. “Me da la sensación, cuando lo escucho hablar, de que está muy limitado por la propia estructura del partido, que no se atreve a decir todo lo que quiere, por el miedo de todo lo que hay allí, está muy atenazado, no es el Alberto Garzón más fresco. Ha pasado, por ejemplo, en la crisis de Madrid, donde gente que le apoyaba se ha ido del partido porque el ambiente era irrespirable y no puede hacer nada sin respaldo interno. Esto te limita tus estrategias y el discurso”, apostilla.

Para Francisco Roldán, presidente de la Asociación Española de Consultores Políticos, “con la llegada de Podemos, IU no solo está en descomposición, sino que hay una huida hacia adelante de muchos afiliados al partido de Pablo Iglesias”. “Alberto Garzón se ha quedado en el limbo”, comenta antes de señalar que el diputado por Málaga está “en una situación incómoda”.

La solución para IU, añade Roldán, pasaría por “separarse evidentemente de la marca de Podemos y tener una estrategia totalmente diferente”. “Yo creo que es complicado remontar, lo veo muy difícil y se va a convertir en un partido marginal”, añade.

ROSA SE MARCHITA

Ninguno de estos dos partidos se reconoce en el otro, pero atraviesan un desierto con dunas similares. Jorge Galindo, investigador del Departamento de Sociología de la Universidad de Ginebra y miembro del colectivo Politikon, observa que “es curioso cómo hay ciertos paralelismo en las crisis de IU y UPyD, que parecen tan distintos por su historia y su ideología”. “En ambos casos había una ventana de oportunidad que se abre en un momento dado por la crisis, pero ninguno ha sido capaz de aprovecharla por sus élites”, incide.

IU ha llegado tarde a la renovación, explica Galindo, que cree que la federación no se quedará fuera del Parlamento, pero que no se trata de un “simple bajón que se pueda recuperar”. “Respecto a UPyD el problema es más serio, ya que es un partido con menos historia y, por tanto, cuenta con menos votantes fieles. Además, la diferenciación con Ciudadanos es mucho más complicado. Va a ser muy difícil que si no lleva a cabo un cambio drástico adelante, y no parece que vaya a ser así, pueda recuperarse y superar una posible caída en la irrelevancia política”, subraya Galindo.

Su pésimo resultado en Andalucía ha reventado las costuras del partido. Algunos llevaban en la mochila de agravios contra Rosa Díez el no haber llegado a un acuerdo con Albert Rivera para aliarse. Entonces, los magenta actuaban como los actores principales y ahora es Ciudadanos quien tiene la posición dominante. UPyD no quiso el acuerdo, entre otros factores, por las dudas que surgieron sobre la financiación de los naranjas, según fuentes de la negociación.

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Desde los comicios andaluces, han abandonado sus puestos en la dirección de UPyD Irene Lozano, Álvaro Anchuelo, David Andina, Rodrigo Tena y Luis de Velasco. Los antaño guardianes de Díez han cogido las espadas contra ella. Además, el candidato del partido a la Generalitat valenciana, Toni Cantó, se ha lanzado contra su jefa ante las cámaras, vía Twitter y en las reuniones del partido.

Pero la exsocialista no ha dado un paso atrás y parece entonar el Resistiré del Dúo Dinámico. En esta partida de ajedrez, ha colocado al diputado Andrés Herzog -el abogado encargado de llevar a Bankia a los tribunales- en posición casi de sucesor al nombrarlo portavoz adjunto, lo que le ha convertido en el virtual ‘número dos’. Además, ha incluido en el núcleo duro a la eurodiputada Maite Pagazaurtundua. Las piezas están colocadas para un posible congreso extraordinario si hay una debacle electoral en las elecciones locales de mayo.

El principal problema en esta renovación es que se trata de un partido “personalista”, según coinciden Urquizu, Roldán y Galindo. Y todos estas decepciones electorales desembocan en cuitas internas. Para Galindo, en los partidos, “cuando hay menos votos, se sacan los cuchillos. El asunto es que han tardado en salir demasiado, porque es una buena cosa a largo plazo porque es renovación de élites y propuestas”.

“Cuando la élite bloquea, el votante se da cuenta de que no se está produciendo una renovación desde dentro y se va”, puntualiza este politólogo.

Meses cruciales para IU y UPyD en los que se juegan su supervivencia. En el precipicio.