Las 7 cosas que más necesita Nepal tras los terremotos (FOTOS)

Las 7 cosas que más necesita Nepal tras los terremotos (FOTOS)

No había acabado la retirada de escombros en Nepal por el devastador terremoto del 25 de abril cuando el pasado martes se repitió la tragedia. Katmandú volvió a temblar con un nuevo seísmo de magnitud 7,4 en la escala de Richter.

Según han informado los medios nepalís, el número de víctimas provocadas por este nuevo terremoto asciende a 61 muertos y 1.261 heridos. Las ONG continúan trabajando sobre el terreno y piden la colaboración de la gente para evitar que la tragedia sea mayor. Pablo Tosco, fotoperiodista que ha estado trabajando con Oxfam Intermón en la zona, cuenta a El Huffington Post que la pesadilla aún no ha terminado: se teme que se produzcan más temblores, las infraestructuras están en muy mal estado y la falta de disponibilidad de agua y alimentos se agravará en los próximos días con la llegada de la temporada de lluvias.

Esto es lo más imprescindible ahora para los damnificados:

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Hay cientos de miles de personas que lo han perdido todo. Si el terremoto del 25 de abril ya destruyó 70.000 casas y dañó más de 500.000, este último seísmo ha terminado de derruir las viviendas más frágiles y ha aumentado el riesgo de derrumbe de las que quedan en pie. Se estima que 2,8 millones de personas han tenido que desplazarse (en un país de 28 millones de habitantes).

“La gente ha salido masivamente: a los parques, a las calles… En cualquier rotonda o acera las familias montan sus tiendas”, cuenta Pablo Tosco, que llegó a Nepal tres días después del primer terremoto.

Los más afortunados han podido huir con sus familias a algún lugar más seguro, sobre todo a India o a zonas más llanas, “guiados por su intuición”. Los que se han quedado sobreviven como pueden en condiciones precarias, ya sea en improvisadas tiendas de campaña o en campos de desplazados, que carecen de agua potable y electricidad, explica Tosco.

Además, la situación se agravará en los próximos días con el comienzo de la temporada de lluvias y monzones. “Allí todo es tierra”, y si a la falta de medios de higiene y canalización de aguas se le suman las inundaciones, “la amenaza de enfermedades como el cólera, la hepatitis y la disentería será tremenda”, recalca el periodista.

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Krisna y Kat abandonaron su casa el 25 de abril por las grietas que provocó el terremoto. Cinco horas después, nació su hijo. Ahora viven en el patio de una escuela, debajo de unas lonas. Krisna era albañil, pero ahora "todo está paralizado". Con el tiempo, espera recuperar su empleo, porque "habrá que reconstruir Nepal", dice.

Este elemento vital escasea de forma peligrosa en medio de la devastación. Los campos de desplazados no cuentan con agua corriente, por lo que Oxfam ha instalado tanques de agua y ha distribuido kits de higiene con jabón, pastillas potabilizadoras, toallas y unos depósitos muy útiles para este tipo de catástrofes. “Se trata de unos cubos diseñados por Oxfam y otras ONGs para mantener el agua potable y evitar que se contamine”, explica Pablo Tosco.

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Saim recoge agua en el campo de desplazados de Tundhuikel. Oxfam Intermón, como especialista en agua y saneamiento en emergencias, está centrando la ayuda inmediata en el envío de depósitos flexibles que permiten almacenar grandes cantidades de agua, puntos de distribución, cubos para recoger agua y placas para construir letrinas de emergencia.

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Las organizaciones ya advierten de la inseguridad alimentaria. Hasta el momento, han llegado cargamentos de arroz, lentejas y fideos, pero “es insuficiente”.

En las zonas rurales, la situación es incluso peor, según describe Tosco: “Son lugares remotos a los que sólo se puede acceder en burro o a pie. Incluso nos hemos planteado hacer llegar los alimentos a través de los sherpas que trabajan de guías”.

Oxfam también está abordando la idea de enviar semillas “para apoyar y reactivar el modo de vida” de los nepalíes. La mayoría de la población es campesina; “la gente vive de sus cultivos y muchas tierras han acabado sepultadas”, asegura Tosco.

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El campo de desplazados de Tundhikel alberga a 11.000 que han perdido su vivienda y, en muchos casos sus medios de vida. Cada familia recibe porciones de fideos precocinados, son insuficientes para una dieta básica.

Concretamente, para cultivar la tierra y poder sobrevivir, pero, en general, cualquier tipo de útiles y víveres es bienvenido. Tosco cuenta que la gente que ha abandonado sus casas ha tenido que escoger qué llevarse consigo de entre lo que podían recuperar, desde “cacerolas y platos” hasta “objetos sentimentales”.

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Aroosha busca sus pertenencias en su casa afectada por el terremoto, en Sankhu. Más de 980 casas se vieron afectadas por el seísmo de 7.8 en la escala de Richter del 25 de abril de 2015.

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Karuma remueve los escombros de su casa en la comunidad de Sanagaum, en busca de sus libros y cuadernos de la escuela. Se esperaba que las clases se reanudaran el 5 o 6 de mayo, pero con el último terremoto han tenido que volver a suspenderse.

Tosco define la mejora de las comunicaciones como “uno de los mayores desafíos ahora”. Muchas carreteras, de por sí en malas condiciones, se han hecho inaccesibles, y hay zonas a las que no se puede llegar ni en helicóptero.

De hecho, los equipos temían desde el principio “que la cifra de muertos fuese muy superior a la oficial”. Tosco cuenta que en la zona del epicentro, la caída de una montaña “arrasó un pueblo entero”. Hay poblaciones “totalmente aisladas” donde la devastación es “del 70 u 80%” y el impacto de la ayuda humanitaria es muy bajo por las complicadas características geográficas.

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Kami Tameng, el padre de Karuma, frente a su vivienda destrozada por el terremoto. Fuera del Valle de Katmandú, los equipos están afrontando numerosas dificultades logísticas, ya que se encuentran que muchas carreteras están bloqueadas. Kami trabajaba picando piedra en una cantera, donde le pilló el seísmo. Su casa era una típica vivienda "de clase media", para la que había trabajado toda su vida. "La sensación de pérdida es tremenda. A su edad, le resultará imposible recuperarla", relata Pablo Tosco.

Han comenzado a instalarse en los campos de desplazados, pero las condiciones de higiene siguen siendo críticas. Además, las perspectivas no son demasiado favorables teniendo en cuenta la proximidad de la temporada de lluvias, que inundará las tierras.

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En total, Oxfam ha hecho llegar 20 toneladas de suministros humanitarios al aeropuerto internacional de Katmandú y ha socorrido a más de 60.000 personas proporcionándoles agua potable, kits de higiene, letrinas temporales y cobijo.

En palabras de Tosco, los hospitales están “colapsados, desbordados”. Algunas ONG, como Médicos del Mundo y Médicos Sin Fronteras, han montado hospitales de campaña y han enviado material sanitario, pero todavía no alcanza a toda la población.

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Kat dio a luz a su primer hijo cinco horas después del terremoto en un pequeño hospital de su barrio. Ella está bastante recuperada, pero no sabe qué futuro le espera a su bebé ahora que viven bajo unas lonas en el patio de una escuela.

Aunque quizá este factor no se considere en primer lugar, las víctimas necesitan apoyo psicosocial y compañía. “Es imprescindible que sientan que alguien les cuida, que no están solos”, asegura Tosco.

Estas personas viven con inseguridad y miedo a que vuelva a producirse otro seísmo. Cada día se producen “entre tres y cinco réplicas fuertes”, por lo que la gente “convive con los temblores”.

La labor de los voluntarios, internacionales y locales, está siendo fundamental. Todos los nepalíes se han volcado espontáneamente con sus compatriotas, lo que, para Pablo Tosco, “demuestra la resiliencia de un pueblo”.

Según este fotoperiodista, en Nepal, un país “con muy poco músculo” y con un cuarto de la población pobre, el mayor reto es a largo plazo: “La gente no puede perpetuar su vida en campos de desplazados”; habrá que evaluar el terreno y (re)construir —bien— las infraestructuras si se quiere evitar que una tragedia así vuelva a poner en jaque a millones de personas.

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Más de una cuarta parte de la población nepalí se ha visto afectada por los terremotos. La cifra de víctimas mortales, que actualmente es de más de 7.000 personas, sigue creciendo.