La movilidad entre clases, estancada en España desde los 90

La movilidad entre clases, estancada en España desde los 90

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"Nace ya criado el que de padre rico es engendrado", dice el refrán. En España parece que esa sigue siendo una verdad inmutable. Ni siquiera el paso de los años ha hecho de este país un espacio más flexible, en el que las clases sociales sean, si no intercambiables al 100%, sí al menos notablemente porosas. Los "descamisados", que decía Alfonso Guerra, lo siguen siendo y la "casta", en palabras de Pablo Iglesias, hace lo propio.

Lo constatan especialistas como Ildefonso Marqués Perales, profesor de Sociología en la Universidad de Sevilla, que acaba de publicar La movilidad social en España (Los Libros de la Catarata). De su obra se extrae que los jóvenes españoles de hoy disponen de menos posibilidades que sus padres para escalar socialmente. El ascensor, afirma, está parado desde hace mucho tiempo, desde la década de los 90 en especial.

Antes de ir al meollo de su radiografía, hay que distinguir entre dos tipos de movilidad social, insiste: la absoluta y la relativa. La primera dice si las profesiones van hacia una naturaleza más cualificada o menos cualificada, vamos ascendiendo en la medida en que el hijo de un jornalero se coloca como obrero o el hijo del obrero se coloca como profesional o directivo. Esa, la importante en términos sociológicos, está "estancada" desde hace 25 años e incluso va a la baja.

Luego está igualdad de oportunidades, ver si todas las personas tienen la misma oportunidad de acceder a un puesto o a unos estudios, en igualdad de condiciones, quién llega a un cargo directivo, si el hijo del agricultor o el del profesional de cuello blanco. En este caso, explica, la igualdad de oportunidades ha mejorado en España con el estado del bienestar, pero no ha sido determinante para subir o bajar de clase y de condiciones de vida. El libro resalta que ha habido "profundas transformaciones" sectoriales y económicas en España en estos años, pero no se ha traducido en una verdadera "oportunidad" de clase.

Esa mejora -en acceso a la educación, la sanidad, los servicios...- ha multiplicado el número de personas formadas e incluso, con título universitario, pero no borra la impronta familiar: quien viene de generaciones de dinero, acaba teniendo un mejor futuro, incluso a igualdad de título con el hijo de un obrero. En gran parte de las carreras, expone, influyen conceptos como el "capital social" y el "capital cultural", que van desde las relaciones de la familia a los lazos de poder o la influencia, pasando por un mejor entorno de aprendizaje. Y ya con el título en la mano, comienza el rosario de añadidos que los niños bien logran y los demás no: estudios en el extranjero, un máster mejor, cursos complementarios, idiomas...

Estos son los que, más aún en tiempo de crisis, logran los verdaderos puestos cualificados, los que permiten perpetuar una clase o ascender, mientras que los otros se ven "condenados" a la "sobreeducación", a tener conocimientos y aspirar sólo a puestos de menor calificación -habla claro Marqués Perales cuando cita los egresados que ponen hamburguesas en un McDonalds-. "Eso genera un gran malestar", "una pérdida importante de status", añade. De ahí que, antes de hablar del fin de las clases medias por el capitalismo, defina que lo que hay es una "desigualdad intergeneracional" a la hora de acceder a los medios de progreso y, luego, a la hora de aplicarlos como pértiga social.

En tiempos de crisis, abunda, "aquellos que se incorporan al mundo laboral lo hacen en unas condiciones muy adversas", obligados "a aceptar una serie de empleos que en otras condiciones no aceptarían". Esto hace que acaben por "desclasarse". Por tanto, no es que los españoles no rompan el techo de cristal de las clases, sino que hay hasta cierta involución.

No es un mal generalizado. En Europa sí hay posibilidades de cambio, indica la obra. No hay más que ver el dato de pobreza infantil: el 35,4% de los menores de 16 años vive por debajo del umbral de la pobreza, sostiene el INE. Los niños, indica, quedan "muy marcados" por esas carencias, no sólo en lo físico, que al final lleva a que no rindan bien en el colegio, lastrando su desarrollo cognitivo o haciendo que duerman mal, sino que se ven obligados a incorporarse antes al mercado laboral para ayudar en casa o a recurrir a módulos de formación profesional para tener una salida profesional, más rápida y menos cara que la universidad. Por eso no siempre la educación, por si sola, es motor de cambio.

LOS EXTREMOS NO SE ATRAEN

En España, los de arriba y los de abajo se mantienen a distancia. "La clase jornalera y los directivos y profesionales no están conectados". Hubo un tiempo, en los años 50, en que se produjo una industrialización importante y se rompió con la base casi exclusivamente agrícola del país: del 48,6% de la población que trabajaban en el campo se pasó, 13 años más tarde, a un 24,1%. Los jóvenes del campo se iban a la ciudad a trabajar en fábricas, el origen social deja de ser tan clave al democratizarse la educación. "Talento" y "esfuerzo" eran palabras que comenzaron a tener sentido para ascender. De ahí, a la sociedad de servicios de hoy.

La obra constata que hubo años de cambio. Los administrativos y dependientes florecen a finales de los años 70, consolidando una clase media clara, pero se "frena" entre 1995 y 1999, pasando al 15%. Las empresas se polarizan, consolidando a las muy grandes, frente al más del 50% de las registradas en España, que no tienen "ningún asalariado". Hay pequeños agujeros que se abren, como el que 16% de los directivos y profesionales proceden de familias de trabajadores no cualificados.

El 30% de los autónomos tienen hijos autónomos. Cuatro de cada diez administrativos o dependientes proceden de la clase obrera. Es el margen básico, poco más. "Un 68% de los pequeños agricultores tuvo como padre a un pequeño agricultor", dice el autor. En el campo, el origen determina más que en otros sectores. Uno de cada dos hijos de jornaleros se convierte en jornalero. "Hemos dejado de ser una sociedad agraria e industrial para ser una sociedad postindustrial", pero no hay vuelco en los escalafones sociales.

Marqués Perales se pregunta qué hubiera pasado si se hubiera invertido más en tecnología, en economía del conocimiento, en empleo cualificado o servicios sociales, y menos en ladrillo o turismo.

LAS PROPUESTAS

La movilidad social en España acaba con una serie de propuestas para mejorar la situación. A saber: insistir en una mayor igualdad de oportunidades reales, fomentar las becas-salario, acabar con sistemas educativos estratificados con pruebas como la selectividad, invertir más en educación primaria para evitar que los chicos lleguen con "desventaja", aumentando la "seguridad" de los alumnos respecto a sus familias -esto es, restando miedos que llevan a hacer "apuestas seguras" desde edades tempranas-, y mejorando la comunicación entre las empresas y las universidades para que no se pierda talento por el camino.