Hace el Camino de Santiago en silla de ruedas por un fin solidario

Hace el Camino de Santiago en silla de ruedas por un fin solidario

ÓSCAR JIMÉNEZ

Óscar Jiménez tiene un lema, que es también el título de uno de sus libros. “Imposible”, pero con ese negativo “im” inicial tachado. Y no es postureo. Acaba de completar en silla de ruedas los cerca de 700 kilómetros del Camino de Santiago desde Roncesvalles a la capital gallega. Todo en siete días con el objetivo de recaudar dinero para investigar las lesiones medulares. ¿Imposible? “Nada lo es”, reitera tan tranquilo después de haber conseguido reunir 4.000 euros. Como si las proezas fueran la cosa más normal del mundo.

Óscar está en silla de ruedas desde 2012, cuando entró en un quirófano del Hospital Comarcal de l’Alt Penedès para operarse de una hernia discal. Tenía 33 años. Según su relato -el caso se está investigando judicialmente- durante la intervención le reventaron el saco dural, “que es donde va el líquido cefalorraquídeo”, y terminó en una silla de ruedas.

“Me reventaron el saco, no se dieron cuenta en el quirófano y me mandaron a la habitación. Me quejaba y no me hacían caso, así que me dieron el alta a los 10 días con 40 de fiebre. El líquido me tocó muchas raíces nerviosas dentro de la médula espinal y me lesionó la columna. Estuve a punto de morir”, relataba en abril a El Huffington Post. “No podía moverme, no coordinaba bien los movimientos”, añadía Óscar, que se acababa de someter a su séptima operación.

Dice que en aquel momento tuvo dos opciones: tirar la toalla o levantar la cabeza. Por lo que se ve, él escogió una tercera: tirar hacia adelante con todas las fuerzas. Tantas que ha conseguido acabar el Camino de Santiago en siete días, a 100 kilómetros cada jornada. Todo junto a su amigo Carlos, que ha completado el camino en bicicleta. “Fue bastante duro, pero lo pudimos conseguir y es lo importante”, asegura.

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"LAS FUERZAS SE IBAN, PERO LA MENTE TIRABA"

Para lograrlo, Óscar ha tenido la ayuda de una silla de ruedas especial que le cedió gratis la empresa especializada Quickie. Es, en realidad, una especie de bicicleta que se mueve con la fuerza de los brazos. Tiene, como una mountain bike, 10 marchas diferentes, con un plato de diez piñones. Además, cuenta con un híbrido con una autonomía de 10 kilómetros que le ayudaba a subir los puertos más duros. “Pero yo hacía 100 kilómetros cada día, así que era mucho tirar de brazos, evidentemente”, subraya.

Para lograr el reto, se entrenó por la comarca de Sant Sadurní d’Anoia (Barcelona), donde vive, haciendo cerca de 1.300 kilómetros en un mes. “Iba por carreteras nacionales complicadas, comarcales de mucho tránsito, algún puerto que otro, para poner a prueba la bici y mi cuerpo”, recuerda.

Pero “posible” no quiere decir “fácil”. Así que Óscar ha tenido que pasar momentos complicados durante su aventura: “La experiencia ha sido bastante dura, sobre todo cuando cogimos niebla en Burgos y en León. Las fuerzas se iban, pero la mente tiraba más que los brazos. Nos pusimos chalecos y se nos veía porque llevábamos una furgoneta de apoyo con luces, bien iluminados”.

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"ME HAN DICHO QUE ESTO ERA MUY GRANDE"

Todo el sufrimiento mereció la pena cuando alcanzó las cercanías de Santiago. Dice que aún se le ponen los pelos de punta cuando recuerda su llegada a “un alto pequeñito”: “Desde ahí ves toda la ciudad y la punta de las torres de la catedral. Es cuando empiezan ya las lágrimas y la emoción. Dices ‘¡Hostia! Estoy aquí después de la que he liado, después de cruzarme todo el norte”.

Y, después de ese aperitivo, llegó la entrada en la ciudad, con las gaitas sonando y los demás peregrinos felicitándolo por la hazaña. “Te abrazan aunque no te conocen de nada. Ven que has llegado con una silla de ruedas y les explicas que era un reto solidario para recaudar… Y todos me han apoyado, me han dicho que todo esto era muy grande”, afirma.

Los 4.000 euros que ha recaudado irán ahora a las asociaciones Predif y Aspaym Castilla y León, pionera a nivel nacional en desarrollar nuevas técnicas de rehabilitación para personas con lesión medular. Una muestra más de que imposible no hay nada.

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