Víctor Lapuente: "En España tenemos demasiados chamanes políticos"

Víctor Lapuente: "En España tenemos demasiados chamanes políticos"

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Le interesa la política casi desde que tiene uso de razón. Víctor Lapuente se preguntaba de niño en las calles del pequeño pueblo de Chalamera (Huesca) por qué los críos de la capital tenían más cosas. Ya, desde aquellos días, le empezó a interesar el tema de la desigualdad, comenzó a profundizar y se quedó atrapado toda la vida en el mundo académico.

Lapuente (1976) es doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford y por el Instituto Juan March. Su vida profesional ha pasado por esa universidad británica, Madrid y Barcelona. Hace unos años recaló en el Instituto para la Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), donde imparte clases y pasa muchas horas investigando sobre la buena administración, la efectividad de los dirigentes y la corrupción.

Todas esas reflexiones las ha vertido en El retorno de los chamanes. Los charlatanes que amenazan el bien común y los profesionales que pueden salvarnos (Península). Una lucha que se libra actualmente en el ámbito político, y hasta en el interior de cada uno.

Su tesis principal es que en política existen dos retóricas: la del chamán y la exploradora. ¿Cómo podríamos definir cada una?

Son dos maneras de afrontar cualquier problema colectivo. Una es ir discutiendo propuestas políticas y comparándolas con la situación actual, con el statu quo, con las alternativas factibles. Esa es la manera exploradora, resolver poco a poco los problemas de todos. En cambio, la visión del chamán sería tratar de resolverlo de manera ideológica, tirando de manual. Son dos formas distintas de aproximarse a los problemas. Con la primera visión, las sociedades van poquito a poquito, como las nórdicas, cuyo secreto del progreso son estas pequeñas reformas.

¿España es un país más de chamanes que de exploradores?

Depende de las políticas. Por ejemplo, en Sanidad, a pequeña y mediana escala, se ha seguido una política muy de exploradores. Sin embargo, ahora con la crisis, los chamanes están retornando. Estamos volviendo a los grandes discursos, a la idea de los conceptos abstractos, volvemos a hablar sobre globalización, neoliberalismo, capitalismo, grandes juicios sobre el sistema. En realidad, estamos discutiendo muy poco de políticas. En inglés existe esa distinción: politics y policy. No discutimos tanto sobre cuál es la mejor policy para resolver un problema en temas como Sanidad y Educación. Creo que tenemos demasiados chamanes.

¿Y quién sería el mayor chamán?

Siempre hay que contextualizar, depende de las propuestas. En la discusión de Albert Rivera y Pablo Iglesias, el líder de Ciudadanos fue concreto, un explorador en el caso del contrato único, y, en cambio, el secretario general de Podemos fue más chamán. Ahora bien, Ciudadanos también ha sido tentado por los chamanes cuando dijo lo de legalizar la prostitución. Depende de la política y el contexto. Como tenemos la política muy mediatizada, de grandes frases y tertulias, hay muchos chamanes, pero no solo en la política, también entre los intelectuales.

Se han sustituido los programas del famoseo por los de discusión política

Defiende que la retórica de los chamanes está más presente en los países del sur de Europa que en los del norte.

Ahora sí, pero no siempre ha sido así. En los años setenta la retórica de los chamanes estaba muy presente en Suecia, donde había muchos intentos de ‘democratizar’ la economía. En general, está más presente entre nosotros.

Dice que la tertulia política se ha convertido en un auténtico deporte de masas en España…

Sí, es obvio. Estamos muy interesados en la política. Me llama la atención que haya tantos programas en prime time. Cada vez que vuelvo a España, me quedo sorprendido. Se han sustituido los programas de famoseo por los de discusión política, pero veo que están cortados por el patrón de los chamanes.

Habla también de que el gran fantasma que recorre Europa es el populismo.

Sí, creo que a ambos lados del espectro. Digo entre comillas populismo, porque creo que el término se ha gastado demasiado ya, pero digamos que es la nueva política que intenta desplazar al eje izquierda-derecha y que viene a representar más bien la actitud de la gente hacia la globalización y la Unión Europea. Creo que tanto partidos como Syriza o Podemos como los de la derecha xenófobos del norte de Europa no son bastante euroescépticos, sino directamente eurófobos y quieren soluciones más cerradas porque el enemigo y el peligro vienen de fuera. Eso contrasta con las élites políticas tradicionales que, por el contrario, tienen una visión más europeísta y globalizada. Esa nueva dimensión entre potenciales ganadores y perdedores de la globalización es lo que determina el surgimiento de estos partidos.

En ese grupo incluye a Podemos. ¿Cómo ve este fenómeno? ¿Y su evolución y descenso en las encuestas?

Al estar tan mediatizada la discusión política en España, todo es muy inestable y depende de que tengas tres sábados en prime time en la televisión. Está todo más basado en declaraciones y en el impacto mediático de tus palabras que en un programa sólido. No es que la actitud de los españoles sobre la renta básica haya cambiado durante este año de manera dramática y se pase de pensar que era la solución a que ahora es populismo. Esos partidos no han adoptado un programa muy sólido, ni tan siquiera se califican de derechas o izquierdas y viven de la vaguedad. Hay una parte positiva de que pueden recoger muchos votos cuando los vientos mediáticos soplan a tu favor, pero cuando hay una pequeña crisis o escándalo pierden porque no hay mucho a lo que agarrarse.

Vamos a pasar de gobiernos monocolor a otros de varios colores

¿Qué va a pasar el 20-D? ¿Qué tendencias cristalizarán?

Creo que los politólogos somos el único colectivo peor que los economistas para predecir el futuro. No sé lo que va a ocurrir, pero hay una cosa que parece más o menos clara: va a haber que dialogar. Evolucionamos de un bipartidismo hacia un tripartidismo, cuatripartidismo o multipartidismo fragmentando. Vamos a movernos de gobiernos monocolor a otros de varios colores. La experiencia de otros países europeos que han vivido crisis parecidas es que para salir de ellas son necesarios acuerdos entre partidos que estén a ambos lados del espectro ideológico, de izquierdas y derechas.

Es necesario que haya partidos de izquierdas con una voluntad de dar igualdad de oportunidades, para que haya un Estado del Bienestar fuerte, y, por otra parte, tiene que haber partidos tradicionales liberales o cristianodemócratas que ayuden a flexibilizar la economía y desregularizar aspectos. Tenemos ese enorme reto, que solo se puede abordar si hay gobiernos que tengan componentes de izquierdas como de centro-derecha. La ventaja de ahora es que tendremos algún tipo de acuerdo que no sea solo un bloque de izquierdas o de derechas. Nos puede favorecer para adoptar las reformas que España necesita a medio y largo plazo.

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Ciudadanos ha dado un subidón en las encuestas tras las elecciones catalanas. ¿Cómo ve su trayectoria?

La opinión mayoritaria es que no se pueden extrapolar los resultados de las catalanas a nivel nacional. Seguramente va a acabar con un grupo de diputados bastante más reducido que PP y PSOE. Pero, dicho esto, una de las cosas interesantes sobre Ciudadanos es que ha podido jugar con los medios, pero al mismo tiempo hay una serie de propuestas de policy. Son muy discutibles, muchas a lo mejor no se pueden implementar, pero como mínimo se pueden discutir, no son vaguedades y hay hojas de cálculo. Están animando el debate, aunque tienen el problema de que se les identifica como partido de centro-derecha y no sé si van a poder sacarse ese estigma.

El PP puede ganar las elecciones

¿Y cómo ve que llegan el PP y el PSOE al 20-D?

Los votantes del PP suelen ser bastante fieles, no creo que vayan a perder mucho ni que vaya a haber grandes sorpresas. Pueden ganar las elecciones, siempre y cuando no se produzca ninguna implosión, algún choque exógeno, un caso de corrupción. Es un momento muy delicado porque muchos votantes del PP pueden pensar que Ciudadanos es una opción viable. Hasta ahora han abusado de sacar pecho, de los progresos económicos. Con un poco más de humildad y de escuchar a los demás pueden tener opciones.

En relación al PSOE, parece que está avanzando en la idea de hacer propuestas concretas y tener una posición constructiva. De nuevo, tienen que pensar que la amenaza de Ciudadanos es muy importante.

¿Cómo percibe lo que está pasando en Cataluña después del 27-S?

Es muy complicado y muy difícil de prever. El problema es que no hay una mayoría clara y abrumadora a favor de la independencia, pero esa minoría es muy grande y parece que va a ser muy difícil que cambien de postura. Durante muchos meses se ha especulado con que en esa minoría puede haber fisuras, pero de momento el grupo se mantiene muy cohesionado. Por otra parte, el resto de partidos parece que espera a que pase el 20-D. Por muy caliente que esté la situación en Cataluña, parece congelada hasta las elecciones generales.

Usted vive y trabaja en Suecia. ¿Cuáles son las principales diferencias políticas e institucionales entre ese país y España? ¿Y qué le ha sorprendido que sea lo más parecido?

Los ciudadanos son muy parecidos. Lo que ocurre es que su sistema de incentivos es más adecuado para sacar lo mejor de ellos.

Ahora que ves España desde allí. ¿Cuál es el principal problema político? ¿Y la mayor virtud?

La principal virtud es la motivación de los españoles, la capacidad de sacrificio y esfuerzo que tienen. Me parece difícil encontrar profesionales dispuestos a echarles más horas y trabajar más duro que los españoles. Eso se extiende desde los políticos, que tienen unos horarios absolutamente demenciales, hasta cualquier trabajador. Alucino con la capacidad de los españoles comparada con la de los nórdicos. El problema viene resultado precisamente por eso. Como hay gente dispuesta a sacrificarse tanto, puede haber gente que se aproveche de eso. Tenemos unas instituciones que no sacan lo mejor de cada uno. Hay demasiada frustración y gente en el sector público que se siente insatisfecha con el trabajo y con sus superiores.