Pablo Iglesias: de 'coleta cansada' a la remontada

Pablo Iglesias: de 'coleta cansada' a la remontada

PANDELET

"La comunicación, si no tiene ciertos elementos de espectacularidad, no solamente se arriesga a poder ser aburrida, sino que incluso puede perder una de sus condiciones de posibilidad, que es el hecho de influir". Pablo Iglesias, candidato de Podemos a las elecciones generales de este domingo, pronunció esta frase durante una conferencia en verano de 2012 hablando de su programa de televisión, La Tuerka.

Una sentencia que bien se podía aplicar a sí mismo cuando, en octubre de este año, le confesó a Risto Mejide que estaba cansado tras la campaña de las catalanas y que no se imaginaba pasándose "la vida" en el Congreso de los Diputados. Era el Pablo Iglesias más bajo de ánimo desde que en enero de 2014 puso en marcha Podemos, la formación que ha cambiado el panorama político español.

Había perdido esa "espectacularidad" del principio hasta tal punto que el diario El Mundo publicó un artículo preguntándose ¿Qué le pasa a Pablo Iglesias?. "Tiene que ver con una cierta frescura: yo pensaba mejor cuando no tenía que trabajar tantas horas en Podemos", reconocía por aquellas fechas al filósofo Santiago Alba Rico en su programa de entrevistas Otra Vuelta de Tuerka.

"Hemos dejado de emocionar y en ese momento no somos esa posibilidad de acabar con ellos, que es lo que todavía temen", admitía el candidato, consciente del decaimiento de su imagen pública. Por aquel entonces, las encuestas descolgaban a Podemos en la carrera por La Moncloa respecto a PP, PSOE y Ciudadanos. A eso se sumó que Albert Rivera, candidato de Ciudadanos, le superó en el cara a cara organizado por Jordi Évole en Salvados.

Dos meses después, el mismo Pablo Iglesias que pedía "un fin de semana" para descansar, ha recompuesto su figura hasta terminar llorando de la emoción en el acto central de campaña celebrado en la Caja Mágica de Madrid.

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Con la "remontada" por bandera, Iglesias ha hecho bueno eso que siempre ha dicho: que las campañas le ponen. Desde que arrancó el pasado 4 de diciembre, el candidato de Podemos ha ido recuperando el espíritu combativo inicial y convenciendo a los suyos de que un buen resultado el día 20 es posible.

Ese espíritu arrancó cuatro días antes en el debate organizado por El País, del que Iglesias salió airoso ante un Pedro Sánchez poco convincente y un Albert Rivera nervioso, mientras en las redes sociales comenzaba a cobrar fuerza la etiqueta #PodemosRemontada.

Siete días después, Iglesias volvía a imponerse en el debate a cuatro organizado por Atresmedia. Se le vio tranquilo, relajado y risueño. Su momento clave fue el mensaje final, en el que apeló a la memoria del votante y animó a la gente a sonreír.

Sea o no por el cambio de actitud, Podemos llegó al ecuador de la campaña recuperando el terreno perdido y, según algunas proyecciones, apuntando al segundo lugar por encima de PSOE y Ciudadanos.

Pero, ¿por qué ha sufrido ese desgaste la imagen de Iglesias si había sido el líder mejor valorado hasta enero de este año? Un repaso a su trayectoria hasta la fecha puede darnos una respuesta.

UN AÑO AL ALZA

Enero de 2014. Podemos se presenta en el Teatro del Barrio de Madrid. Iglesias anuncia su intención de "convertir la indignación ciudadana en cambio político". Un mes después, en una charla abierta con Alberto Garzón organizada por eldiario.es, Iglesias explica de esta contundente manera sus intenciones políticas:

"Yo también quiero ganar y tengo la derrota tatuada en mi ADN. (...) Y a mí me molesta enormemente perder, no lo soporto. Ni a las chapas me gusta perder. Y llevo muchos años con algunos compañeros en los que nos estamos dedicando, toda nuestra actividad política, a pensar cómo podemos ganar. (...) Yo quiero ganar, no quiero ser el 20%, no quiero ser el 15%. No quiero que mi máxima aspiración política sea arrancarle tres consejerías al maldito Partido Socialista. No quiero ser una bisagra, quiero ganar".

Ese discurso, que finalizó con un "hostias, es que a lo mejor sí que podemos ganar", levantó los aplausos del auditorio y mostró al Iglesias que enganchaba a miles de personas cada vez que aparecía en un debate televisivo. "No queremos dar la nota en esta campaña, queremos ser la nota de una nueva canción", apuntaba días después en una entrevista a El Huffington Post, a cien días de las elecciones europeas, las primeras a las que concurrió Podemos.

Acertó. El día 25 de mayo la formación más joven de la política española daba la sorpresa al lograr 5 escaños y 1,2 millones de votos. "Todavía no hemos cumplido nuestro objetivo, que es superarles electoralmente", dijo Iglesias tras el escrutinio.

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Pablo Iglesias, en el centro, celebra los cinco eurodiputados de Podemos en mayo de 2014

Aquel fue el inicio del auge de la figura de Iglesias, que no dejó de crecer desde entonces. Los medios que al principio le ignoraban comenzaron a poner el foco en él, tanto para alabarle como para criticarle y buscarle las cosquillas.

Proetarras, bolcheviques, populistas, chavistas y demás calificativos se aplicaron a Iglesias y a los suyos desde las tertulias y los editoriales. PP y PSOE tampoco se quedaron cortos cargando contra la formación morada, cuyas aspiraciones no dejaban de crecer conforme arreciaban las críticas.

Podemos se situaba en agosto como tercera fuerza política según el CIS, que en octubre de 2014 lo colocaba como primera opción en intención de voto. Iglesias, por su parte, superaba ese mes una Asamblea Ciudadana complicada en Vistalegre, con disensiones internas sobre el modelo organizativo y político de Podemos. "No soy imprescindible, no soy un macho alfa, soy sólo un militante", dijo Iglesias ante las voces críticas.

En noviembre de 2014 comenzaron las primeras acusaciones de corrupción contra sus principales colaboradores. Ese mes, el diario El Mundo publicaba un artículo asegurando que Íñigo Errejón, secretario de Política de Podemos, cobraba una beca de 1.800 euros por un trabajo de investigador para la Universidad de Málaga al que, según este diario, apenas se dedicaba porque lo hacía desde Madrid.

Iglesias, por su parte, vivió entre noviembre y diciembre dos grandes polémicas con dos medios de comunicación. Primero con Telecinco, que acusó al líder de Podemos de incumplir su compromiso de acudir al espacio Un Tiempo Nuevo. Y después con TVE, donde mantuvo una tensa entrevista con el director de La Noche en 24 Horas, Sergio Martín, que le preguntó si estaba "de enhorabuena" por la salida de presos de ETA de la cárcel. "No es un problema de enhorabuena, y que nadie juegue con el dolor de las víctimas para hablar de un tema. Nada de enhorabuena, ¿eh?", respondió Iglesias, cuya imagen salió muy reforzada de este encuentro.

MONEDERO, ANDALUCÍA Y GRECIA

Enero de 2015. Podemos cumple su primer año y lo celebra con una masiva concentración en Madrid en la que consigue reunir a unas 300.000 personas. Un acto en el que Pablo Iglesias animó a la gente a "soñar" pero tomándose "muy en serio" los sueños. Sin embargo, tanto su figura como el auge de Podemos comenzaron su caída libre a partir de ese momento.

A finales de enero, varios medios de comunicación publicaban que Hacienda investigaba al número tres de la formación, Juan Carlos Monedero, por declarar sus ingresos como asesor en Latinoamérica a través de una sociedad y no a través del IRPF. Días después, el profesor regularizaba su situación con una declaración complementaria.

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Juan Carlos Monedero, acompañado de Pablo Iglesias (a la derecha), antes de explicar sus ingresos

Meses más tarde, tras semanas de acoso mediático y político, Monedero dimitía de su cargo en Podemos. Lo anunció el propio Pablo Iglesias, con semblante serio y triste. Y aunque dijo que el adiós de su número tres no le restaría votos, lo cierto es que Podemos comenzaba a caer en las encuestas. También lo es que el resultado de las andaluzas de marzo (15 escaños y tercera fuerza) bien pudo haber sido otro sin este escándalo sobre la mesa.

En las municipales, Podemos, apoyado en las candidaturas de unidad popular, logró dar el vuelco en las principales capitales del país, pero la figura de Pablo Iglesias siguió perdiendo fuelle.

No ayudó tampoco que en Grecia, el primer ministro Alexis Tsipras, al que Iglesias apoyó durante la campaña de enero, aceptara las condiciones del rescate en contra de lo que decidieron los griegos en el referéndum celebrado a principios de julio.

CATALUÑA, EL GRAN PINCHAZO

Y en otoño llegaron las catalanas. Unas elecciones que claramente incomodaron a Podemos y que terminaron por agotar a Pablo Iglesias. La coalición en la que concurrían, Catalunya Sí Que Es Pot, logró un resultado "altamente dececpionante", en palabras del líder de Podemos, quien se escudó en que la postura de su partido, ni unionista ni independentista, no había "funcionado" en una campaña muy polarizada.

Además, el otro partido de la llamada 'nueva política', Ciudadanos, había sido el gran triunfador de la noche al convertirse en la segunda fuerza en el Parlament de Cataluña. Un partido que, con Albert Rivera al frente, ha ido subiendo como la espuma en las encuestas hasta la campaña frente al bajón de Podemos.

"Coleta morada", como él mismo se definió ironizando en respuesta a un discurso de Artur Mas, parecía más 'coleta cansada'. "Salgo de una campaña catalana en la que nos hemos dejado la piel", reconocía a Risto Mejide días después.

Por eso, tras tomarse ese "fin de semana" que tanto necesitaba, Iglesias hizo borrón y cuenta nueva y se ha presentado en esta campaña con un nuevo talante, menos serio, más relajado y sonriente, y con una palabra que siempre pronuncia en sus intervenciones: remontada.

¿Llegará tarde este cambio?