El telegrama que pudo cambiar la historia de España

El telegrama que pudo cambiar la historia de España

REUTERS

La historia es un campo sembrado de bombas sin explotar pero que, de haberlo hecho, habrían cambiado de forma drástica lo que finalmente ocurrió. No es exagerado: una dictadura que se prolongó casi 40 años en España y que encarnó Francisco Franco se podría haber derrumbado como un castillo de naipes si en 1944 un simple telegrama hubiera llegado a su destino.

Tal vez, sólo tal vez —porque las ucronías no dejan de ser, en realidad, puras especulaciones—, si el primer ministro británico Winston Churchill hubiera enviado un mensaje al presidente de EEUU Franklin Delano Roosevelt, Reino Unido y EEUU habrían hecho causa común para acabar con el régimen de Franco. Pero la historia es tozuda: ese texto nunca se mandó por puro azar del destino. Franco se mantuvo en el poder hasta 1975.

A finales de abril de 1944, en el tramo final de la II Guerra Mundial, Churchill comenzó a escribir un telegrama a su aliado Roosevelt. Después de varios años de política complementaria pero discrepante sobre España, el británico se plegaba a la estrategia defendida por los estadounidenses: mano dura con el régimen de Franco. Se acabó la política del palo y la zanahoria defendida por Reino Unido.

El contenido del mensaje, hasta ahora inédito y que revela el el historiador Carlos Collado en su ensayo El telegrama que salvó a Franco, decía así:

“Ruego pues que se me permita retirarme de este asunto. Ha quedado claro que no me queda nada por hacer. Ponemos la dirección de la política y la responsabilidad al respecto en sus manos. Haremos desde luego todo lo posible para apoyar una política que sin embargo no entendemos; pero no la criticaremos a no ser que nos veamos forzados a defendernos”.

Sin embargo, cuando la ‘rendición’ británica era tan sólo un borrador, Churchill recibió un telegrama “urgentísimo” del embajador británico en Washington en el que le informaba de EEUU viraba de estrategia y aceptaba secundar la política británica, mucho más moderada con el dictador. Todo al revés.

  5c8b1deb2000009e04702e4a

“Es imposible infraestimar la trascendencia que hubiera tenido este telegrama”, escribe Collado, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad alemana de Marbug. Esa carta hubiera desembocado, en su opinión, “en una durísima crisis interna que incluso hubiera podido llegar al desbancamiento del dictador”.

La tesis fundamental de El telegrama que salvó a Franco trata de romper con varios tópicos —que ya son mitos— afianzados con el paso del tiempo: por ejemplo que la supervivencia del régimen de Franco durante y después de la II Guerra Mundial sólo puede atribuirse a la capacidad estratégica y “hábil prudencia” del caudillo.

RESPALDO AL EJE

Al igual que en en la Primera Guerra Mundial, España se mantuvo neutral en la Segunda. Una decisión que no evitó la muchas veces explícita pero sobre todo implícita inclinación de Franco por las potencias del Eje. Eso sí, sin molestar demasiado a los aliados. “Hasta mediados del 43, tras el desembarco de los aliados en el norte de África, la neutralidad española era importante porque no querían en ningún momento forzar la situación, no querían generar un nuevo foco de tensión”.

Durante esos años la estabilidad del régimen se jugó, en buena medida, entre Londres y Washington, mientras Madrid quedaba reducido a mero observador. Y tuvo mucho que ver con la forma de pensar del embajador británico en España, Samuel Hoare, una figura relevante de la política conservadora británica que siempre se sobrevaloró a sí mismo en la misma medida que despreció a Franco y al pueblo español. Hoare —que en realidad siempre aspiró a ser nombrado virrey en la India, no un simple embajador en un país neutral— se veía como la persona adecuada para manejar los hilos que movían la conciencia de los españoles, el estadista capaz de modificar su respaldo a la Alemania nazi o la Italia de Mussolini por el apoyo sin fisuras a los Aliados.

  5c8b1deb2500000d04ca14cc

“Reino Unido tenía la idea de que debía quitarse a Franco de encima y Hoare empezó a conspirar contra el régimen saltándose las instancias propias de un embajador”, señala Collado. “Los británicos querían una transición pacífica porque no les interesaba una revolución o el caos en España. Estaban convencidos de que, a fin de cuentas, Franco desaparecería. Por eso defendían aumentar la presión,sobre los defensores en España de la Monarquía —muchos de ellos Generales del ejército— con el fin de quitarse de encima a Franco”, apunta Collado. Nada más lejos de la realidad: “Se quedaron atónitos cuando se dieron cuenta de que eso no había ocurrido”.

En el otro lado, “los americanos quisieron forzar la situación porque entendían que la neutralidad no era posible: o se estaba con ellos o se estaba contra ellos”, argumenta el historiador.

Cables diplomáticos, documentos, salidas de tono, tiras y aflojas, incomprensiones mutuas y presiones de unos hacia otros y de los otros hacia los unos trufan las páginas del ensayo, en el que se destaca el poder de la economía como elemento clave para forzar la voluntad de la España franquista. Porque más poder que unas declaraciones lo tiene la amenaza de replantear los acuerdos económicos entre dos países. Y esa baza es la que jugó sobre todo EEUU: aprovecharse de la dependencia española respecto a la importación de las mercancías de ultramar para finiquitar el respaldo español a las potencias del Eje.

“Los americanos sólo querían sacar partido de un régimen del que estaban convencidos que iba a desaparecer y del que pensaban iban a sacar muchas más concesiones que de un gobierno democrático. Eso lo tenían muy claro”. España, por su lado, hizo muchas concesiones, “pero si miras un poco más a fondo algunos de sus compromisos, como el de desmantelar los servicios de inteligencia alemanes, no se cumplieron. Hasta el final de la Guerra seguían llegando aviones de Alemania”, explica el historiador.

Al final ni EEUU ni Reino Unido consiguieron lo que querían, “aunque el resultado final les vino bien a todos”. Según Collado, “los americanos deseaban un régimen estable, preferían una dictadura que se plegarse a sus deseos que una república o una democracia que no sabían por dónde iba a salir. Pero es que ni siquiera en 1975 la diplomacia EEUU apostaba por una Transición a la democracia: hubieran visto igual de bien seguir con un régimen autoritario porque les venía bien de cara a la Guerra Fría”.

Juegos de intereses, telegramas que nunca se llegaron a enviar y otros que se mandaron con carácter urgentísimo fueron sólo algunos de los elementos que forjaron la anomalía de que Franco fuese el único superviviente del régimen fascista.