El ministro de Interior belga acusa de "negligencia" a la Policía y la Inteligencia

El ministro de Interior belga acusa de "negligencia" a la Policía y la Inteligencia

EFE

Fue como un cántaro roto. Tras días de silencios y explicaciones a medias, el ministro de Interior de Bélgica, Jan Jambon, se vació anoche, reconociendo a borbotones los fallos de seguridad e inteligencia que han llevado a su capital, Bruselas, a ser la diana de tres explosiones que han dejado, por ahora, 31 muertos y unos 300 heridos.

Tanto Jambon como el ministro de Justicia, Koen Geens, han presentado su dimisión al primer ministro belga, Charles Michel, asumiendo así la responsabilidad política por este fallo, pero el mandatario la ha rechazado considerando que no es el momento oportuno.

Pero ¿cuáles son esas lamentables lagunas?

El ministro ha acusado de "negligencia" a la Policía por obviar los avisos procedentes de Turquía sobre los posibles vínculos terroristas de Ibrahim Bakraoui, uno de los kamikazes de los atentados. Jambon ha señalado en concreto al agente en Estambul que sirve de enlace con la Policía belga. "Se puede concluir que, por lo menos, hay una persona que ha sido negligente", ha dicho en una nocturna declaración parlamentaria. "Es inaceptable" que no se hiciese "nada esencial" entre su detención en Turquía y su deportación a Holanda, señaló.

Bakraoui fue detenido el pasado mes de junio cerca de la frontera con Siria. Las autoridades turcas avisaron a las autoridades belgas sobre su peligrosidad como combatiente extranjero, pero éstas descartaron sus vínculos terroristas. Turquía avisó a la Embajada de que Bakraoui iba a ser deportado el 14 de julio a Países Bajos, donde no sería detenido a menos que las autoridades belgas así lo solicitaran, ya que el terrorista estaba en libertad condicional por una condena anterior por robo armado.

Jambon ha explicado que el agente de enlace de la Embajada sólo se puso en contacto con la Policía en Bélgica el 20 de julio, seis días después de que fuera enviado a Países Bajos. La respuesta llegó el 11 de enero.

Críticas hay, además, porque Salah Abdeslam, el huido de los atentados de París detenido hace una semana, logró esconderse cuatro meses en el barrio de Molembek y fue capturado apenas a 400 metros de la casa de su familia, porque las autoridades no controlan lo que pasa en ese barrio al que se considera ya el epicentro de la actividad yihadista en Europa.

Se ha abierto otra investigación para determinar si es cierto que la policía de Malinas, en la provincia flamenca de Amberes, obtuvo en diciembre información que no compartió con la Policía federal sobre el escondite del presunto cerebro del aparato logístico del 13-N en París, y si es verdad que se pudo hacer una redada contra él antes de la semana pasada, abortada porque los datos se la presencia de Abdeslam en una casa se lograron por la noche y, según las leyes locales, no se pueden hacer redadas en casas particulares a esa hora. Ya se está tramitando una reforma de esa ley, al menos para supuestos de lucha antiterrorista.

Otro de los errores de Bélgica es no haber aumentado el nivel de alerta tras la detención el pasado 18 de marzo de Abdeslam. Pero es que además los investigadores sólo le interrogaron durante 60 minutos desde que fue arrestado hasta los ataques de Bruselas cuatro días después, según publica el medio Politico.

El interrogatorio, que se produjo el sábado en la cárcel de Brujas donde está Abdeslam, no llevó a ninguna información sobre los inminentes atentados porque los investigadores empezaron a preguntar de forma cronológica. Se centraron primero en la implicación de Salah en los atentados del 13-N en París. El motivo de que la entrevista fuera tan breve es que el terrorista se estaba recuperando de una operación en la pierna tras haber sido herido durante su detención, alegan las autoridades locales.

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Controles de seguridad en el acceso a una estación de metro de Bruselas.

Según el diario israelí Haaretz, el Mossad avisó a Bélgica de un inminente atentado y esa información señalaba directamente al aeropuerto, donde hubo dos explosiones el martes pasado.

No se sabe aún por qué la Inteligencia no hizo caso de un aviso de uno de los servicios secretos más efectivos del mundo. Ni por qué, una vez cometidos los atentados, sólo el testimonio de un taxista que llevó a los islamistas al aeropuerto fue la única pista seria para conocer las identidades de los autores de la masacre.

Francia también tenía identificado a algunos de los terroristas que participaron en los ataques, mientras que España ha dicho que poseía "alguna información" al respecto. La CIA norteamericana igualmente seguía la pista a varios de los atacantes, aunque el gobierno de Washington ha reconocido que no informó formalmente de ello a su homólogo belga. No obstante, queda claro que varios servicios de información occidentales tenían a los suicidas y sus secuaces en la diana.

Más allá de las deficiencias en el intercambio de información y en el tratamiento de los datos disponibles, lo que cada vez queda más claro es que los atentados del martes y los de noviembre en París, que dejaron 31 y 130 muertos, respectivamente, fueron cometidos por miembros de una o varias redes conectadas entre sí.

La Fiscalía federal de Bélgica confirmó hoy que el segundo terrorista suicida del aeropuerto internacional de Zaventem era Najim Laachraoui, vinculado también a los atentados del 13-N. Su identidad se ha podido establecer tras las pruebas de ADN y las tareas de investigación de las últimas horas.

Las trazas de ADN de Laachraoui también aparecieron en el chaleco explosivo y en un trozo de tejido utilizado en la sala de espectáculos parisina Bataclan y en una bomba en el estadio de Francia, señaló la Fiscalía.

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