Cuando tu cerebro te convierte en otra persona

Cuando tu cerebro te convierte en otra persona

J.T.

Todo lo que somos está escrito en un fino encaje de neuronas que determina nuestra personalidad y nuestra conducta. Por algo el encéfalo es el único conjunto de órganos que llevamos protegido dentro de una caja cerrada de hueso. Y a pesar de ello, el cerebro no está libre de amenazas, tanto internas como externas: traumatismos, tumores, derrames, diversas enfermedades o el consumo de drogas pueden dañarlo, y el problema es que los efectos de estas agresiones pueden afectar a nuestra conducta y nuestra personalidad.

Un estudio de 1983 determinó que casi tres de cada cuatro pacientes que habían sufrido un traumatismo grave en la cabeza no eran "la misma persona que antes" a los cinco años de la lesión, a juicio de los más próximos a ellos. Aunque algunos expertos dudan de que el cambio de personalidad sea en general un hecho objetivo, las revistas médicas registran infinidad de casos en los que se describen alteraciones de conducta después de un daño cerebral. A veces se trata de cambios de humor o alucinaciones, pero también existen formas más extremas. He aquí cuatro ejemplos.

CHISTOSO PATOLÓGICO

En ningún grupo humano suele faltar el chistoso, que aprovecha cualquier ocasión para hacer partícipes a los demás de sus ocurrencias y mostrar con sonoras carcajadas lo genial que se cree. Pero cuando el chistoso llega al extremo de despertar a su mujer en mitad de la noche para contarle sus últimas creaciones, que además tienen escasa gracia salvo para él mismo, tal vez se trate de algo más serio.

Esto fue lo que le ocurrió a un hombre de 69 años cuyo caso se describe en el último número de la revista The Journal of Neuropsychiatry and Clinical Neurosciences. Los autores del artículo, dos neurólogos de Los Angeles, cuentan que el paciente llegó a su consulta con 50 folios de chistes que había escrito a sugerencia de su mujer, como manera de evitar que la despertara por las noches. Había sufrido este trastorno durante cinco años.

Los médicos diagnosticaron que se trataba de Witzelsucht, un término alemán que significa "adicción a los chistes" y que designa un síndrome raro, pero ya descrito en otros casos. Normalmente la causa suele ser un daño cerebral. En este paciente se debía a un infarto en el núcleo caudado izquierdo que posiblemente había complicado una lesión anterior en el córtex frontal derecho causada por una hemorragia. El mismo estudio describe un segundo caso del mismo trastorno, que luego degeneró en una enfermedad cerebral más grave.

Los pacientes tienen en común un impulso irrefrenable de contar chistes y ríen sus propias gracias, pero a menudo no aprecian las de los demás. También suelen sufrir otros síntomas, como una desinhibición sexual que les lleva a comportarse de forma inadecuada. El primer paciente del estudio había desarrollado además una obsesión por el reciclaje que le llevaba a rebuscar en la basura, y también había adquirido la manía de coleccionar servilletas y cubiertos de los restaurantes. En el caso del segundo paciente, su mujer descubrió que en el garaje había almacenado "docenas de molinillos de café y casi dos docenas de camisas hawaianas".

Casi tres de cada cuatro pacientes que han sufrido un traumatismo grave en la cabeza no es la misma persona que antes a los cinco años de la lesión

ADICTA A LO AJENO

Una mujer brasileña de 40 años decidió hacerse una reforma integral: liposucción, aumento de pechos, reducción de vientre y lifting de brazos. Pero salió del quirófano con algo que no había pedido: una irresistible tentación de hurtar en las tiendas, y un sentimiento de alivio cuando lo hacía, a pesar de que podía costearse fácilmente los objetos que robaba.

Según los autores del estudio que describe el caso en la revista BMJ Case Reports, ya sospecharon que algo no marchaba bien cuando despertó de la operación en un estado letárgico, con desorientación y déficit de memoria. La cleptomanía apareció unos días después del alta, y los médicos supieron de ella cuando la mujer fue detenida y llevada a comisaría después de un hurto.

Los médicos concluyeron que la hipotensión inducida durante la cirugía para reducir el sangrado había causado una falta de oxígeno en el cerebro. Las pruebas de neuroimagen revelaron que la paciente había sufrido un daño temporal en la región del núcleo caudado. Por suerte, la lesión era reversible, y la cleptomanía de la mujer desapareció a las pocas semanas. Aunque se trata de un trastorno raro, hay al menos otro caso anterior descrito.

SÍNDROME DEL ACENTO EXTRANJERO

Uno de los efectos más conocidos de los daños cerebrales sobre el comportamiento es el Síndrome del Acento Extranjero. No deja de ser un trastorno raro, a pesar de que se ha descrito más de un centenar de casos en la literatura médica. El primero registrado se remonta a 1907, cuando un hombre de París comenzó a hablar con acento alsaciano tras un infarto cerebral. El último, este mismo año, fue una mujer estadounidense que adquirió acento británico.

En realidad, señalan los expertos, el presunto acento extranjero es una invención de quien lo escucha. A menudo los afectados por un traumatismo cerebral, un derrame, un tumor o un cuadro de migrañas sufren un daño en la región que controla el ritmo y la melodía del habla, y quienes lo escuchan creen reconocer un acento determinado. Se ha informado de casos de noruegos hablando con acento alemán, australianos con acento francés, o británicos con acento chino.

Uno de los efectos más conocidos de los daños cerebrales sobre el comportamiento es el Síndrome del Acento Extranjero. Aunque es raro, ya se han registrado más de un centenar de casos.

Aunque el síntoma podría parecer leve, suele ser muy perturbador para los pacientes, que de repente no reconocen su propia voz y llegan a sentirse socialmente marginados, como extranjeros en su propio país. Una mujer víctima de este síndrome contaba que un taxista intentó cobrarle el doble por un recorrido que hacía habitualmente, y que dos conductores de autobús la trataron como si fuera "sorda y estúpida".

PEDERASTA POR UN TUMOR

La peor de las pesadillas comenzó para un profesor de escuela de 40 años en Estados Unidos cuando, sin comprender por qué lo hacía, comenzó a acosar sexualmente a su propia hijastra, hija de su segunda mujer. Al mismo tiempo empezó a visitar a prostitutas y a coleccionar pornografía infantil. Tras ser denunciado, eligió un programa de rehabilitación como alternativa a la cárcel, pero durante las sesiones continuó comportándose como un depredador sexual. Finalmente, el día antes de ingresar en prisión, acudió a urgencias con mareos y dolores de cabeza.

Los médicos comenzaron a sospechar algo raro cuando detectaron síntomas neurológicos como cambios en la forma de caminar, incontinencia urinaria e incapacidad para escribir. La confirmación llegó con las pruebas de imagen: los exámenes revelaron que el paciente tenía un tumor cerebral del tamaño de un huevo en la corteza orbitofrontal, una región que se ha relacionado con la conducta guiada por las expectativas de premio y castigo. El paciente sabía que sus acciones eran reprobables y que sus consecuencias serían graves, pero no podía contenerse; cuando ingresó en el hospital, contó que temía violar a su casera.

Los síntomas remitieron con dos extirpaciones sucesivas del tumor, según el estudio publicado en la revista JAMA Neurology. Pero algunos expertos son escépticos, y dudan de que una lesión cerebral pueda convertir en pederasta a alguien que nunca lo ha sido. Más bien sugieren que el paciente podía tener este impulso reprimido, y que el daño liberó el freno al eliminar su capacidad de apreciar las consecuencias de sus actos.