La era Puigdemont

La era Puigdemont

EFE

“Soy falible, pero insobornable”. Carles Puigdemont levanta la mirada mientras pronuncia esta frase de Gaziel. Unos minutos antes acaba de tomar posesión como el 130 presidente de la Generalitat. “Visca Catalunya”, dice al final de su discurso arropado por Artur Mas y Carme Forcadell.

El Salón de Sant Jordi hervía ese 12 de enero. Puigdemont se convertía en el nuevo jefe del Ejecutivo autonómico tras un fin de semana en el que se había producido la inesperada retirada de Mas presionado por la CUP y la investidura in extremis del hasta entonces alcalde de Girona.

El convergente Puigdemont aterrizaba en el Palau por sorpresa en un momento crucial y sin precedentes para la política catalana. Le tocaba encabezar un Govern auspiciado por Junts pel Sí (CDC y ERC) con un Parlament muy fragmentado. Todo ello aderezado con una asfixiante situación económica y una inexistente relación con La Moncloa dirigida por Mariano Rajoy. El teléfono no sonó ni para felicitarle por su nombramiento.

Este miércoles se reunirá precisamente por primera vez con el presidente del Gobierno. Justo cuando se han cumplido cien días de su llegada a la plaza de Sant Jaume, el plazo de ‘gracia’ que se da siempre a los integrantes de las administraciones públicas.

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LOS PRIMEROS OBJETIVOS

En este tiempo en el Palau han trabajado, según comentan desde el entorno del president, en el objetivo de consolidar su figura y su perfil institucional, poner en marcha el mandato del 27 de septiembre e implementar el plan de emergencia social -uno de los principales argumentos del apoyo de la CUP-.

Puigdemont formó un Govern en el que destacan tres grandes consellerías dirigidas por Oriol Junqueras (Vicepresidencia y Economía y Hacienda) Raül Romeva (Exteriores, Relaciones Institucionales y Transparencia) y Neus Munté (Presidencia). Esta última se ha convertido en uno de los grandes apoyos del presidente. Por ella pasa la arquitectura institucional de la Generalitat, conoce los secretos del Palau al haber trabajado en la administración Mas y tiene un perfil social al proceder de UGT.

Desde que ocupó el despacho principal de la Generalitat, Puigdemont se ha dedicado a coger las riendas de una comunidad con una aritmética parlamentaria endiablada. De hecho, las desavenencias entre Junts pel Sí y la CUP en el parque de la Ciutadella no han tardado en aparecer durante este periodo.

Hasta el momento, ha optado por un papel legislativo bajo y el Consell ha enviado a la cámara proyectos sobre el cambio climático, el libro sexto del Código Civil catalán, el plan de estadística 2017-2020, la ordenación de las actividades de espectáculos públicos y buenas prácticas de la administración en arquitectura.

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EL NUEVO PLAN

A partir de ahora, Puigdemont quiere pisar el acelerador de una administración que arrastra el anquilosamiento de los meses de negociaciones por la investidura y la situación ‘en funciones’ del Gobierno central. Sus grandes objetivos, según ha anunciado, serán “revertir” los recortes y posicionar a Cataluña “a las puertas del Estado propio”.

¿Cómo lo va a conseguir? El equipo del presidente ha ideado un plan que contiene 45 leyes a aprobar en los próximos quince meses -teóricamente el tiempo que durará esta legislatura para la “desconexión” con el resto de España-. Eso sí, Puigdemont se ha guardado de concretar una fecha para la independencia y ha insinuado que este proceso podría retrasarse por elementos como la celebración de unas nuevas elecciones generales.

45 leyes para los próximos 15 meses

Todo este plan necesita el motor de los presupuestos autonómicos. Será toda una prueba de fuego para Puigdemont conseguir el respaldo a las cuentas, que previsiblemente llegarán a finales de mayo al Parlament. Aquí se verá el estado de la relación con la CUP. Fuentes de Junts pel Sí ponen en duda el total compromiso de los cuperos con la estabilidad parlamentaria. Este partido ya ha pedido a Puigdemont unas cuentas “postautonómicas”, “prerrepublicanas” y “libres de Montoro”.

Esa exigencia se convierte en casi imposible para el Govern, que está acogido al Fondo de Liquidez Autonómico -el mecanismo de rescate ideado por Hacienda para prestar dinero a las autonomías-. El ministro Cristóbal Montoro tiene esa llave. Aunque en público se lanzan duras críticas, las dos administraciones trabajan a puerta cerrada para afrontar la delicada situación económica. Desde Hacienda siempre recuerdan que la Generalitat no podría financiarse sola en los mercados.

Las cuentas públicas también tendrán en cuenta los objetivos de déficit del Gobierno. La superación en un punto del objetivo del año pasado por el conjuntos de las administraciones y el foco puesto sobre las autonomías por parte de Montoro hacen temer que se exijan más recortes. Este pugna contra Hacienda ha llevado, según fuentes autonómicas, a que haya contactos del president para coordinarse en este tema con otros líderes regionales como Susana Díaz y Guillermo Fernández Vara. En el entorno del president señalan a la vez que los homólogos con los que tiene mejor relación son Javier Lambán (Aragón), Ximo Puig (Comunidad Valenciana) y Francina Armengol (Baleares).

Ante este miedo a los tijeretazos, Puigdemont está intentando marcar un perfil social. Por eso, hay guiños para atraer a Catalunya Sí Que Es Pot y el PSC a los futuros presupuestos en caso de que la CUP dé la espalda.

CARA A CARA

El proceso soberanista y la situación económica estarán sobre la mesa en la reunión con Rajoy. Han tenido que pasar cien días -con broma telefónica incluida- para que se citen los dos mandatarios. Según apuntan fuentes independentistas, el presidente del Gobierno ha decidido recibirlo después de que en las últimas semanas Puigdemont se haya reunido con los líderes del PSOE, Pedro Sánchez, Podemos, Pablo Iglesias, y Ciudadanos, Albert Rivera. A raíz de esos encuentros se produjeron una serie de movimientos del Partido Popular en Cataluña coordinados con La Moncloa para propiciar el cara a cara.

El presidente catalán tiene en mente varios ejes para plantear en Moncloa: el proceso soberanista de su Gobierno “independentista”, la petición para acoger refugiados, el objetivo de déficit y los incumplimientos del Estado con Cataluña (una herencia del famoso documento de los 23 puntos de Mas).

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EL SOCIO JUNQUERAS

Puigdemont estrenó mandato en una España en plena transformación política con la aparición de nuevos partidos y el alumbramiento de cámaras muy divididas. Su propio Gobierno también es un laboratorio independentista con miembros de CDC y de Esquerra. La relación con Junqueras y Esquerra es buena y no hay discrepancias en los contenidos, comentan desde el entorno de Puigdemont.

No obstante, sí han vivido algún episodio de desconfianza en estos días. Puigdemont desconocía la reunión discreta que mantuvo su vicepresidente con el líder del PSOE en un hotel en Barcelona para hablar de la investidura. Al enterarse más tarde, el presidente de la Generalitat se mostró sorprendido ante el propio Junqueras al entender que debía habérselo contado antes.

Uno de sus objetivos desde que llegó al Palau de la Generalitat ha sido rebajar la tensión existente en Cataluña, según comentan personas cercanas a Puigdemont, y abrir espacios de diálogo con las fuerzas en el Parlament y a nivel nacional -de ahí los encuentros con Sánchez, Iglesias y Rivera-.

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En la cámara autonómica con quien tiene que batallar principalmente es con Inés Arrimadas (Ciudadanos), que lidera la oposición. Fuentes de ese partido dicen que la relación es “cordial”. El análisis de los naranjas sobre estos cien días es que Puigdemont tiene como “única prioridad” la independencia y para ello “le ha dado la batuta a la CUP”. Se trata, a su juicio, de un Gobierno que no hace “autocrítica” y que no ha presentado proyectos “realistas” durante estos primeros meses.

Le ha dado la batuta a la CUP

Uno de los asuntos que centrarán también políticamente los próximos meses la atención de la oposición será el intento de creación de una Hacienda propia por parte de la Generalitat. Puigdemont dice que debe convertirse en una de las grandes “estructuras de Estado”. “La rótula de la administración”, la ha llegado a denominar el president.

En esta nueva era que emprende, Puigdemont quiere cultivar también las relaciones con el exterior, un punto al que dedicaba especial atención su antecesor. Su primer viaje oficial lo realizará del 30 de abril al 2 de mayo a Bruselas. El sector independentista cree que sus demandas podrán materializarse el día que la comunidad internacional las asuma.

En este sentido, el president mantendrá este viernes en Barcelona una reunión con corresponsales extranjeros para abordar la actualidad. La Generalitat les ha enviado una carta a los informadores, a la que ha tenido acceso El Huffington Post, en la que muestra su intención de tener un contacto “permanente y fluido”.

Puigdemont ya ha disfrutado de sus cien días de gracia. Le toca poner en marcha su plan. ¿Lo logrará?