Lavarse las manos: sí, pero ¿con qué?

Lavarse las manos: sí, pero ¿con qué?

Sí, sabemos que hay que lavarse las manos. Ya no es sólo una cuestión de higiene elemental, ni una recomendación dirigida a las regiones del mundo con peores condiciones sanitarias: los contagios nuestros de cada día, como la gripe y el resfriado, se transmiten en gran medida a través de las manos y el lavado regular ayuda a prevenirlos.

Sabemos también cómo debemos lavárnoslas, de acuerdo a las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y sabemos también que hay estudios que demuestran que este procedimiento es eficaz. También sabemos que debemos hacerlo entre siete y ocho veces al día y sabemos cuánto debe durar cada lavado: según la OMS, lo que se tarda en cantar dos veces Cumpleaños feliz.

LOCIONES CON ALCOHOL

Pero ¿con qué debemos lavarlas? En los últimos años se han popularizado las lociones para manos basadas en alcohol, antes restringidas a los hospitales y ahora extendidas también a las oficinas y los hogares. Aunque generalmente se considera que estos productos son eficaces como antisépticos, no es así para todos los casos: un estudio de 2015 descubría que los norovirus, causantes del reciente brote de gastroenteritis en Cataluña por agua contaminada, son resistentes al alcohol. "Lavar las manos con agua y jabón es mejor que utilizar desinfectantes basados en alcohol para eliminar el norovirus de las manos", concluía el estudio.

Otro inconveniente de las lociones con alcohol es que pueden contener compuestos destinados a aumentar la penetración en la piel, por lo que su uso puede introducir también en nuestro organismo otros contaminantes externos no deseados. Un estudio reveló que sostener con la mano un ticket de papel térmico después de aplicarse loción con alcohol resulta en un aumento en la sangre y la orina del controvertido compuesto bisfenol A (BPA), presente en este tipo de papel.

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Sobre todo, el alcohol no elimina la suciedad; para esto no hay nada como el jabón. Y frente a las formulaciones clásicas, existen multitud de productos que contienen sustancias antimicrobianas como el triclosán y el triclocarbán, dos compuestos de uso frecuente en jabones, champús, cosméticos, dentífricos, desodorantes, enjuagues, detergentes o plásticos.

JABONES ANTIBACTERIANOS

El triclosán y el triclocarbán llevan décadas en el punto de mira por sus posibles efectos dañinos para la salud; al igual que el BPA, ambos pueden actuar como disruptores endocrinos, alterando el equilibrio hormonal del organismo. También se piensa que pueden promover las alergias, pero lo que es seguro es su muy nocivo impacto ambiental sobre el medio acuático.

Además hay indicios de que el triclosán promueve el crecimiento de células de cáncer de mama in vitro y de tumores mamarios en ratones. Los animales expuestos a triclosán durante seis meses tienden a sufrir fibrosis hepática y se vuelven más susceptibles a desarrollar cáncer inducido por otras sustancias.

Aunque estos estudios se llevan a cabo con dosis de triclosán muy superiores a las habituales en los productos de consumo, los autores trataron de simular "la acumulación en el cuerpo debida a la exposición a largo plazo", en palabras del coreano Kyung-Chul Choi, director del estudio sobre tumores de mama.

El codirector del estudio en hígado, Bruce D. Hammock, de la Universidad de California en Davis (Estados Unidos), advierte de la necesidad de distinguir entre diferentes usos: "Podríamos reducir la mayoría de la exposición humana y medioambiental eliminando los usos del triclosán en altos volúmenes pero de escaso beneficio, como en los jabones líquidos; pero podríamos mantener por ahora los usos que sí tienen valor para la salud, como en el dentífrico, donde la cantidad utilizada es pequeña".

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Aquí no acaban los posibles efectos perjudiciales del triclosán y el triclocarbán. Algunos estudios sugieren que estos antibacterianos comparten dianas con algunos antibióticos. Si eliminan las bacterias sensibles, podrían favorecer la aparición de cepas resistentes a dichos fármacos. Esto podría ser especialmente preocupante por el hecho de que los antibacterianos se vierten a las aguas residuales desde los hogares. Se ha detectado que tanto el triclosán como el triclocarbán pueden modificar la composición bacteriana en las plantas de tratamiento de aguas residuales y quizá fomentar la aparición de resistencias.

Sin embargo, la posibilidad de que los antisépticos puedan potenciar la aparición de supermicrobios es aún controvertida. El ecólogo microbiano del Laboratorio Nacional Argonne de Illinois (EE.UU.) Jack Gilbert opina que no sería fácil para las bacterias resistir el efecto de estas sustancias mediante mutaciones. "Hasta donde sé, no hay pruebas que apoyen la afirmación de que estos antimicrobianos podrían promover los supermicrobios", expone Gilbert a El Huffington Post.

MICROBIOS BUENOS, MICROBIOS MALOS

Los antibacterianos podrían también alterar nuestra microbiota normal. Un estudio reveló que la presencia de triclosán en la secreción nasal de personas sanas se relaciona con la colonización de la mucosa por el patógeno oportunista Staphylococcus aureus. Otro trabajo reciente muestra que las ratas a las que se les ha incluido triclocarbán en la dieta pasan el compuesto a su progenie durante la lactancia, y esta ingesta heredada altera la flora intestinal de las crías.

Los autores apuntan que en humanos probablemente se produzca algo similar y que aún no se han estudiando a fondo los posibles efectos de estos antibacterianos durante el desarrollo del bebé. No obstante, Gilbert advierte de que no existen suficientes pruebas sobre el efecto de los antibacterianos en la microbiota humana.

Y todo ello, ¿para conseguir qué beneficios? En 2015, una investigación descubrió que el jabón con triclosán sólo es notablemente más eficaz eliminando bacterias tras nueve horas de exposición al producto. En el tiempo que tardamos en cantar dos veces Cumpleaños feliz, el jabón antibacteriano "no es más eficaz que el jabón normal en reducir la contaminación bacteriana", escribían los autores. El triclosán tampoco actúa sobre los virus.

HIGIENE SÍ, ESTERILIDAD NO

Por todo ello, la tendencia actual se dirige a que el triclosán y el triclocarbán queden confinados a sus entornos de origen, los hospitales. En 2010, la Unión Europea prohibió el triclosán para su uso en contacto con los alimentos. Desde enero de este año, la Comisión Europea ha ilegalizado su uso para productos de higiene humana. Sin embargo, en otros países aún está permitido, incluyendo Estados Unidos, donde algunos estados han empezado a restringir su uso.

Recientemente, la Administración de Fármacos de Estados Unidos (FDA) ha solicitado más información a los fabricantes con vistas a tomar una decisión en septiembre. Por su parte, muchas compañías ya han comenzado a retirar el triclosán de sus productos.

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Ante todo este panorama, algunos expertos advierten de que para reducir el abuso de los antibacterianos los consumidores deberían modificar su percepción respecto a nuestra relación con los microbios. Varios estudios dirigidos por Gilbert han revelado el complejo mundo microbiano con el que convivimos en nuestros hogares sin que esto suponga un riesgo para nuestra salud. Incluso la esterilización de los baños con grandes cantidades de lejía sólo mantiene la asepsia durante apenas una hora.

De hecho, la obsesión por la esterilidad puede llegar a ser contraproducente. La llamada hipótesis de la higiene, apoyada por datos epidemiológicos y experimentales, sostiene que un exceso de higiene en los bebés y niños de corta edad les predispone a sufrir más alergias, asma y enfermedades autoinmunes, al impedir la correcta maduración de su sistema inmunitario por la exposición a los microbios del entorno. "Pienso que necesitamos un equilibrio sano entre la higiene de un entorno saludable y la esterilidad", dice Gilbert. "La esterilidad no es necesariamente higiénica".