La experiencia de dos voluntarias españolas en Idomeni: "Allí las ONGs no han estado funcionando"

La experiencia de dos voluntarias españolas en Idomeni: "Allí las ONGs no han estado funcionando"

5c8b1b7e230000dd04241ec8MARIA RUIZ

Este 20 de junio se celebra el Día Mundial del Refugiado y nunca ha sido tan necesaria esta fecha: un día para recordar a los desplazados del mundo, que son más numerosos que toda la población española. La UE está paralizada, las ONGs son incapaces de auxiliar a los que buscan ayuda a las puertas del primer mundo.

En su lugar, la ciudadanía ha dado un paso al frente para socorrer a los que huyen de la guerra y del Estado Islámico. Lo hacen en su tiempo libre y a cargo de su bolsillo. Voluntarios como María Ruiz Sánchez-Beato, una psicóloga de Guadalajara de 33 años que estuvo del 4 al 20 de abril en Idomeni.

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"Una madre siria llega a Idomeni con sus tres niños; eso es todo lo que le ha dejado la guerra", señala Ruiz.

Ruiz se desplazó al mayor campamento de refugiados de Grecia con su hermana Laura, auxiliar de veterinaria de 30 años. Pensaban irse de vacaciones juntas y se cogieron los días para ayudar. "Compramos los billetes 15 días antes y nos fuimos de voluntarias independientes", explica.

No era la primera vez que lo hacían: María ya estuvo en Calcuta durante dos meses y, desde pequeñitas, en su casa acogían a niños saharauis.

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"Idomeni tras cinco minutos de lluvia ligera... En un cuarto de hora tienes el barro por los tobillos. Han estado viviendo en esas condiciones con el añadido de las lluvias parte del invierno", lamenta Ruiz.

LAS REDES SOCIALES PERMITEN ORGANIZARSE

Se metieron en redes sociales para organizar el viaje y alojamiento. "En Facebook hay un grupo, Bienvenidos refugiados, desde el que los que están allí informan a los que quieren ir de todo; y luego está el canal de @refugiados en Telegram, con el que puedes hablar con voluntarios a nivel mundial que ya se encuentran sobre el terreno", detalla.

Contactaron con 10 personas y alquilaron una casa. Todos eran desconocidos y todos españoles, menos dos holandesas. "Había mogollón de catalanes, algunos valencianos y madrileños. La más pequeña tenía 25 años y la más mayor 60", recuerda.

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Parte del grupo de voluntarios de las hermanas Ruiz; aunque posan ante una tienda del ACNUR, aseguran que la agencia de la ONU para los refugiados no estaba presente en Idomeni, encontraron la carpa abandonada y decidieron ocuparla.

Se informaron previamente de lo que hacía falta en Idomeni y recaudaron todo el dinero que pudieron. Reunieron 500 euros de material médico (sobre todo crema para la sarna; cada tubo cuesta 20 euros) y 300 euros en suelto. "Hubo gente que lo organizó con más tiempo y llevaba mucho dinero para invertir, para llegar allí y adquirir lo necesario", explica.

LAS GRANDES ONG ESTABAN DESAPARECIDAS

En Idomeni se encontró "un abandono absoluto y brutal". "Allí las ONGs no han estado funcionando. Estaba Médicos Sin Fronteras, pero colaborar con ellos es complicado porque te hacen entrevistas, un proceso de selección... Y desde que se firmó el acuerdo entre la UE y Turquía se retiraron bastante del terreno. El 90% de los que estábamos allí éramos voluntarios independientes", asegura.

Ruiz critica particularmente al ACNUR. "Denuncia la situación allí pero no está sobre el terreno. Yo era socia y me di de baja nada más volver a España. También me chocó que no estuviera UNICEF, porque hay miles y miles de niños. No vimos a Save the Children, pero la gente comentaba que sí trabajaba en la zona. La única ONG de referencia con la que colaboramos allí fue Bomberos en Acción", afirma.

La psicóloga recuerda el asombro que le produjo que muchos de los refugiados fueran de clase media-alta. "Muchos hablaban muy bien inglés, nos enseñaban fotos de sus vidas y yo pensaba: 'Si es que tenías casi una vida mejor que la mía'. Y ahora estaban ahí en una tienda de campaña, abandonados", rememora.

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"La desesperación absoluta. En las vías del tren antes de llegar a la frontera con Macedonia", explica Ruiz.

Lo que más les impactó a todos fue la cantidad de niños que había. "Muchos más niños que adultos. Y gracias a dios, alegres. El equilibrio emocional allí lo mantenían sus sonrisas. La gente está en shock, tenía estrés postraumático... No tienen esperanza, no tienen nada que hacer en todo el día, no tienen futuro... Están atrapados. No entendían por qué les estaba pasando aquello en Europa, si venían de la guerra", recuerda.

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Un niño espera su turno para bañarse mientras dibuja.

UN BAÑO PARA NIÑOS

Muchos niños tenían problemas de dermatitis, estaban sucios, sufrían desnutrición y algunos padecían enfermedades que no podían atender. Ruiz y sus compañeros se dedicaron a bañarlos y vestirlos en un Baby Hamán, un baño para niños que montó una pareja de catalanes con dinero en una tienda abandonada del ACNUR.

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"Compraron unas bañeras y dividieron el espacio interior de la tienda. Bañábamos cada día a unos 130 niños; algunos llevaban hasta tres meses sin lavarse. Les echábamos productos para los piojos, mirábamos si tenían algún problema o enfermedad para mandarlos a Bomberos en Acción. Les poníamos ropa limpia, repartíamos gorras y protección solar", detalla.

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Laura Ruiz baña al mayor de tres hermanos que aparecieron solos en el hamán. "Su cara lo dice todo", señala.

En una ocasión bañaron a un bebé de siete días. "Era su primer baño. La madre era primeriza y no paraba de llorar porque no sabía cuidarlo", recuerda. "Estábamos hasta las seis de la tarde lavando y luego nos hacíamos con pañales de varias tallas y nos desplazábamos a las zonas más lejanas del campamento (a unos dos kilómetros) para repartirlos. Entre las 15.000 personas que había, muchos no podían acercarse a nuestra tienda para cogerlos. Algunos no sabían que existíamos", asegura.

Sus 300 euros se invirtieron en viajes (de la ciudad más cercana al campamento había unos 40 minutos en coche; el almacén, al que iban cada mañana, estaba a 20 kilómetros) y en gorras y protección solar. "Algunos tenían la piel quemada, costras en la cara...", recuerda Ruiz.

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María Ruiz y Marta, una voluntaria catalana, atienden a tres hermanos. "Se fueron más que felices por el baño, la ropa limpita y la dosis de cuidados, cariño y amor que recibieron", asegura la psicóloga.

"EL PAPEL DEL GOBIERNO ESPAÑOL ES DEMENCIAL"

Las hermanas regresaron a España porque tenían que volver al trabajo. "Ahora es más complicado ir porque los campamentos se han militarizado; el Ejército deja entrar a voluntarios cuando no pueden cubrir las necesidades básicas. Pero los más asentados están vetados; no se puede entrar, ni siquiera para hablar con los refugiados. Es para que nadie sepa lo que está pasando, cómo están viviendo. A algunas ONGs les han puesto tantas trabas que no han podido ni acercarse desde el principio", acusa.

Entre los grandes blancos de sus críticas está el Gobierno español. "Es demencial; hay ayuntamientos que tienen todo preparado para recibir a los refugiados pero éstos no llegan", critica. Pero destaca la solidaridad de los voluntarios españoles, los más numerosos junto a los holandeses. "Lo que nos chocó es que apenas vimos franceses", recuerda.

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"En la entrada del Baby Hamán con nuestro gran aguacero 'El Trepa', un gallego que llegó a Idomeni en su furgoneta y se encargó durante más de un mes de ir a por el agua y calentarla para los peques. También está Nuria, paisana alcarreña que vive en Bulgaria y llegó en coche durante su semana de vacaciones", describe Ruiz.

Si hubiera un cambio de gobierno el 26-J, se muestra poco optimista. "Del PP y el PSOE no se puede esperar nada. En Unidos Podemos y Ciudadanos podemos quizá confiar porque algunos de sus dirigenteshan estado por allí. Pero tampoco le dan tanta importancia, no me fío realmente de ninguno", asegura.

RUIZ ACONSEJA LLEVAR CARIÑO

Para los que estén interesados en seguir sus pasos, Ruiz tiene un consejo: "Lo más necesario allí es llevar cariño; esa gente necesita que le escuchen, sentirse acompañados. De cosas materiales, ahora que llega el calor, necesitan gorras y protección solar, sobre todo para los niños".

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El último día en el campamento, invitaron a comer a tres niños de los que habían cuidado. "El pequeño y sonriente Mohamed; Halep, el proveedor de té del Baby Hamán, que no paraba de hacer viajes hasta que todos los voluntarios teníamos uno, se negaba a volver a la madraza (colegio abierto por un grupo de voluntarios y organizado por refugiados) ya que vio cómo su escuela en Siria era bombardeada; y Nur, una niña siria de 12 años a cargo de sus tres hermanas pequeñas, ya que sus padres murieron en un bombardeo. ¿Qué futuro les espera?", se plantea Ruiz.

La psicóloga anima a todos a considerarlo porque "sin tener la estructura de una ONG grande se pueden hacer grandes cosas, se puede crear un proyecto y sacarlo adelante". Pone como ejemplo el Baby Hamán. "Cuando volvimos a España iba a cerrar; no había gente ni dinero para que continuara. En 10 días, a través de las redes sociales, conseguimos 3.000 euros y siete voluntarios hasta octubre", explica entusiasmada.

Ahora, las hermanas dirigen un grupo de voluntarios españoles en Facebook que permite que los que están en Grecia ahora mismo contacten con la hornada que irá a la semana siguiente. "Les informan de a dónde ir cada día y qué llevar, porque la situación cambia constantemente", asegura Ruiz.

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Las dos hermanas posan junto a tres niños refugiados. "A los tres días de tomar esta foto nos despedíamos de Musha (el de la camiseta amarilla), sus padres y dos hermanas pequeñas. Tras la desesperación de vivir dos meses abandonados en Idomeni, decidieron volver a Alepo (Siria). ¿Cómo debían estar para decidir volver a su país en guerra?", plantea Ruiz.

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"Un voluntario un día apareció con este tobogán y lo colocó al lado del Baby Hamán, de la carpa de Bomberos en Acción y la carpa de matronas, lactancia y premamás. Todo estaba organizado y gestionado por voluntarios españoles", asegura Ruiz.

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Ruiz recuerda al pequeño Osman, un niño afgano de siete años con parálisis cerebral que copó las portadas de los medios españoles en mayo después de que voluntarios como ella y su hermana, a través de redes sociales, consiguieran trasladarlo a España. "Osman pesaba 7 kilos. Iba a morir. Llevaba dos meses sin poder tomar bien agua, porque su enfermedad le impide tragar bien, se ahogaba. Su familia le adoraba. Aquí está él, su padre, Ata-Mohamed, y su hermano Moha. Había otros dos más", recuerda.

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"Cuando a una le mueve la justicia y el amor por tantas personas abandonadas, inevitablemente recibe mil veces más amor del que es capaz de dar. Abrazaco de Mohamed, este pequeño nos regalaba sonrisas y abrazos hasta en los momentos más duros...Lección de vida y humanidad. ¡Gracias Moha!", agradece Ruiz.

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