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Europa: cambiar o morir

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“O Europa cambia radicalmente o desaparecerá”; “o cambia, o morirá”. Las dos frases, casi idénticas, han sido pronunciadas por dos líderes europeos que nunca antes han mostrado un análisis convergente porque tienen objetivos radicalmente opuestos. La primera frase es de Marine Le Pen, líder del eurófobo Frente Nacional en Francia, y fue pronunciada con la sonrisa típica de quien acaricia una victoria. Si gana la presidencia en Francia el año que viene realizará un referéndum a la británica. La segunda lleva la firma de Guy Verhofstadt, el líder de los liberales en el Parlamento Europeo y una suerte de pepito grillo del federalismo europeo. Verhofstadt está más alarmado que nunca porque el proyecto que un día nació como el antídoto para la paz en un continente trufado de odios entre vecinos se encuentra ahora al borde del abismo.

Caras largas y ambiente tenso en los pasillos del Parlamento Europeo en Estrasburgo, a pesar de que el sol y el buen tiempo en esta ciudad alsaciana han dado una tregua a sus euroseñorías de la gélida primavera y tormentoso verano que vive este año Bruselas, el lugar en el que trabajan habitualmente. El barco europeo tiene una vía de agua y nadie sabe a ciencia cierta cómo taparla. Ni siquiera hay unidad para afrontar la tarea.

El consenso del euroestablishment se termina en la siguiente afirmación: “los líderes británicos han encendido un fuego que no saben cómo apagar; han iniciado algo que no quieren continuar”. Es la opinión del líder del Partido Popular Europeo en la Eurocámara, el alemán Weber. Quien también añade un buen propósito, también compartido, pero de difícil ejecución: “El Brexit es una alarma de que tenemos que mantenernos unidos”.

¿A qué estáis esperando? ¿al próximo referéndum en Francia o Italia?... Esta UE no puede ser defendida, necesita ser refundada

El más duro ha sido Guy Verhofstadt, que se ha referido a la cascada de dimisiones entre los impulsores del Brexit, para decir que le recuerdan a las ratas que escapan de un barco hundido. Alarmado por la falta de reacción de la Unión Europea, ha dicho a los líderes europeos: “¿A qué estáis esperando? ¿al próximo referéndum en Francia o Italia?... Esta UE no puede ser defendida, necesita ser refundada. Los ciudadanos europeos no están en contra de Europa, están en contra de esta Europa”.

El show que vive la política británica tras el voto de salida – de facto los tres principales partidos se han quedado sin líder - se ha contagiado al corazón de la Unión Europea. La sombra de las cabezas políticas que ruedan sobre las alfombras de Westminster en Londres han alcanzado al presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, en una carambola que ni él mismo se puede explicar. “¿Dimitir yo? No voy a aceptar que la Comisión sea la culpable del referéndum británico”, ha dicho el luxemburgués con un tono apagado en el hemiciclo.

Los rumores sobre su delicada salud coinciden con los que apuntan a una operación en marcha para derribarlo, algo nada fácil ya que sólo el Parlamento Europeo podría tumbar a la Comisión con una moción de censura. Pero el camino de construcción europea – lo hemos comprobado una vez más con el voto británico – está salpicado de imprevistos.

Quienes quieren que la Unión Europea refuerce más el poder de los Estados frente al Parlamento Europeo y la Comisión Europea, ven el Brexit como una oportunidad. Para ellos “más Europa” significa “más cooperación entre los Estados”. Es la visión intergubernamental que lidera la canciller alemana Angela Merkel, que está disgustada con la dureza inicial que ha mostrado Juncker frente a los británicos al pedirles que invoquen el artículo 50 del Tratado de la UE cuanto antes, momento que pondrá el cronómetro de dos años en marcha para su salida. Ha sido sintomático que Weber, el líder conservador, de la misma familia política que Juncker, no le haya querido respaldar de forma rotunda: “es el presidente de la Comisión y cooperamos con él en todos los dosieres”, ha dicho echando balones fuera.

En una carambola que confirma el universo propio en que vive la política europea, ha sido Gianni Pittella, líder del grupo socialista, quien más ha defendido a Juncker. “El intergubernamentalismo siempre ha sido una rémora. Son medicamentos caducados. Yo defiendo a Juncker porque él representa el método comunitario”. Visiblemente irritado al ser preguntado sobre su visión sobre los pasos a seguir tras el Brexit, el presidente Schulz dijo llevar años escribiendo sobre el futuro de Europa. “Si usted no lo ha entendido quizás es un problema de inteligencia”, ha sugerido a un periodista británico, al que después ha ofrecido, en un intento algo frío de bajar el tono, regalar uno de sus libros.

El intergubernamentalismo siempre ha sido una rémora. Son medicamentos caducados

“En 1993 Eslovaquia se separó con éxito de la República Checa. Nuestra experiencia puede ser positiva para el proceso de separación con el Reino Unido”, ha dicho su primer ministro Robert Fico. La Unión se encuentra ahora bajo la presidencia rotatoria eslovaca de seis meses. Para defender a Juncker se ha remontado al pasado. “Yo le tengo que dar las gracias a Juncker por el papel que jugó para facilitar la entrada de Eslovaquia en la zona euro. Es muy importante que hablemos sobre el funcionamiento de la UE, por eso estoy dispuesto a cooperar con él”, ha dicho para no aludir a lo que piensa sobre el trabajo que actualmente realiza Juncker al frente de la Comisión Europea.

Las peculiares normas de funcionamiento de la Unión Europea – que facilitan liderazgos compartidos entre 28 estados – han querido que una cumbre en Bratislava el próximo 16 de septiembre sea la encargada de fijar el rumbo de la Unión Europea para evitar que se hunda tras el palo británico. El verano será largo.

El único que ha reído a carcajada limpia ha sido el populista Nigel Farage, uno de los principales artífices del Brexit. Tras 17 años sentado en su escaño de Estrasburgo dice de sí mismo que “no es un político de carrera”. Hubo un tiempo en que era considerado un excéntrico burlón, pero ahora el resultado británico le ha dado un aura de respetabilidad que choca con el divorcio entre lo que predica y lo que hace. Una sala abarrotada llena de periodistas le esperaba.

“Me gustaría volver a Estrasburgo dentro de cinco o diez años cuando Europa ya no exista”, ha dicho Farage mientras explicaba que tras haber dimitido como líder de su partido, el UKIP, pretende seguir en su escaño en el Parlamento Europeo para ayudar a otros líderes europeos para lograr la independencia de sus países. Farage se aparta del complicado proceso al que ha conducido a su país y sin embargo se refugia en una institución a la que dice odiar. Y garantizar así su sueldo en euros hasta el 2019 en un momento en que la libra está en un récord a la baja de los últimos 31 años. No parece un mal negocio.