Supervivientes del corredor de la muerte: "Para el Gobierno es como si te hubiesen enterrado"

Supervivientes del corredor de la muerte: "Para el Gobierno es como si te hubiesen enterrado"

El día en que el motero Ron Keine salió del corredor de la muerte nevaba en Nuevo México (EEUU). Lo único que tenía era lo que llevaba puesto: las chanclas de la cárcel y un chandal naranja en cuya espalda se leía 'Death Row' (corredor de la muerte). No tenía dinero para volver a su ciudad, Detroit. Llevaba encerrado dos años esperando a que le matasen y, nueve días antes de su ejecución, un policía confesó ser el autor del crimen por el que le habían condenado. Ron fue exonerado. Al fin podía encauzar su vida. Era inocente y por fin alguien lo había reconocido. Aunque lo que vivió esos dos años le acompañaría en sus pesadillas hasta hoy.

Ron cuenta su historia ante la atenta mirada de varios jóvenes emocionados en la facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid con motivo del estreno del documental The Resurrection Club, dirigido por los periodistas Álvaro Corcuera y Guillermo Abril. El cortometraje cuenta su historia y la de otros tres amigos que forman parte de la organización Witness to Innocence, que aúna a 156 personas que fueron condenadas injustamente a la pena de muerte por crímenes que no habían cometido y que hoy recorre Estados Unidos y otros países del mundo para tratar de abolir esta práctica.

Para ellos es como si estuvieses enterrado

Pertenecía a una banda de moteros y ni siquiera estaba en Nuevo México cuando tuvo lugar el asesinato del que le acusaban. Su juicio fue toda una farsa para encubrir al verdadero autor, un policía. Aún se le quiebra la voz cuando habla de su experiencia y eso emociona a todos los presentes. "Salir del corredor de la muerte es un problema", dice, "ni el Gobierno ni el Estado quieren saber más de ti. Para ellos es como si te hubiesen enterrado". Cuando consiguió llegar a Detroit después de salir de la prisión su único deseo era volver a empezar su vida. Objetivo difícil teniendo en cuenta que el Estado no ofrece ninguna facilidad a los exonerados y que pocas personas se mostraban indiferentes cuando explicaba el vacío de dos años en su currículum.

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Ron Keine, tras su conferencia en la Universidad Autónoma de Madrid. Foto: Carlos Pina

"Tenía que comer de la basura o dormir en coches abandonados", relata, "pero Dios nos ha hecho supervivientes y tenía que estar a la altura". Finalmente consiguió ordenar su vida: ahora es empresario y tiene cuatro hijas; sigue saliendo a la carretera con su Harley y apoya a otros en su situación en Witness to Innocence, donde ha hecho varios amigos a los que ya califica como familia.

"PERDIÓ TODO CUANDO FUE CONDENADO"

Uno de esos amigos era Greg Wilhoit, condenado en 1985 en Oklahoma por un asesinato que tampoco cometió: el de su esposa. La única prueba que tenían contra él era una mordedura en el pecho de ella que, cuando se reabrió el caso se concluyó que no era suya. Esto fue después de estar cinco años encerrado esperando su ejecución. Greg murió en 2014. Sufría estrés prostaumático y tenía hepatitis C y cirrosis. Es su hermana Nancy quien se sienta estos días en Madrid junto a Ron para contar su historia. "Perdió todo cuando fue condenado", lamenta Nancy. Además de a su mujer -que fue violada, vejada y asesinada-, Greg perdió a sus dos hijas, de 4 y 14 meses -que fueron dadas en adopción cuando él entró en prisión- su casa, sus medios de vida y su salud.

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Nancy, la hermana de Greg, con un retrato de su hermano que lleva a todas partes. Foto: Carlos Pina

"Mis padres se gastaron los ahorros de toda su vida para pagar a un abogado que venía borracho a los juicios", continúa. A pesar de todo, Greg tuvo algo que pocas personas que están en el corredor de la muerte tienen: una familia que confiaba en su inocencia y que nunca dejó de visitarle y apoyarle. Cuando quedó en libertad, comenzó a beber -a pesar de que nunca antes había bebido- y su salud se vio deteriorada.

En su caso, al haber sido condenado en Oklahoma, sí tenía derecho a una compensación económica. "En muchos estados no tienes derecho y en los que sí, hay que pasar una serie de trámites legales muy complicados. No conozco a casi nadie que haya obtenido compensación", cuenta su hermana. La condición era obtener el perdón del Gobernador, quien le contestó: "No te puedo perdonar si eres inocente, pero puedes confesarte culpable ahora mismo si quieres". Greg nunca recibió ese dinero pero su familia y amigos en la lucha contra la pena de muerte.

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Nancy habla con el retrato de su hermano al lado

"Hay otra concepción de familia", dice Nancy, "son los amigos como Ron, Albert o Shujaa, Greg y éste último eran hermanos de diferente madre". Shujaa Graham fue detenido más de 25 veces antes de los 18 años, que fue a la edad a la que entró en prisión por un robo del que se declara "completamente culpable". Militó en un movimiento político en la cárcel y fue acusado de liderar una revuelta que acabó con la muerte de un guardia. Aunque no está en la UAM, sí que ha venido a España por el estreno del documental y para participar en el coloquio posterior.

Shujaa habla calmado y con un discurso muy potente. Sus dotes de orador se ven ya en las imágenes, cuando recorre diferentes universidades animando a los estudiantes a luchar contra las injusticias sociales: "Seréis mejores abogados, mejores profesores y mejores doctores". "No estoy aquí por el sistema, sino a pesar del sistema", señala en alguna de sus conferencias.

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Los protagonistas del documental con los directores y dos miembros de Amnistía Internacional en el estreno

Shujaa pasó ocho años en el corredor de la muerte. "Cuando, en mi cuarto juicio, escuché 'no culpable' entendí que se acababa mi pesadilla. Aunque aún tengo pesadillas hoy en día", explica. Le acompaña su esposa, a la que conoció porque era enfermera de la prisión, además de activista. Hoy llevan 35 años juntos, tienen tres hijos y seis nietos y Shujaa viaja con sus compañeros de Witness of Innocence por todo el país.

LA BRUTALIDAD POLICIAL

En su conferencia en la facultad de Psicología, Ron recuerda la brutalidad de los guardias dentro de prisión. "Tenían el síndrome de John Wayne", explica, "cuando llevan un tiempo, son brutales". Recuerda con cariño sólo a uno de ellos, al que llamaban Chilly Willy. "Nos traía cookies de su mujer y nos dejaba salir de las celdas para jugar a las cartas", recuerda, "él nos dijo que estudiaba psicología y que seríamos muchas cosas, pero no asesinos. Sabía que éramos inocentes". Un tiempo después de que el motero abandonase la prisión hubo una revuelta con varias víctimas y varios presos encerraron a Chilly Willy en una celda para que nadie le tocase, "porque era buena persona".

Uno de los ejemplos con los que representa el maltrato policial es el de su amigo y cuarto protagonista del cortometraje: Albert Borrell. Albert, que no ha acudido al estreno, no sabe leer ni escribir y padece retraso mental. "Un día, cuando esperaba su ejecución, un guardia le dijo: 'Es tu día de suerte, hoy sales'. Como es obvio, Albert se puso muy contento. Después de cuatro horas esperando el mismo guardia le dijo que era una broma, que iba a morir". Ron relata también las palizas que recibían y el sentimiento de tener que mostrarse fuerte a toda costa: "No puedes dejar que te humillen".

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Alvaro Corcuera, Guillermo Abril, Ron Keine y Nancy Wilhoit en la UAM

Albert Borrel fue condenado por una falsa acusación de su esposa de doble asesinato y estuvo 13 años en el corredor de la muerte en Texas. El matrimonio estaba enfrentado por la custodia de su hijo. Albert no había estado nunca antes en prisión. Ni por una multa de tráfico. Hoy tiene a su familia de Witness of Inocence, pero no ha vuelto a ver a su hijo.

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Albert y Ron en una escena del documental

LAS CIFRAS

Según denuncia Ron Keine, Estados Unidos y Bielorrusia son los dos únicos países occidentales en los que se practica la pena de muerte -y en Bielorrusia sólo se ha ejecutado una vez-. "Hay muchos americanos que confunden justicia con venganza", señala Nancy Wilhoit a los estudiantes, "y no somos el mejor país del mundo", añade el motero.

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Varios estudiantes se emocionan al escuchar a Ron Keine en la UAM

Al menos 1.634 personas fueron ejecutadas en todo el mundo en 2015, un aumento de más de 50% con respecto al año anterior y la cifra más alta registrada desde hace 25 años. Sólo en Estados Unidos, cerca de 8.500 personas han sido condenadas a muerte en los últimos 140 años. 156 han sido absueltas de los crímenes por los que habían sido condenadas, según Amnistía Internacional. Otros muchos no han corrido la misma suerte.

Lo único que puedes decir es adiós

Uno de los estudiantes que escucha los testimonios le pregunta a Ron por sus pensamientos dentro de la pequeña celda en la que vivió dos años. "Escribes cartas a tu familia donde lo único que puedes decir es adiós", al superviviente se le vuelve a quebrar la voz al recordarlo, "rezas a Dios porque lo que quieres es ir al cielo y sólo piensas que quieres morir ya mismo", concluye.

A día de hoy, Witness of Innocence junto a otras organizaciones han conseguido parar la pena de muerte en siete estados.

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