Marcos Chicot: "Sería un error escribir un libro que enseñara mucho pero fuera un coñazo"

Marcos Chicot: "Sería un error escribir un libro que enseñara mucho pero fuera un coñazo"

EFE

BARCELONA - Dice que es “de acostarse pronto”, pero esta concediendo una entrevista pasada la una y media de la mañana. Es el peaje que debe pagar por ser el finalista del premio Planeta.

Marcos Chicot ya se presentó en 2012 con El asesinato de Pitágoras, pero quedó cuarto. Sócrates le ha dado más suerte. No esconde en ningún momento que su intención es que le lean cuantos más mejores lectores mejor. Y aspira a que los que se sumerjan en Los asesinatos de Sócrates no sólo acaben “sin poder soltar el libro”, sino que además aprendan todo lo posible de esa época “sin que se den cuenta”.

Su premio es también al de un hombre aplicado que se forjó como escritor recurriendo a la autoedición y a su empeño por asegurar el futuro de su hija de siete años, con Síndrome de Down.

Pitágoras, Sócrates. Parecen elementos que no contribuyen a llegar al gran público.

Fue más complicado con Pitágoras. Y si encima uno de mis empeños entonces era incluir en la trama un descubrimiento que hice de cómo calcular el número Pi a partir del Teorema de Pitágoras…

¿En serio?

Sí, se lo comenté a un amigo y me dijo ‘vaya rollo’, esto es un thriller y no puedes soltar cosas así. Y lo eliminé.

Quieres entretener, que es lo que siempre han criticado los popes de la literatura.

Normalmente la novela de entretenimiento no es rigurosa con la documentación. Para mí es absolutamente imprescindible ser riguroso. Y además serlo no sólo de forma que tengas un decorado verídico, sino llegar a un mundo completo, de modo que cuando el lector acaba el libro tiene en la cabeza ese mundo y puede llegar a decir ‘qué interesante haber aprendido todo esto’. Aprender estudiando es un coñazo, pero aprender mientras lees un thriller, no. Sí, aspiro a que disfruten de la lectura y aprendan sin notar esfuerzo.

¿Cómo se consigue con figuras con Sócrates y Pitágoras?

Ese era el reto. Por eso tenía esa energía tremenda, por eso no lo hubiera hecho si no hubiera sido mi hija: llegar a construir con ciertos elementos una novela redonda.

Dejaste tu trabajo para escribir

Yo no se lo recomiendo a nadie, que nadie me imite [risas]. Tuve el empeño con El Asesinato de Pitágoras, una especia de convencimiento interior de que lo iba a conseguir. Otra cosa es que luego me lo fueran a publicar. Además, cuando yo empecé no existía Internet y la única alternativa era el papel. Me presenté al Planeta, me dijeron que no –bueno, quedé cuarto, que no está nada mal— y justo en ese proceso ya había surgido Internet. Me fijé en lo que estaba pasando en EEUU y pensé que la autoedición era una buena alternativa.

Fue la forja de un escritor...

Sí, luché contra los elementos. Siempre cuentas el itinerario que te ha llevado hasta aquí de una forma lineal, pero realmente te ha salido muchas veces porque no sabías cuál era el itinerario correcto. Por eso muchas veces exploras, tienes que rectificar… Te pones a recordar esos momentos en los que dedicaste todo un mes a una cosa que luego dejaste, etcétera. Lo que queda es que al final ha llegado. Lo que intenté al autopublicarme fue llamar la atención de las editoriales. Mis expectativas eran llegar al top 10, y nunca me imaginé lo que luego pasó: no sólo llamé la atención sino que me coloqué en el número 1 y ahí me mantuve. Llevo cuatro años en el top 20. No me voy a quejar.

Pitágoras, Sócrates… ¿Quién será el siguiente? ¿Platón?

Tengo voluntad de hablar de personajes extraordinarios, que han marcado un antes y un después, como Sócrates. No hay tantos en la historia de la Humanidad. Quiero hablar de ellos pero convirtiéndolo en un thriller.

¿Qué va primero, entretener o que el lector aprenda, que conozca todo un mundo?

Yo quiero las dos cosas. Si escribiera un libro que sólo entretuviera y no se aprendiera nada con él, o me inventara cosas, me sentiría fatal. O si escribiera un libro que enseñara mucho pero fuera un coñazo, menudo error y menuda estupidez. Sobre todo porque siempre ando con la premisa de que esto es para el futuro de mi hija. Quiero llegar a muchos lectores y disfrutar con lo que escribo.

¿Cómo has conseguido ordenar los elementos que forman una trama compleja como la de Los asesinatos de Sócrates?

Eliminado muchas cosas. Habrán sido unos 50.000 páginas de documentación. Si no las condenso me salen 50.000 páginas más la trama. Eso no puede ser. Así que la documentación las condesé en unas 100 páginas y las otras 500 es la trama, los personajes ficticios, la historia de las personas… Lo que te engancha. Quería hablar de la cerámica y por eso el protagonista es ceramista. Quería hablar del teatro griego y por eso llevo a los personajes al teatro y allí que pase algo. A través de sus ojos, de lo que les ocurre, muestras todo su entorno.

Es un constante juego de ficción y realidad

Sí, pero el lector tiene muy claro cuándo es ficción y cuándo realidad. Mis novelas siempre tienen en la parte final una carta a los lectores, bastante extensa, en la que cuento la realidad de los personajes. Muchos se sorprenden de que todo lo que han ido leyendo hubiera pasado de verdad.

¿Vives de lo que escribes?

Desde que publiqué Los asesinatos de Pitágoras sí. Incluso he empezado a crear un pequeño fondo para el futuro de mi hija. Creo que este premio es una parte muy importante, no sólo por la dotación del galardón sino porque puedes llegar a muchísimos lectores.

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