2016, el año que dejó a Turquía al borde del abismo

2016, el año que dejó a Turquía al borde del abismo

AFP

Turquía, promesa de la Europa abierta a Oriente, esperanza de demócratas y seculares. Turquía, la joya del turismo, Islam amable, puente multicultural. Qué hermosos titulares copaba el país hace apenas un puñado de años y qué tétricos, qué sombríos, los que arroja ahora. El 2016 que acabamos de enterrar ha completado un giro que pone a Turquía al borde del abismo, a pique de ser catalogado como "estado fallido".

Atentados islamistas como el que la pasada Nochevieja dejó 39 muertos en una discoteca de Estambul, el empuje del separatismo kurdo, el golpe militar atajado del pasado verano, la implicación de Ankara en la guerra siria, el presidencialismo omnipotente de Recep Tayyip Erdogan, el recorte de libertades públicas, el hundimiento de la moneda... Una situación explosiva que tratamos de explicarte en estas claves.

En el último año -y aún a la espera de la estadística definitiva-, se han cometido en territorio turco uno centenar de ataques catalogados como terroristas; 18 de ellos fueron especialmente sangrientos, con más de 30 muertos en cada uno de ellos. En total, la cifra de víctimas mortales supera los 300, según datos del Gobierno. Aeropuertos, centros históricos, manifestaciones pacifistas, cuarteles y comisarías, salas de fiesta... Ésas han sido las dianas predilectas para extender el horror. En los dos últimos años, los atentados superan los 500 en el país, según la evolución registrada por Global Terrorism Database. Es la peor escalada desde primeros de los años 90 del pasado siglo, cuando los ataques de guerrillas kurdas estaban a la orden del día.

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Los atentados han tenido dos principales ejecutores, según señala el dedo de Erdogan: el autodenominado Estado Islámico y el PKK kurdo.

El ISIS inicialmente no tenía interés en Turquía y el presidente turco tampoco lo vio con malos ojos, teniendo como tenían inicialmente los islamistas a los kurdos y al régimen sirio como sus principales enemigos; se podría decir que compartían enemistades. Pero el EI ha virado de estrategia. ¿Cómo no atacar a un país que trata hasta de entrar en la Unión Europea, con el infiel occidental, pese a su mayoría musulmana? “La democracia nunca puede ser compatible con el Islam”, aseguró el grupo terrorista en una de las arengas con las que ha animado a atacar en Turquía. Ahora Ankara pelea contra el ISIS en Siria, tratando de destrozar sus vías de suministro en zonas clave como Raqqa; esta ciudad fue proclamada en 2014 como la capital de facto del Estado Islámico, de ahí la importancia de cortocircuitar todo el flujo de dinero, armamento y milicianos que entra y sale de ella.

Erdogan carga sistemáticamente desde hace cinco años contra los kurdos, que tratan de lograr un territorio autónomo en el norte del país. A su vez, los kurdos de Siria también comenzaron a pelear más intensamente para conectar sus regiones, a un lado y otro de la frontera. El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (un grupo terrorista, según el Gobierno) y numerosos grupos que nacen de su misma raíz estarían atacando, a su vez, en nuevos escenarios: de lo rural han pasado a lo urbano, a las ciudades importantes, generando más víctimas y más temor. El PKK, directamente o por sus brazos menores, ha reivindicado el 65% de los ataques de este año pasado.

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Los atentados más graves de 2016 en Turquía

19 de diciembre: El embajador de Rusia en Turquía, Andrei Karlov, es asesinado a tiros en una galería de arte de Ankara por un policía fuera de servicio que afirmó haber actuado para vengar el conflicto en Siria y en particular la maltrecha ciudad de Alepo.

17 de diciembre: 14 soldados mueren y docenas de otras personas resultan heridas en un ataque suicida dirigido a un autobús militar en la ciudad central de Kayseri. Los Halcones de la Libertad del Kurdistán (TAK), vistos como una rama radical del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) ilegalizado, reclaman la responsabilidad.

10 de diciembre: 44 personas mueren, principalmente policías, y 166 resultan heridas cuando dos bombardeos azotan Estambul después de un partido de fútbol organizado por el Besiktas. TAK afirma que estaba detrás de los ataques.

24 de noviembre: Un coche bomba en la ciudad meridional de Adana mata a dos personas e hiere 33.

4 de noviembre: Nueve personas, entre ellas dos policías, mueren en un atentado con coche bomba en una comisaría de Diyarbakir, la principal ciudad de la mayoría kurda de Turquía en el sureste. Es reclamado por el Estado Islámico y luego por el TAK.

9 de octubre: 18 personas mueren cuando una furgoneta explota cerca de un puesto de policía en el distrito sureste de Semdinli, un atentado atribuido al PKK.

26 de agosto: 11 agentes de policía mueren en un atentado suicida con coche bomba en Cizre, una ciudad del sureste, principalmente kurda, en la frontera siria, reclamada por el PKK.

20 de agosto: 57 personas, 34 de ellas niños, mueren en un atentado con bomba vinculado a Estado Islámico en una boda kurda en la ciudad turca de Gaziantep, cerca de la frontera siria.

28 de junio: Mueren 47 personas, entre ellas extranjeros, y más de 200 resultan heridas en un triple atentado suicida con bomba en el aeropuerto de Ataturk, en Estambul. Nadie reclama la responsabilidad, pero las autoridades apuntan al Estado Islámico.

7 de junio: Al menos siete policías y cuatro civiles mueren cuando una bomba destroza un vehículo policial cerca del centro histórico de Estambul. El TAK reclama el ataque y advierte a los turistas que se mantengan alejados.

19 de marzo: Tres israelíes y un iraní son asesinados y decenas de heridos en un atentado suicida dirigido a Istiklal Caddesi. Las autoridades culpan al Estado Islámico.

13 de marzo: 34 personas mueren y docenas resultan heridas en un atentado suicida con coche bomba en Ankara. TAK reclama el asalto.

17 de febrero: Al menos 28 personas mueren y cerca de 80 resultan heridas en un atentado suicida contra el ejército turco en Ankara. El ataque también es reivindicado por TAK.

12 de enero: Doce turistas alemanes mueren y más de una docena resultan heridos en un atentado suicida perpetrado por un bombardero sirio en el distrito de Sultanahmet de Estambul, centro turístico de la ciudad y sede de la Mezquita Azul. El primer ministro asegura que el bombardeo pertenecía al Estado Islámico.

* En el atentado más sangriento de la historia de Turquía, 103 personas murieron y más de 500 resultaron heridas el 10 de octubre de 2015, en dos atentados suicidas con bombas dirigidas a un rally de paz pro kurdo en Ankara. El primer ministro dice que IS fue el principal sospechoso.

El turismo es un pilar esencial de la economía turca. El miedo, tan fácil de expandir, ha calado en los viajeros en este 2016 y han acabado por darle la espalda a un destino como Estambul, que cada año ocupaba el podio de los tres destinos más deseados del mundo. Según datos del Ministerio de Turismo turco, en los ocho primeros meses del año los viajeros cayeron un 32%, esto es, 17,4 millones menos de turistas, procedentes en su mayoría de la UE, Rusia y Japón.

La ocupación en la deslumbrante Estambul, que de media llega al 80%, ha pasado al 49,7% en verano y hasta el 25% en temporada baja, según el dato más reciente, del pasado octubre. Los comerciantes y hosteleros se han visto forzados a bajar los precios como reclamo para evitar que los viajeros elijan otros destinos más seguros, como España, así que la facturación final ha bajado un 80%. Viajar a Turquía está tirado, pero pocos se atreven a ir.

La vigilancia se ha intensificado, pero ni por esas. Sólo en Estambul, tras el ataque de Nochevieja, hay 25.000 agentes desplegados.

El efecto del terror y la guerra en la economía local es el de un terremoto de elevada magnitud: la lira turca ha caído más de un 17% respecto al dólar a lo largo de 2016.

En la noche del 15 de julio, Turquía vio cómo los tanques invadían las calles de sus principales ciudades. El llamado Consejo de la Paz en el país, una facción del ejército, se colgó la medalla de haber tomado el control de la nación para "reinstaurar la democracia". Sin embargo, un llamamiento televisado de Erdogan hizo que un pueblo que cada día comulga menos con él se sintiera en la necesidad de arroparlo contra los golpistas. “Insto a nuestra gente, a todo el mundo, a que tome las calles, las plazas, el aeropuerto, que hagan todo para defender la nación. Que venga ese grupo minoritario con sus tanques y artillería y hagan lo que quieran con el pueblo. Nunca he creído en un poder mayor que el poder del pueblo y eso no va a cambiar ahora", fue su mensaje.

Tres horas y 290 muertos después, todo quedó en nada... en nada más que en el intento de golpe más sangriento en casi 40 años, con un 1,5% de los efectivos militares implicados, con unos 200 altos mandos detenidos y con una razia contra jueces, políticos o periodistas que hizo que más de 110.000 personas fueran apartadas de sus puestos y 36.000 más encarceladas, según diferentes grupos de derechos humanos.

Aún hay quien sospecha que el golpe no fue tal, sino un intento (un logro) del presidente para fortalecer su imagen y lanzar una campaña se represión sin impedimentos contra sus críticos. Su popularidad, por ejemplo, subió hasta el 68%. Pero lo que dijo su Gobierno es que la intentona fue obra de los seguidores de Fetullah Gülen, intelectual, teólogo, hombre de enorme influencia en Turquía, exiliado en EEUU.

Erdogan se vio encumbrado y, desde su atalaya, empezó a dar órdenes de represión que alarmaron hasta a la comunidad internacional. La prensa estuvo entre sus primeras víctimas, como demostró la detención del director del diario Cumhuriyet, el periódico opositor más antiguo de Turquía, y de una veintena de sus redactores. De 180 países, Turquía ocupa el lugar 151 en la clasificación de libertad de prensa elaborada por Reporteros Sin Fronteras.

Este ataque a las libertades encolerizó a Europa -la última gota en el vaso tras los arrestos masivos- y llevó a que, en noviembre, el Europarlamento votase la congelación del proceso de adhesión de Turquía a la UE. “Empiecen a preguntarse lo que harán si Turquía abre sus puertas. Mírenme bien, porque si van más lejos, las fronteras se abrirán", fue la respuesta impertérrita de Erdogan, que se convirtió en la primera mitad de 2016 en el amigo fiel de Europa, el cancerbero que impide que el flujo de refugiados que tratan de llegar a la UE pasen de su territorio, labor por la que se ha llevado ya más de 6.000 millones de euros.

Erdogan, que ahora abomina de los islamistas, ha alimentado el fuego del radicalismo religioso con sus políticas, cada vez menos respetuosas con el laicismo de la república y más restrictivas. Hay grupos -decenas de ellos- que se sienten ahora empoderados para atacar, por ejemplo, comportamientos como la vestimenta o las relaciones familiares de cada cual. Los ciudadanos más progresistas son sus principales víctimas y, por eso, para muchos el exilio se está presentando como la única salida. Estos grupos no atentan, pero amedrentan y limitan. Leña al fuego.

A ese espíritu retrógrado, limitante, suma el afán insaciable de Erdogan por el poder, hasta el punto de que esta primavera se espera que apruebe una reforma de la constitución nacional que pretende reforzar la figura del presidente, que pasará a ser ejecutiva. 14 años lleva ya en el poder y, con este cambio, Erdogan podría estar hasta 2019 con unas atribuciones que lo pueden convertir en el verdadero sultán, el apodo con el que se lo conoce. En paralelo se va a acometer una reforma de los sistemas judiciales y de seguridad, por lo que se teme que la centralización del poder sea total.