Naomie Harris, de 'Moonlight': "Entré con prejuicios y luego vi lo equivocada que estaba"

Naomie Harris, de 'Moonlight': "Entré con prejuicios y luego vi lo equivocada que estaba"

Moonlight, inspirada en la obra teatral In Moonlight Black Boys Look Blue, de Tarell Alvin McCraney, es la historia emotiva, profunda e inspiradora que el director Barry Jenkins sitúa en tres períodos de la vida de un joven. El espectador conoce a Chiron como un niño tímido, introvertido, que crece en las duras calles de Liberty City, en Miami; luego como un adolescente atormentado; y, finalmente, como un adulto curtido, fuerte, pero que sigue acarreando cicatrices emocionales. Chiron, interpretado en las tres fases de su vida por Alex Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes respectivamente, tiene que soportar a una madre adicta al crack, Paula. La cinta de Jenkins, que también recurre a alguna de sus experiencias vitales, ha sido aclamada como una de las mejores del año y cuenta con ocho nominaciones a los Oscar, incluida la de mejor película.

Naomie Harris, más conocida como Eve Moneypenny en las últimas películas de James Bond y por sus papeles en 28 días después y Piratas del Caribe, encarna a Paula, que además de luchar sus propias batallas ofrece un hilo conductor entre las tres etapas de la película. En la siguiente entrevista, Harris cuenta cómo se preparó el papel, qué le preocupaba del personaje y cómo fue trabajar con el director Barry Jenkins.

¿Cómo llegó la historia hasta ti?

Jeremy Kleiner, uno de nuestros productores, quiso hace tiempo trabajar conmigo en un proyecto que al final no funcionó. Entonces, cuando surgió éste, me dijo que le encantaría que yo formara parte de él. Y me engañó un poco: me dijo que Barry [Jenkins] había escrito el papel pensando en mí —¡lo cual no era cierto, lo descubrí luego!—, pero funcionó, y eso fue lo que hizo que quisiera implicarme. ¡Le agradezco mucho que lo hiciera!

¿Y conociste a Barry después de eso?

Sí, lo conocí por Skype en mi cocina mientras estaba preparando un plato de curry. Mantuvimos una conversación que me ayudó enormemente, porque yo tenía mis reservas sobre si aceptar o no el papel. Me tranquilizó al decirme que era una amalgama de su historia y la de Tarell Alvin McCraney, cosa que yo no sabía en ese momento. Y entonces pensé: "Por primera vez hay alguien emocionalmente comprometido con dar vida a este personaje y darle la humanidad que se merece".

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¿Tuviste que leer la obra original además del guión?

No, sólo me envió el guión. He leído la obra, pero para prepararme sólo tuve el guión.

Si es capaz de hacer algo tan bello con un presupuesto tan bajo, ¿qué no hará con un guión increíble y un presupuesto en condiciones?

Paula no es el tipo de papel por el que todo el mundo se hubiera interesado. ¿Hubo algo sobre ella en el guión que te convenciera, algo que te hiciera reaccionar?

Cuando acepté formar parte del proyecto no fue tanto por la idea de interpretar a Paula; fue el guión en su conjunto, lo bello que era. Me marcó con sólo leerlo, así que me imaginé que sería una película preciosa. Y además está la otra película de Barry, Medicine For Melancholy, hecha con sólo 13.000 dólares [unos 12.200 euros], que es una de las más bonitas que he visto. Y pensé: "Si es capaz de hacer algo tan bello con un presupuesto tan bajo, ¿qué no hará con un guión increíble y un presupuesto en condiciones?". Por eso quería ser parte de ello, más que por el papel.

¿Hubo algo que tú quisieras aportar a Paula, en colaboración con Barry?

Sólo quería aportarle su miedo y su humanidad. Cuando me estuve documentando, lo que más me chocó fue que me acerqué al proyecto con muchos prejuicios hacia Paula, porque era una mala madre y una drogadicta. Pero durante el viaje que hice para encontrarla, tuve que confrontar eso y darme cuenta de lo equivocada que estaba, porque lo fundamental es la percepción de las opciones, algo que ella no tuvo. Dadas sus circunstancias económicas, dado el abuso que probablemente sufrió cuando era pequeña, fue muy difícil para ella. Sus decisiones, en el contexto de su educación y de sus circunstancias económicas, tienen sentido.

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¿La documentación te llevó mucho tiempo?

Tuve un mes para informarme y fui muy afortunada, porque pude emplear todo ese tiempo. Al principio sólo iba a tener dos semanas si el programa se hubiera cumplido como estaba planeado, que era ir dos o tres veces a Miami para rodar el papel. La verdad es que la situación de los visados [Naomie Harris es británica] nos ayudó, porque tenía todo condensado en sólo tres días. Y significó que pude quedarme de gira y tener un mes entero para prepararme.

Estabas de gira promocionando Spectre, la película de James Bond. ¿Cómo se pasa de estar en primera plana a hacer esto, tan crudo y exigente emocionalmente?

¡Estaba agotada! Pero es parte de la vida de un actor. Eran mundos completamente diferentes. Mi mayor recurso y algo que tengo que agradecer infinitamente es YouTube. YouTube fue lo que me permitió estar en la gira de Spectre, viajar a varios países cada tres o cuatro días y seguir teniendo acceso al mundo con el que tendría que convivir en Miami. Hay documentales increíbles sobre el Miami de los ochenta, sobre la adicción al crack y su expansión en esa época en zonas como Liberty City. Y, además, entrevistas con adictos, con las que pude hacerme una idea de todo.

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¿Hubo alguien de esas entrevistas que te inspiró especialmente y con quien te gustaría contactar?

No en particular. Fue más bien la amalgama de muchos elementos diferentes de la gente. Pero una de las cosas que quería destacar y que me pareció fascinante al ver las entrevistas era la montaña rusa de emociones que las mujeres adictas al crack experimentaban cuando hablaban. En las entrevistas se ponían a llorar y al momento estaban enfadadas, luego se calmaban y parecían felices, luego se reían, luego volvían a llorar… ¡Y todo eso en cinco minutos! Esa montaña rusa emocional era una de las cosas que quería mostrar: la impredecibilidad de Paula. Es uno de los efectos colaterales de la adicción al crack.

Con una película de bajo presupuesto puedes ser mucho más fluido en tu actuación.

Tuviste tres días para dar vida al personaje y se rodó de una forma poco habitual… ¿Se trata de un rodaje al estilo guerrilla, de bajo coste y con medios muy básicos?

Estaba bastante estructurado, en el sentido de que sabía lo que iba a hacer en el transcurso de esos tres días. Pero una de las cosas buenas de hacer una película de bajo presupuesto es que puede seguirse más el estilo guerrilla, en el sentido de que no hay demasiados equipos de iluminación, ni demasiados decorados entre los que moverse. Simplemente, apareces en una localización, se colocan unas pocas luces y ya estás listo para salir. Lo que significa que puedes ser mucho más fluido en tu actuación.

Actúas en las tres fases de la película. ¿Conociste a los actores que interpretan a tu hijo antes de rodar?

¡Qué va! Los conocía conforme iban apareciendo. Conocí a Trevante Rhodes [el Chiron adulto] diez minutos antes de que hiciéramos la escena final y así pasó con todos. Eso fue bastante raro, sobre todo con Alex [el Chiron más pequeño], porque con los niños quieres desarrollar ese vínculo y esa relación para que se sientan cómodos rodando. Pero no pudimos permitirnos el lujo del tiempo. Sin embargo, funcionó, y en algunos casos fue útil, como con Trevante, porque no hubo tiempo para conocernos en cuanto a personalidad, no estuvimos hablando sobre nuestro color favorito, tuvimos que sumergirnos y exponernos y conectar a un nivel más profundo.

¿Y ayudó también porque en la película no tenéis un vínculo cercano, que se ha fracturado por sus vidas?

En cierto modo, son completamente desconocidos el uno para el otro. El mundo interior de Chiron siempre va a ser algo únicamente exclusivo para él. No se le da bien que la gente entre a él, porque durante un tiempo tuvo que mostrarse a la defensiva y cerrarse. Así que ella en realidad no lo conoce y, por su adicción, él tampoco tiene la oportunidad de conocerla a ella de verdad.

Teniendo en cuenta lo comprimido que fue el tiempo de rodaje, ¿te resultó fácil deshacerte del personaje?

Sí. ¡No se adhirió a mí! Odio cuando eso ocurre. Me pasó cuando interpreté a Winnie Mandela en Mandela. Del mito al hombre. Se me quedó bajo la piel y me costó mucho deshacerme de ella. En cambio, con Paula, me metí en ella esos tres días y la exorcicé al mismo tiempo. Pero el papel plantea sus propios retos, porque cambia de forma muy dramática entre sección y sección y tienes que hilar su historia. Hay que entender lo que le ocurre mientras tanto, aunque no llegue a explorarse en pantalla.

¿Comentaste todo esto con Barry Jenkins?

No. Eso es lo maravilloso de trabajar con Barry: que confía de verdad en sus actores. Respeta su proceso, así que nos dejó hacerlo por nosotros mismos y averiguar qué nos funcionaba a cada uno.

Muchos directores llegan con una idea muy restrictiva de lo que quieren, de la visión que quieren imponer a los actores.

Parece que hacéis una fructífera pareja, él como director y tú como actriz.

Es un director fenomenal. Para mí lo más importante y lo que más me gusta de Barry —y no sólo es una lección para el cine, sino para la vida— es que siempre está muy presente y centrado en el momento, y reacciona a lo que el momento presente le ofrece. Creo que muchos directores llegan con una idea muy restrictiva de lo que quieren, de la visión que quieren imponer a los actores. Me encanta el hecho de que él responda a lo que los actores proponen, a lo que ocurre en el momento y al entorno, y creo que es ahí cuando de verdad surge la magia, porque trabajas en colaboración con todos los elementos.

¿Hubo algún momento o escena que tuvieras calculada en tu mente?

La verdad es que no estaba impaciente. Lo que estaba era aterrada. Cuando me puse a actuar por primera vez… nunca había hecho una audición para Barry, nunca había oído mi acento [británico] ni había visto mi interpretación de Paula. Su madre era drogadicta, así que sabe lo que es la adicción. Y yo nunca la había experimentado, así que me preguntaba qué pensaría él. Me entró un miedo terrible cuando subí al plató. ¡Y luego a él le gustó!

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Para Barry Jenkins fue un viaje catártico rodar la película y revivir toda esta historia de nuevo.

¿Sentiste la presión de dar vida a algo que él ya había vivido en la realidad?

Sí, es una presión añadida y tú quieres mostrar tus respetos hacia esa experiencia. Para él fue un viaje catártico rodar la película y revivir toda esta historia de nuevo. Y como actor, quieres lograr que la experiencia sea lo más rica, auténtica y verdadera posible.

Actuar con un acento diferente al tuyo, ¿le añade complejidad al papel?

¡Sí! Siempre empiezo con el acento, porque cambia la forma en que te expresas, cambia cómo mueves la boca y te lleva hacia un carácter físico diferente. Cuando te has centrado en la voz, puedes empezar a descubrir el personaje. No creo que se pueda hacer al revés. Tuve mucha suerte, porque conté con un tutor fantástico, Tim Monich, e hicimos las sesiones vía Skype mientras yo viajaba. Me ayudó enormemente. Barry me envió varias grabaciones de la zona exacta de Liberty City de donde quería que fuera el acento. Lo de encontrar el acento siempre es un viaje, nunca es fácil. Siempre es un poco pedante, agotador, molesto… El proceso de cambiar la forma en que has hablado toda tu vida no es fácil. Pero es fundamental.

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¿Hasta qué punto el maquillaje te hizo parecer mayor en las escenas del final?

Me encanta el pelo y el maquillaje que llevo. Y también la ropa me ayudó mucho en la caracterización. En la fase intermedia hay un momento en el que llevo pantalones cortos y chanclas y voy hecha un desastre. Y fue genial, porque me di cuenta de lo lejos a lo que había llegado Paula. No le importa nada; le da igual el aspecto que lleve. Lo único que le preocupa es conseguir algo de crack, tener la próxima dosis. De este modo, en la escena final con Trevante ves lo demacrada que está, el precio que ha tenido que pagar por su adicción a costa de su cuerpo. Me encantó ese estilo real, auténtico, sencillo.

Traducción de Marina Velasco Serrano

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