Cómo el líder de extrema derecha Geert Wilders ha radicalizado las elecciones en Holanda
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Cómo el líder de extrema derecha Geert Wilders ha radicalizado las elecciones en Holanda

El populista ha conseguido llevar a todos los políticos a su órbita mientras aboga por la discriminación en una sociedad históricamente tolerante.

El líder de la ultraderecha holandesa Geert Wilders posa en La Haya (Países Bajos). ROBIN VAN LONKHUIJSEN |EFEEFE

Entre los candidatos más extraños de la extrema derecha populista de Europa que han ganado importancia en los últimos años, hay uno que es único: Geert Wilders, de los Países Bajos.

Wilders no hace campaña en el sentido tradicional: evita los debates y las entrevistas televisadas y no habla con la prensa nacional. Desde hace más de una década lleva seguridad las 24 horas del día y se comunica con sus simpatizantes a través de incendiarios tuits. Desde 1990 trabaja en política, aunque se describe como un outsider agitador.

El Partido por la Libertad que dirige, anti-Islam y anti-inmigrantes, consiste simple y llanamente en él mismo, y actualmente se encuentra en una ajustada carrera por conseguir la mayoría de votos en las elecciones de los Países Bajos, que se celebran este miércoles.

Aunque el sistema multipartido del país debilita mucho las posibilidades de Wilders de gobernar, el líder se las ha arreglado para llevar a todos los políticos holandeses a su órbita mientras aboga por la discriminación en una sociedad que históricamente ha promovido la tolerancia.

La campaña electoral holandesa ha girado en torno a los debates que Wilders ha ido elaborando, especialmente sobre el papel del Islam y la inmigración en la sociedad neerlandesa. Wilders, que pide políticas como la de prohibir el Corán y cobrar un impuesto a las mujeres que llevan hijab, ha incorporado a la campaña su discurso que apela al etnonacionalismo y su calculado uso de los medios.

Al igual que el presidente estadounidense Donald Trump, Wilders usa afirmaciones incendiarias y propuestas políticas para darse publicidad y para obligar a los políticos del establishment a tratar sus puntos de vista. Aunque su estrategia es anterior a la entrada de Trump en la política, Wilders ha incorporado una parte de Trump a su campaña, prometiendo que hará que "Los Países Bajos vuelvan a ser nuestros", al más puro estilo del "Make America Great Again".

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El político de extrema derecha Geert Wilders, del Partido por la Libertad, sonríe durante un mitin en Heerlan (Países Bajos) el 11 de marzo de 2017.

Si en el pasado se ha producido un ataque terrorista o un escándalo político asociado a combatientes islamistas, Wilders no ha tardado en exprimirlo al máximo en Twitter, con mensajes dirigidos a sus más de 799.000 seguidores en los que vilipendia a los musulmanes o exige el cierre de fronteras.

Incluso ha sido capaz de revolucionar otros países: una vez publicó una imagen manipulada de la canciller alemana, Angela Merkel, con sangre en las manos después de que un terrorista se empotrara con un camión en un mercadillo navideño el pasado diciembre en Berlín. Estados Unidos también pudo probar este fin de semana su influencia, cuando el político de Iowa Steve King usó un lenguaje ultranacionalista blanco para tuitear sobre Wilders en tono aprobador.

Wilders entiende que la cultura y la demografía son nuestro destino. No podemos restaurar nuestra civilización con los hijos de otra gente.

La personalidad de Wilders, similar a la de Trump, y su retórica sobre atacar a las élites y preservar la identidad neerlandesa, ha calado bien entre sus seguidores. Ha sido capaz de darle la vuelta a los valores progresistas de Holanda, como la defensa de los derechos de los homosexuales, argumentando que los inmigrantes musulmanes se oponen a dichos ideales, y que por tanto no pertenecen a los Países Bajos.

El pasado diciembre, Wilders fue condenado, pero no sancionado, por incitar al odio hacia los inmigrantes durante un mitin de 2014, cuando animó a sus simpatizantes a corear que querían menos marroquíes en su país. Su porcentaje de apoyos aumentó después del juicio, y durante el lanzamiento de su campaña en febrero afirmó: "Hay demasiada escoria marroquí en Holanda".

En Europa el populismo está resurgiendo con la afluencia de refugiados, la creciente antipatía hacia la Unión Europea y el alejamiento de los partidos convencionales. Wilders incluso ha contribuido a la descentralización de la política holandesa a través del incremento de partidos pequeños que han ganado terreno en la oposición con sus ideas.

Pero ninguno de esos partidos advenedizos, como el pro-inmigración Denk, ha encontrado —ni de lejos— el mismo éxito que Wilders. Desde su separación con el conservador Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) en 2004, Wilders ha sido una figura constante en la política neerlandesa y su Partido por la Libertad se quedó en tercer lugar en las elecciones de 2010.

Pese a su popularidad, lo que probablemente no pueda hacer Wilders —y quizás tampoco quiera— es gobernar, en el sentido estricto del término. En las elecciones participan decenas de partidos y ninguno conseguirá los escaños suficientes para gobernar solo. En su lugar, seguro que habrá una coalición que presumiblemente excluya a Wilders por sus ideas discriminatorias. Actualmente, el partido de Wilders sigue de cerca a VVD, con un 13% de intención de voto (sólo unos puntos por detrás), de acuerdo con una encuesta publicada el domingo.

El efecto de Wilders en la política holandesa resulta innegable. Mientras que las figuras de extrema derecha de otros países han utilizado la economía en crisis para atacar a la política tradicional, la economía de los Países Bajos está creciendo y el desempleo está en su nivel más bajo de los últimos cinco años.

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El primer ministro neerlandés, Mark Rutte, asiste a una rueda de prensa durante la campaña electoral en Róterdam (Países Bajos) el 13 de marzo de 2017.

Aunque todo indica que a Wilders le cerrarán las puertas de la posible coalición de Gobierno, ya ha logrado ejercer una fuerte influencia en los partidos que gobernarán. Como en otras naciones europeas con importantes movimientos populistas de extrema derecha, figuras como Wilders tienen la capacidad de llevar el discurso político a su terreno, lejos del centro.

Por ejemplo, la Cámara Baja del Parlamento holandés aprobó una ley en diciembre para prohibir el uso de burkas y niqabs en edificios estatales y en el transporte público, una política que Wilders llevaba tiempo defendiendo.

El primer ministro Mark Rutte, del VVD, también ha dado un giro a la derecha para minimizar la fuga de sus votantes hacia el partido de Wilders. En enero Rutte escribió una controvertida carta abierta (muy al estilo de Wilders), en la que invitó a las personas "que no estén de acuerdo con los valores holandeses" a abandonar el país.

Este artículo fue publicado originalmente en 'The World Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano

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